Con un par de años de retraso desde su fecha de producción aterriza en las pantallas españolas el drama familiar Entre los dos (de título original You’re Ugly Too) dirigido por el novato Mark Noonan. Un género, el del melodrama sustentado en las segundas oportunidades que hace descansar su engranaje en esa falta de comunicación que contamina las interrelaciones paterno filiales, que quizás emerge como un jardín algo trillado en lo referente a la cantidad de propuestas de este tipo que han florecido a lo largo de la historia del cine con mejores y peores resultados. Este puede que sea el principal punto débil de una cinta que por otro lado exhibe una muy cuidada puesta en escena así como una sólida narración que trata en todo momento evitar naufragar en los pantanos de la sensiblería más extrema, pecado bastante habitual en este tipo de productos que buscan estudiar los sentimientos humanos a través de relatos idóneos para que esto ocurra.
Por tanto Entre los dos reluce como una epopeya de historias mínimas protagonizada por figuras de la calle con las que resulta muy fácil simpatizar. Filmada siempre con un trazo modesto que apuesta por tanto por la humildad y la carencia de efectismos baratos con los que engañar al espectador. Punto este muy apreciable que impregna ese aura encantadora presente en las películas que no ostentan más pretensiones que las de forjar una oferta honesta a la vez que amena con la que el público pueda pasar un rato la mar de agradable y evadirse de este modo de los problemas que azotan nuestras obligaciones diarias. Siendo este hecho sin duda el punto clave para posicionar al film como una muy recomendable candidatura a la que acudir por parte de esos espectadores que disfrutan de ese cine pequeño que intenta empapar el alma desde el entretenimiento sin impartir ningún tipo de lección moral.
El argumento parece no contar nada nuevo. Se trata de la relación que se establecerá entre una niña huérfana que acaba de perder a su madre en recientes fechas llamada Stacey y su aparentemente insensato tío Will, un ex-presidiario que se beneficiará de una ley que permite gozar de libertad vigilada a aquellos presos que estén en la obligación de tener que hacerse cargo de un familiar dependiente como es el caso de su sobrina Stacey. De este modo Will se responsabilizará de la pequeña debiendo comunicar a su jefe de vigilancia condicional cualquier cambio de residencia. Libertad sujeta a una condición: la aprobación por parte del tribunal del menor de la actitud de Will para cuidar de su pariente, sin la cual el ex-convicto estaría obligado a retornar a prisión. Problemas que se incrementarán debido al total desconocimiento existente entre ambos familiares, unos auténticos extraños que se evitarán en un principio comunicándose desde la distancia con una total falta de respeto, pero que poco a poco aprenderán a tolerarse iniciando de este modo una relación en la que el cariño brotará con cuenta gotas pero con autenticidad. Sin embargo el temperamento descuidado del integrante adulto de la pareja pondrá en serio peligro la futura convivencia entre los dos.
La película camina despacito, a fuego lento. Manifestando en este sentido su pertenencia a ese cine de autor que evita en todo momento la excentricidad. Siempre desde un tono comedido reforzado por el empleo de un muy buen humor que se aprovecha del absurdo que a veces se revela en la condición humana. Con un envoltorio visual impecable donde destaca la fotografía muy pictórica e intimista maquetada por Tom Comerford. Todo ello consigue que el espíritu del film desborde verdad en un primer tramo muy potente que permite conectar sin ningún tipo de fisura con esa pareja que no para de discutir y chocar en cada intento de montar una leve comunicación con algo de sentido. La ausencia de elementos extraños acrecienta este vínculo esbozando asimismo alguna que otra secuencia hilarante que invita a la carcajada. Sin embargo la aparición en la trama de ciertos personajes secundarios, como esa vecina profesora de origen belga que en mi opinión solo aporta confusión al relato desviándolo de su verdadero objetivo, devalúa un tanto el logro del film, incitando a que se convierta en una de esas películas que van de más a menos. A pesar de este aspecto negativo, la misma sale airosa de sus envites aprobando con suficiencia el examen. Si bien el desenlace se observa algo forzado sobrando quizás la secuencia con la que se pone el punto final, Entre los dos asoma como una pieza muy agradable y cálida que deja un muy buen sabor de boca sabiendo explotar sus elementos conmovedores con mucho acierto e inteligencia. A destacar la magnífica química que desprende la pareja protagonista, elemento esencial para sazonar un plato que para nada aparece insípido.
Todo modo de amor al cine.