Birds Like Us era uno de los grandes platos fuertes del Festival de Cine de Sarajevo. Una cinta de animación realizada por dos directores bosnios, coproducida por Bosnia y Herzegovina, Reino Unido, Qatar, Turquía y Estados Unidos, con actores de renombre en el doblaje como Alicia Vikander o Jeremy Irons. Publicitada como la primera película de animación 3-D del país balcánico, con un descomunal trabajo detrás donde se cuenta que se llegó a crear una escuela de cine de animación por y tras el proyecto. Faruk Sabanovic, uno de los directores, es además un cineasta que ya había trabajado con nada más ni menos que Aida Begic en Snow (2008), tanto en la creación de la idea original de la obra como en el departamento de arte. Por su parte, Amela Cuhara llevaba varios proyectos documentales y de cortometraje. El día del estreno el Teatro Nacional estaba lleno. Había hasta asientos reservados para políticos varios, donde destacaba la presencia de la embajada americana. Así pues, la expectación era máxima.
¿El resultado?
Birds Like Us tiene los suficientes aciertos visuales y de intenciones para perdonar una trama narrativa confusa. Es cierto que no disfrutamos la obra en el 3-D —¿qué pasó con el 3-D que esta vez sí iba a salvarnos? ¿ya acabaron de destrozar la fórmula con decenas de películas mediocres?— y que el doblaje fue en bosnio, pero a pesar de ello puede hablarse con propiedad de la obra.
Inspirada en un libro persa del siglo XI titulado The Conference of the Birds, de Farid al-Din Attar, la obra resulta tanto una mirada personal que mezcla la cultura bosnia, así como su reflejo multi-étnico de la sociedad surgida de la guerra y la independencia, como una obra de vocación universal mediante algunos códigos y formas del cine de animación anclado en Hollywood. Este cóctel de enfoques pasa factura en algunos momentos, en especial a la trama principal y las secundarias que en ocasiones resultan disparatadas y casi ridículas. Estoy pensando por ejemplo en la nula profundidad de los personajes, cuyo punto más débil resulta un supuesto pajarito simpático que hace las funciones de personaje cómico que naufraga en cada momento que tiene la oportunidad. Pero es cuando abraza sin miedo ni complejos su condición de obra bosnia y se aleja de formas clásicas cuando la película levanta el vuelo. Hablo de esas «transiciones» narrativas resueltas visualmente con personalidad y donde deja entre ver todo el potencial del universo creado.
La historia sigue a diferentes pájaros que viven en una especie de caverna de Platón, que por circunstancias un poco gratuitas acaban lejos de un hogar que no tiene nada que envidiar a una sociedad surgida del imaginario de George Orwell. De diferentes razas y condición social, e incluso económicas, todos deben unirse en la ardua tarea del regreso al nido, en un viaje donde todos acaban evolucionando a trompicones en una resolución blanda y de aprendizaje obvio.
Y sin embargo la película resulta más que estimulante. Sobre todo en los momentos donde los pájaros se callan un rato y disfrutamos de un viaje lleno de sensaciones en un mundo post-apocalíptico. Ignoro si la vocación de la obra pasa por un mero producto infantil con un trasfondo lo suficientemente potente para unos adultos que descubren en el subtexto todo el potencial del filme, junto con una animación que por momentos se crece en aquellos instantes de transición anteriormente comentados.
Así pues, entre diálogos que no llevan a ningún lado y unos personajes descritos pobremente, encontramos escenas de un potencial visual indudable, que se mezclan entonces con una música casi onírica, sumergidos en un universo salido del imaginario bosnio mezclado con la globalización actual y unas reflexiones interesantes. Como muestra, la escena donde suben algo parecido a un monte lleno de tumbas, entre las que encontramos las cuatro religiones que han predominado en Bosnia-Herzegovina: la cristiana católica, la ortodoxa, la islámica o la hebrea. Incluso en un guiño que solo los habitantes del país balcánico podrán captar, también aparece una característica tumba del periodo del Reino de Bosnia (siglo XI-XV). Entre una música absorbente y un despliegue del departamento de arte impresionante, vamos siendo testigos de la transformación del lugar en una especie de tumba gigante con forma de barco anclado. Y es entonces cuando uno entra en una obra extraña y bipolar, pero cuyos aciertos quedan en el recuerdo del espectador más que sus débiles tramas narrativas, sus personajes estereotipados o en ocasiones una sensación de pobreza en la construcción de la animación.
En resumen, Birds Like Us es una extraña propuesta salida de Bosnia, que acierta cuando más personal se muestra y que falla cuando intenta mutar en la la animación estadounidense contemporánea. No puedo dejar de compararla con algunas de las obras nacionales surgidas últimamente en España, aquellas que directamente intentan emular a la animación de los grandes estudios de Hollywood y cuya historia resulta tanto impersonal como sin rasgos propios, simplemente absorber y ser absorbidos por las formas e ideas que emanan de allí.