El austríaco Stefan Zweig fue uno de los escritores más reconocibles de la primera mitad del siglo XX. Además de ser un gran novelista, autor de conocidas obras como Carta de una desconocida (magnífica la adaptación cinematográfica de Max Ophüls, por cierto) o Leporella, en su bibliografía destaca El mundo de ayer: Memorias de un europeo, una crónica de la Viena de su época y, por extensión, de la vida en una Europa que él mismo creyó perdida con el auge del nazismo. Aunque el escritor ya previó la creación de algo parecido a lo que más tarde sería la Unión Europea, en 1942 veía tan negro el cariz que estaba tomando la Segunda Guerra Mundial que acabó tomando una triste decisión: arrebatarse la vida junto a la de su esposa en su domicilio de Brasil.
Stefan Zweig: Adiós a Europa, dirigida por la actriz, guionista y cineasta germana Maria Schrader, comienza con una recepción que en Brasil se le brinda al escritor y en la que este ya ensalza al país que le ha acogido. Es allí donde tendrá lugar la mayor parte de la película, dedicada a analizar el frío papel del artista ante los hechos que acontecían en su continente natal. No se trata, pues, de un biopic al uso que considere necesario situarnos sobre la infancia del protagonista para entender sus hechos posteriores (cosa lógica a veces, pero estúpida en muchos otros casos), repleta de flashbacks o centrada en un nimio aspecto de su vida. La cinta quiere presentarnos la visión de Zweig sobre los sucesos que acontecían en la Alemania nazi primero y la guerra mundial posterior, su día a día en el país sudamericano y, englobando estos aspectos, el punto de vista de un hombre exiliado que acabaría tomando una decisión tan complicada como muy triste.
También se agradece que Schrader haya evitado caracterizar a Zweig de una manera mitificada o burdamente heroica. Pone en su boca grandes frases que llegó a pronunciar en la vida real, pero el aire del que dota al escritor no es precisamente el de una leyenda de las letras. Zweig es retratado como un tipo algo frío en sus maneras, obviamente inteligente y con apariencia de ser buena persona, con el añadido de reflejar acciones cotidianas que cualquier hombre de la época podía hacer. En las recepciones y coloquios es una voz de categoría, pero en las conversaciones cotidianas simplemente es uno más. Zweig no fue un superhombre, sino que fue un tipo con gran habilidad de cara a la escritura y con mayor peripecia a la hora de analizar la dinámica sociopolítica de la época.
Aun con ese acierto al reflejar la cotidianidad del paso del escritor por Brasil, es cierto que Stefan Zweig: Adiós a Europa se pierde a veces en diálogos interminables (como el primero que mantiene con su exmujer) que desconectan del verdadero sentido de la trama. Estos suelen coincidir con una variedad de planos que contrastan con el fijo de la escena inicial, y que podía dar la sensación de asistir a una película bastante fría en su contenido. Sin embargo, la impresión final se encuentra lejos de ese punto, ya que Stefan Zweig: Adiós a Europa consigue humanizar a su protagonista mediante un acercamiento práctico a su figura, más cercana a la de un hombre normal de la que su fama podía hacer pensar. Esto lleva implícito el asistir a algunos momentos cómicos que alejan al film de un punto excesivamente trascendental, zona a la que muchas obras suelen dirigirse cuando hablan de una vida nada sencilla y de un final menos agradable.