La máscara de Dimitrios es una película de serie negra singular dotada de un misterioso ambiente novelesco que sabe proporcionar un ácido cinismo adquirido gracias a la espléndida adaptación llevada a cabo de la mítica novela de Eric Ambler en la que se basa el film. Se trata pues de uno de esos productos emergidos en los años cuarenta que centra la atención más en el estudio de personajes que en la propia investigación detectivesca, aspecto éste último habitual en las producciones pertenecientes al noir americano. Y es que la película presenta una atmósfera más próxima al cine europeo de entreguerras que a la del cine estadounidense motivado ello por la presencia en el equipo de producción de buena parte de los técnicos del Viejo Continente que emigraron a EEUU tras la explosión de la II Guerra Mundial.
Negulesco, un rumano asentado en EEUU, aporta a la cinta un ambiente muy europeo recorriendo en el breve espacio de tiempo de la hora y media del metraje parte de las principales ciudades del centro y este de Europa. Describiendo con todo lujo de detalles la etnografía, los ambientes taciturnos del vodevil y cabaret del viejo continente así como el talante caballeroso y decadente de los espías y criminales de la vetusta Europa. Unos personajes perfectamente diseccionados por el autor de Belinda que ya empezaban a observar como su sitio estaba siendo fagocitado por ese carácter frío y codicioso inherente a una nueva generación de maleantes (representada por Dimitrios), hecho que será aprovechado para esgrimir una incisiva metáfora alrededor de los inmorales tejemanejes maquinados por los gobernantes y grupos de poder europeos que desgraciadamente provocaron el desencadenamiento de la II Guerra Mundial.
Podríamos calificar a La máscara de Dimitrios como el Ciudadano Kane del cine negro. Y es que esta joya tomó como referencia a la obra maestra de Orson Welles derritiendo un esquema narrativo en el que un escritor (en lugar del periodista de la obra de Welles) tratará de poner en orden la vida pasada de un criminal hallado misteriosamente muerto (Dimitrios sería la representación de Kane) a través de pequeños flashback relatados por una serie de personajes que cruzaron sus destinos con el del fallecido. De modo que a través de pequeños retales que adoptarán la efigie de los recuerdos de los diferentes actores que forman parte de la acción se dará forma a un complejo laberinto que pondrá de manifiesto que la memoria no siempre es tan cristalina como parece.
El recurso planteado en La máscara de Dimitrios basado en reconstruir las vivencias de un personaje que aparecerá muerto en la escena de arranque del film fue abrazado posteriormente en multitud de películas de serie negra, como por ejemplo Forajidos de Robert Siodmark (basado a su vez en una novela corta de Hemingway), El crepúsculo de los Dioses de Billy Wilder o sin ir más lejos la reciente Sospechosos habituales, película que ostenta numerosos puntos de conexión con la referencial cinta de Negulesco tanto en el fondo como en la forma lo cual demuestra la frescura y modernidad que conserva el clásico reseñado.
Llama poderosamente la atención que el protagonista de La máscara de Dimitrios no sea un detective o un policía que trata de averiguar quien es el asesino, sino que las tornas se tergiversan para otorgar el liderazgo a un mediocre escritor de novelas de misterio que iniciará una exótica investigación con el propósito de adentrarse en la mente del conocido criminal cuyo cuerpo ha sido localizado en una playa turca.
Con una simple secuencia bucólica Negulesco marcará las pautas que adoptará la cinta. Así ésta arrancará con un poderoso plano exterior que parará en la orilla del Bósforo donde yace inerte el cadáver de un hombre. La identificación policial inducirá a señalar al muerto con el nombre de Dimitrios Makropoulos, un pérfido espía con una increíble capacidad para desvanecer su pista.
El coronel de la policía turca encargado de la investigación acudirá a una fiesta en la que conocerá a un escritor holandés de novelas pulp de escasa calidad llamado Cornelius Leyden (Peter Lorre). Fascinado por la presencia de Leyden el coronel narrará al escritor la historia del hallazgo del cadáver de Dimitrios, rememorando a su vez la historia de cómo conoció a este felón personaje en los años en que éste no era más que un vulgar comerciante de higos al que su codicia le condujo a integrarse en una banda de contrabandistas para más tarde huir del país hacia un lugar desconocido de Europa tras asesinar al jefe de su cuadrilla.
Tras escuchar atentamente la narración del policía, Leyden decidirá reconstruir la vida de Dimitrios para obtener ese material que su cerebro era incapaz de crear como base para su próxima novela. Leyden viajará a Atenas siguiendo la pista de los actos delictivos cometidos por Dimitrios registrados en los archivos criminales. La información conseguida en Grecia trasladará a Leyden a Sofía. En el tren que le transporta a Bulgaria el novelista conocerá al inquietante Peters, un siniestro personaje el cual parece interesarse por la investigación iniciada por su compañero de compartimento.
Leyden descubrirá que Peters es en realidad un antiguo colaborador de Dimitrios que fue traicionado por éste y que está convencido de que el espía sigue vivo. ¿Tendrá razón Peters y Dimitrios estará haciendo de las suyas bajo otro pseudónimo o simplemente sus creencias son los delirios de un hombre sediento por el odio y los deseos de venganza?
Sin duda Negulesco elaboró un cocktail entretenido revestido por un cierto halo de cine de autor en el que resulta fácil identificar las características del arte esculpido a principios de los años cuarenta en los estudios Warner BROS. De hecho la película cuenta como co-protagonistas con una de las parejas de secundarios de oro del cine negro de la Warner, integrada por los inquietantes Peter Lorre y Sydney Greenstreet, colegas de fatigas en diversos rodajes del estudio, siendo sin duda sus más conocidas colaboraciones Casablanca y El halcón maltés.
La ausencia de actores de renombre será otro de los aspectos que convierten a la película en una rareza. El peso de la trama descansará en el triángulo equilátero dibujado por los personajes de Lorre y Greestreet (que bordan sus respectivos personajes) y el bosquejado por Zachary Scott que se manifestará tenebrosamente inquietante en el rol del maléfico Dimitrios.
Por último no puedo olvidarme de destacar la importancia que el texto de Eric Ambler aporta al resultado final del film. La película es una novela en imágenes alumbrando un auténtico deleite para los amantes de la literatura negra. Ambler fue igualmente adaptado en pantalla en las geniales Topkapi (adaptación de su novela La luz del día) y en ese experimento de Orson Welles que fue Estambul (adaptación de la novela Viaje al miedo moldeado por la Mercury). Para mi gusto, La máscara de Dimitrios se eleva como la mejor adaptación efectuada del universo de Ambler y por ello una pieza que no pueden perderse los incondicionales del novelista británico. Pocas películas clásicas ostentan una trama tan oscura, compleja y referencial como la que hace gala esta maravillosa muestra de cine negro europeo realizado en EEUU.
Originalmente en Los clásicos de la Literatura, Cine y Música, relacionados
Todo modo de amor al cine.