En la gélida región argentina de la Patagonia, el ya veterano Evans se encarga de proteger un rancho. Además de las difíciles condiciones ambientales y de la inevitable soledad que acecha a la zona, circunstancias que subrayan el de por sí arduo trabajo de capataz, Evans también tiene que controlar a los trabajadores, muy dados a buscar subterfugios de la rutina en peleas o prostitutas. Sin embargo, el momento más complicado para Evans llega cuando se ve obligado a abandonar su oficio, una jubilación repentina que abrirá una esfera de vacío frente a su vida. El testigo pasa entonces a Jara, un tipo taciturno al que ni siquiera sus compañeros conocen, tanto en su personalidad como en su pasado, pero que el propio Evans parecía tener en estima por ser de los pocos que se tomaban en serio sus tareas.
El invierno es la crónica cinematográfica de cómo los dos mencionados individuos manejan su trabajo en medio de las adversidades climáticas de esta zona y en esa precisa estación del año. Emiliano Torres, director con amplia experiencia en la segunda unidad (fue ayudante de dirección en También la lluvia o Corazón de león, por poner dos ejemplos) y en tareas de guión, se pone por primera vez tras las cámaras como director principal para narrarnos una película que sabe hacer llegar a la perfección las dificultades de vivir y trabajar en la Patagonia y que también se adentra con acierto en el lado psicológico de los protagonistas, aunque en su conjunto no da toda la impresión que debería exhibir una obra cohesionada durante buena parte de su metraje.
El principal motivo de esta aparente fragilidad global del film parte de la transición que se realiza en la narración al producirse el relevo en el trabajo principal del rancho. La bicefalia protagónica no está mal encaminada, puesto que de Evans se nos ofrecen las pinceladas necesarias para comprender el cuadro de su vida y desde ahí la narración se centra en el personaje de Jara. El problema se produce al intentar retomar la cinta ya con Jara como protagonista, momento en el cual el relato queda desdibujado. El film parecía haber declarado como auténtico centro de atención al propio lugar en detrimento de los humanos, lo cual podría haber sido un punto de vista interesante, pero pronto vuelve a dirigir su mirada hacia los seres vivos. Como otras características de la cinta argentina, lo que parecía una virtud aprovechable termina por ser un detalle que no se plasma con todo su esplendor en pantalla. En cierta manera, El invierno se configura como una película que hace honor a su título, ya que es la frialdad narrativa lo que impide elaborar una cinta verdaderamente poderosa en todos sus aspectos.
Con todo, y pese a lo anteriormente descrito, el cuidado aspecto visual de la obra y las notables descripciones que del lugar y de los personajes se realizan, amén de la buena interpretación del veterano y polifacético chileno Alejandro Sieveking en su papel de Evans, son aspectos muy positivos y que rescatan lo acertado que podía ser El invierno sobre el papel. Los numerosos silencios y la cierta confusión que puede haber en los primeros minutos tampoco son aspectos que puedan dejar a uno indiferente. Cabe destacar, además, que el film repunta en su último tramo de metraje y ofrece unos minutos finales más interesantes que la media de la obra. No ayuda del todo a recuperar la buena senda de la película ni a conseguir una milagrosa remontada en los últimos instantes, pero sí contribuye a mejorar la sensación general de un trabajo que realmente es mejor de lo que parece.