Ryutaro es uno de esos tipos que está pasando sin pena ni gloria por la vida. Es cierto que a sus 27 años trabaja en taller de vehículos, tiene una buena casa y se puede permitir ciertas comodidades burguesas. Pero su personalidad dista de la de una persona joven que quiera seguir avanzando a través de su existencia. Cuando queda con sus amigos, se limita a beber sin entrar en conversación alguna. Su trato hacia las mujeres tampoco es el más adecuado para tratar de iniciar una relación. Entra en estúpidas peleas con demasiada facilidad sin que luego sepa defenderse de los golpes que le propinan. Y ni siquiera ha sido capaz de preocuparse por Ryuko, la enferma madre de su amigo de la infancia Yusuke, hasta que este le contacta por teléfono y logra que Ryutaro visite su hogar.
Edaha no koto o Sweating the small stuff, dicho norteamericano que se podría traducir más o menos como “preocuparse por los detalles”, son respectivamente los títulos japonés e internacional de esta obra nipona dirigida y protagonizada por Ryutaro Ninomiya. La mencionada expresión anglosajona le viene que ni pintada a una obra donde la línea argumental no se nos ofrece de manera clara y precisa, sino que su trama se nutre a través de breves y aparentemente poco importantes secuencias de su protagonista. Cada una de ellas aporta su granito de arena para ayudar a configurar el lienzo general de la vida y actitud de Ryutaro.
En estas secuencias, Ninomiya retrata situaciones cotidianas en la vida del protagonista, especialmente una continuada y nocturna ingesta de alcohol. Las escenas se nos muestran a través de una temblorosa cámara, detalle técnico que ayuda a enfatizar lo que nos transmiten varios pasajes de la obra y la nebulosa actitud del joven protagonista. Sin embargo, el cineasta nipón llega a abusar de este recurso, ya que ciertas escenas que requerirían un tratamiento más reposado se ven ligeramente perturbadas por ese nerviosismo fílmico. No es una circunstancia que se pueda calificar como una aberración, puesto que la composición general de la escena suele ser adecuada (un plano fijo solo distorsionado por el mencionado temblor de cámara) y tiene su sentido narrativo, pero tal vez una menor rigidez estilística hubiera ayudado a alcanzar un conjunto fílmico mucho más valioso.
Desde un punto de vista argumental, es un hecho que Sweating the Small Stuff da lo que promete. Ninomiya lleva a cabo la empresa de desarrollar un relato que sintetice, sin alardes ni equilibrios, la personalidad de un hombre que no es tan poco común como puede parecer. El problema, pues, reside en la esencia misma del relato, en la indiferencia ante un personaje que ni es lo suficientemente peculiar como para centrar del todo la mirada en él ni sus problemáticas internas alcanzan a ser exportables para sacar algo en claro más allá del consabido déficit comunicativo que, paradójicamente y de forma contraria a los avances tecnológicos, parece haberse establecido en parte de la sociedad contemporánea.
Con todo, sería un error identificar la impasibilidad del núcleo argumental con un posible error en el ritmo narrativo. Sweating the Small Stuff no es un film que consiga desenganchar, ya que cada escena en particular desprende un aroma natural y cotidiano, puramente japonés, que ayuda a mantener el interés en la película. Pese al poco carisma del protagonista, en virtud de la obra también se puede señalar lo sorprendente de algunas escenas que, sin un aparente impacto en la trama, sí van contribuyendo a edificar el carácter y la actitud del personaje principal, único y verdadero objetivo de esta película.