Concursante en la sección Signs of Life del Festival de Locarno, Panoptic destaca por su pretensión de explorar las contradicciones presentes aún en el Líbano desde una mirada que afronta esta perspectiva viajando al pasado. Una nación aquejada por una serie de conflictos, tanto nacionales como internacionales, sumergida por tanto en una tormenta perpetua que ha impedido a más de una generación ser conocedora de las bondades de la convivencia en paz. Este hecho será aprovechado por la directora Rana Eid para bordar una especie de correspondencia narrada en voz en off dirigida a su difunto padre, un antiguo militar perteneciente el ejército libanés que combatió en las calles y edificios del Beirut desangrado por la Guerra Civil que enfrentó a cristianos con musulmanes en los años ochenta. Eid desnudará sus tormentos interiores y reproches a un padre que estuvo más preocupado por la lucha armada que por el cariño de su familia. Esbozará con pequeñas pinceladas vivencias de su pasado, como sus visitas al refugio durante los bombardeos de artillería. Así, poco a poco nos iremos adentrando en la psicología y temperamento de una típica familia libanesa de clase media que vio derrumbada su estabilidad a consecuencia de las bombas y la metralla.
Sin embargo la epístola que vertebra el guión dialogado del film será la coartada empleada por Eid para construir un documento que gira en los rincones del presente. Pues las palabras serán adornadas con imágenes poderosas y contundentes. De una ciudad donde la modernidad parece haberse establecido para quedarse. Un Beirut atestado de pantallas y luces de neón que anuncian todo tipo de artículos y pasarelas que conectan el estuario de infernales carreteras. Contaminado por el humo que desprenden los tubos de escape de esos coches que se desplazan por sus vías y autopistas cuyo trayecto se detiene habitualmente merced a unos atascos monumentales. Una ciudad en la que los sonidos de los claxon de los vehículos han tapado el canto de los pájaros y de las conversaciones de los lugareños. Conquistada por Burguer King y KFC. Donde las mezquitas y la arquitectura más tradicional chocarán con impresionantes rascacielos y edificios de hormigón. Morada por una juventud que desea absorber la libertad occidental, pero que igualmente aún conserva esa hostilidad adjunta a un pasado doloroso que enfrentó a una mitad con otra de la población.
La película transita por un sendero complejo pintado a través de alegorías y estampas simbólicas. Brillantes resultan las láminas pintadas por Eid. Muy sosegadas y respetuosas con el entorno. Capaces de componer un mural diverso y rico del Beirut contemporáneo. En la memoria permanece ese grabado de una ciudad devorada por atascos y ruidos infernales. Que no ha dejado de lado su pasado. Fascinante será el recorrido que establecerá la cámara por el vientre e interioridades el legendario Holiday Inn, sin duda uno de los edificios emblemáticos de la guerra civil, residencia de francotiradores y habitaciones donde se torturaba al enemigo utilizando métodos inhumanos. Soberbio será el travelling que peregrinará sobre las ruinas de un edificio derruido e infectado de huecos y zanjas. Planos que absorben el dolor que se esconde tras las huecas paredes del mastodonte. Que fijan su atención en los suelos negros hasta el infinito, permitiendo de este modo hacernos partícipes de ese abismo infernal que espera a quien caiga en la trampa.
Tras este viaje terrorífico a las entrañas pretéritas de la capital, la cámara de Eid transitará por manifestaciones militares que ensalzan el papel del ejército con el amparo de líderes religiosos de los diferentes credos. Por lugares escondidos de los pasos del ciudadano de bien y común, vigilados por militares y otros entes invisibles. Por calles despobladas que esperan ser partícipes del júbilo inherente al progreso. También por antiguas residencias de torturadores. Y por discotecas que dan cobijo a jóvenes que danzarán hasta la madrugada bajo los efectos narcóticos de la música y otras sustancias dando rienda suelta a sus ansias de libertad desatándose de las ligaduras e indumentarias que exige el decoro religioso e institucional.
De este modo la carta que la directora dirige a su padre será adornada por un diálogo metafórico y atractivo que se sirve del poder de la imagen para lanzar mensajes subliminales a la mente del espectador. Pues esto es fundamentalmente Panoptic. Un documental experimental y muy bien trenzado que departe amigablemente con quien ose contemplar su propuesta. Partiendo de unas letras conmovedoras y desgarradoras que a pesar de su contenido no lanzan ningún tipo de reproche, purgando lo añejo con indulgencia y compasión. Hilando las paradojas y el absurdo que brotan de una metrópoli que no sabe hacia donde encauzarse. Incoherente y discordante. Religiosa pero a la vez desenfrenada. Que enfrenta la recta moral con la amoralidad vinculada a los efectos de una guerra cruel y cruenta.
No será la ambición de la cinta ofrecer ningún tipo de lección moralizadora. Ésta no será la plataforma de partida y arranque del film. Apostando por contra por moldear una obra apaciguada por sus imágenes y sonidos. Sensual. Que requiere cierto estado de concentración para beber toda su sustancia. Que prefiere centrar su acción en reflejos y estados, renunciando al impacto y al artificio. Poética y por ello no apta para quienes deseen que les guíen por una línea recta y fácil de comprender. Una cinta muy interesante que demuestra la sensibilidad y oficio de una directora que se nota domina de memoria lo que está acuñando.
Todo modo de amor al cine.