La búsqueda de una Unidad perdida es una constante en el ser humano, manifestada en una especie de optimismo metafísico que dice que, si bien se trata de una unidad olvidada, por qué no vamos a encontrarla de nuevo en el futuro. Es así como diferentes vías son usadas para quebrar las fronteras de nuestra individualidad y diluir el ego, al menos brevemente, para lograr así esa fusión con lo Uno. Prácticas como el ascetismo que busca la transverberación y la unión absoluta con Dios que se derivan de la mística; como el sexo y el orgasmo que anula las categorías espacio-temporales de manera instantánea; como la meditación para aquellas almas tranquilas que se pueden permitir realizarla; o como el uso de drogas como el peyote, la ayahuasca, el LSD, etc. ya sea para desarrollar un ritual colectivo con sus bailes y demás o para emprender un viaje cósmico individual que termine en la desfiguración más absoluta y te lleve a la conclusión de que Todo-es-UNO. Y es que la multiplicidad es dolorosa, para que engañarnos. Ahí con la experiencia de la lucha de fragmentos y la conciencia de que hay más individualidades como tú que ocupan su espacio y que duran su tiempo, y que todo es erosión causada por la fricción entre las partes. Es por eso que la fusión espiritual con el Todo de la que aquí se habla se vuelve tan necesaria y, al ver que se trata de algo instantáneo y fugaz, ¿por qué no intentar prolongarlo mediante un simulacro en la vida material dando abrazos amorosos, besando y mordiendo la carne humana para ser uno con el otro al menos? Es entonces que María Peraza abre una caja de regalo y se encuentra un dildo para a continuación penetrar analmente a Paul Monen hasta casi hacerle un piercing en el recto. Unión física y emocional; uno-en-el-otro. Todo muy insinuado y con un ambiente un poco ‹princess›. Comienza Amar, el primer largometraje de Esteban Crespo.
Amar es una película de amor entre adolescentes. De esas en las que dos jóvenes muy jóvenes se cruzan y ya tienen excusa para negar el mundo. Esteban Crespo se centra en el fragmento de la vida de Laura y Carlos, la pareja de protagonistas de 17 y 18 años respectivamente, que se corresponde con la última embestida que toca en la adolescencia del amor-obsesivo-idealizado contra lo que esté por venir. El director madrileño retrata este ataque desesperado que sobreviene cuando ven que si es verdad lo que reflejan los rostros de los adultos que les rodean será mejor resistir lo que se pueda mostrando de manera insistente el deseo de unión eterna de los dos chavales, ese ridículo “soy tú, y yo tú” que en algún momento sueltan sus babosas bocas. Y ahí empiezan las moñadas estiradas hasta el paroxismo pero que no resultan ridículas en Amar sino más bien un juego inteligente y burlón precisamente porque parecen estar dilatadas más de la cuenta a voluntad para resultar irónicas (como se ve en la imagen de las máscaras), para producir un choque en el espectador que no le haga tanto conmoverse como sí decir: «jaja ¡cómo somos, joder!». Es decir, Esteban Crespo te está mostrando de manera caricaturesca pero en el fondo un poco en serio el proceso de salida de la placenta que es el embobamiento del amor adolescente. Y es que así como el médico da origen a un primer vértigo sacándote del útero materno para entregarte al mundo dándote una palmada para que llores; serán los colegas de Laura y Marcos los que, más sutilmente pero también dándoles el golpe en el hombro para que lloren en sus reuniones con ellos, saquen de esa burbuja romántica para dar lugar al segundo vértigo vital. Pero ese resquebrajamiento de la unidad (no estoy diciendo cosas que estropeen la película, en la sinopsis habla de una separación, pero ¿Quién sabe si volverán a la síntesis?) que conlleva la inseguridad del náufrago y está marcado por el anhelo de vuelta a la unidad ideal con tu pareja (como ocurría en el plano espiritual más elevado al que se aludía en las primeras líneas del texto, solo que aquí reflejado en la carne) son las que aportan la gracia del caer sobre multitud de posibilidades. Es decir, llegarán la caída en el devenir caótico de experiencias limitadas temporalmente pero intensas precisamente por su brevedad y porque una pareja estable las anularía. En otras palabras, llegan la Universidad y los fiestotes que traen los Erasmus, y encima en Bellas Artes, Paul Monen, hijo mío, ¿estás seguro de que quieres tener novia tan pronto? Será este proceso de decisión el que narrará con estilo y con chispa Esteban Crespo en Amar, sentando cátedra en el manejo de la tensión entre mente que permanece unida al amor de adolescencia y experiencia sensible que ya está a otras muchas cosas locas. Esteban Crespo lo tiene claro: miremos de momento las cosas con cierta ironía para decir «jaja ¡cómo somos, joder!» durante el mayor tiempo posible. Ya habrá tiempo para sentir nostalgia de unidades perdidas y, seguramente, olvidadas.