Atrás hay relámpagos parte de una excepcionalidad, Adriana Álvarez y Natalia Arias —las actrices protagonistas— quienes antes habían trabajado juntas en Gestación (2009) de Esteban Ramírez, decidieron juntarse empujando una idea y buscando al director Julio Hernández Cordón para materializarla, aprovechando su consolidada carrera, de ahí la génesis del relato, dos chicas intentando convertirse en taxistas.
Claro está que el largometraje va mucho más allá de esto, Cordón toma el planteamiento de ellas para crear el guión, que hace énfasis en un retazo de aquellos adolescentes que no parecieran tener un norte definido, que rompen los moldes de una sociedad cada vez más establecida, más cerrada, más uniforme. ¿Hay valentía en estos jóvenes rodeados de redes sociales, “filtros” y celulares?
Sole (Álvarez) y Ana (Arias) son mejores amigas, no hacen mucho por la vida, desde la primera secuencia en un supermercado se establecen los caracteres de sus personajes, situación que se va consolidando conforme el metraje avanza. No trabajan, pero intentan (ingenuamente) buscar un trabajo, no estudian, o al menos no hay nada que indique esto, por las noches se juntan con sus amigos ‹bikers› para andar por la ciudad en sus bicicletas.
De hecho muchas de las actitudes que toman parten de una ingenuidad abrumadora, es una inocencia que pareciera ficticia pero que es un hecho que para ellas es real. De ahí que lo tonto que resulte para el espectador, para ellas es su forma de hacer las cosas, esto sucede probablemente por ese modo enajenado de vivir en sociedad, no aceptando las reglas que estas imponen.
Además del afamado tema de los “ninis”, también se aborda de forma sutil un tema de mucha trascendencia por estas épocas, las migraciones. Costa Rica tiene una gran población de nicaragüenses en su territorio, estas personas son estigmatizadas y señaladas en muchas ocasiones ante eventos criminales, falta de empleo, entre otras, cosas que está claro, son infundadas, y van más bien por el hecho de tener un objetivo a quien señalar.
La película por el contrario tiene un tono conciliatorio, hay un gesto muy bueno de parte de los personajes ticos involucrados en esa seguidilla de secuencias en particular, hay un contacto entre dos realidades, un contacto que precisamente se da por un hecho violento, aunque en realidad nunca se llega a conocer a fondo este tema, finalmente se opta por seguir el eje central del relato encomendado a las chicas.
Todo el largometraje en su conjunto, entra fácilmente en las particularidades propias del cine de Hernández Cordón, hay momentos que desencajan respecto a lo que es “normal” y lo que no, tiene representaciones visuales llamativas que resaltan la belleza de la fealdad, u otras donde lo ordinario es mostrado de forma extraordinaria, toda esta marca es inherente por lo cual se puede apreciar en Atrás hay relámpagos.
El filme lleva un buen camino festivalero este año, fue estrenado con buen suceso en el International Film Festival Rotterdam a finales de enero, le siguió su paso por el Rencontres Cinémas d’Amérique Latine de Toulouse en marzo, presentado como parte de la retrospectiva a Hernández Cordón, y el pasado mes de abril se exhibió fuera de competencia en el BAFICI, sin duda este 2017 continuará por esa senda. Que es precisamente el camino donde se enmarcan los filmes de este realizador, y donde su éxito ha quedado latente. Atrás hay relámpagos entra en esta conformación cinematográfica de su autor, encaja bien gracias a sus cualidades como guionista y director, que lo señalan como uno de los más interesantes del área centroamericana.