Thierry Frémaux selecciona y comenta con Lumiere! Comienza la aventura una serie de 108 películas realizadas por los hermanos franceses entre los años 1895 y 1905. Lejos de tratarse de ese estilo de revisión que intenta camuflar la ignorancia del sujeto creador mediante juicios de valor y demás imposiciones de un gusto que a nadie interesa mediante la conjunción del verbo “ser” —esos «el mérito de la obra es», «es tan bella como» que tanto acostumbra a emplear la masa crítica— en lugar del verbo “parecer” (por aquello de quedarnos más en el ámbito de lo fenoménico y evitar así decir gilipolleces en forma de un dogma que evita por misterios de la vida la descripción de lo que a mis ojos y oídos parece, y no tanto de aquello que en sí pueda ser, aspecto inalcanzable como pocos este); pero sin caer tampoco en la frialdad psicopática que da miedito del analista puro, el discurso de Thierry Frémaux oscila entre una ternura y un humor que miran a los orígenes. Es así como, de manera análoga a aquella pareja que agarradicos de la mano en el sofá un poco moñas recuerdan, desde la seguridad de la distancia y del desarrollo de mil maneras de hacer que se deriva del paso del tiempo, la eyaculación precoz de la primera noche (—¡Qué apuro eh! Jaja, pero qué jóvenes éramos, ay cómo pasa el tiempo—, dice él. —Sí, jeje, y fíjate que llegué a pensar en no volver a verte después de ese inicio torpe, ahí entre que sí y que no, pero mira, aquí estamos jeje, ¿qué bien, no?—. dice ella), Thierry Frémaux observa y habla con ironía y melancolía de los inicios renqueantes del Cine desde la consciencia del amplio abanico de posibilidades que se ha ido desplegando con el paso de los años, y todo para seguir dos hilos que atañen a una base que todavía hoy se nos resbala cuando la pensamos.
De esta manera, el director de Cannes señala en primer lugar al Cine como creador de representaciones desde su origen. Es decir, que a través de una serie de películas de los hermanos Lumiere —algunas comparadas entre sí para hacer del asunto algo más claro—,Thierry Frémaux hace evidente ese «poneros así para ser grabados» que parece estar desde el principio y que corta de raíz esa idea inocentona que puede resumirse en un «¡oh» en aquellos primeros pasos se registraba la realidad en bruto, con todo su azar”. En otras palabras, Frémaux está diciendo que NO domina el azar, sino la dirección y la actuación nerviosa y por lo tanto exagerada. Pero en segundo lugar el también director del Institut Lumiere alude al carácter de testigo histórico de esas primeras obras. Dicho de otra manera, Thierry Frémaux viene a decir que, por mucho que se trate de representaciones de aspectos de la vida cotidiana, en aquellas primeras películas quedaba impreso en otro nivel ese aura de época, una especie de documento tipo «así se estaba reaccionando a este invento en sus primeros años de vida». Y es en el desarrollo de este juego entre realidades y representaciones en el que, más que el Cine, quien parece volver a los orígenes es Frémaux por terminar riéndose como un niño en su estar tan a gusto hablando del Cine desde el propio Cine.