«Tú no tienes sueños. Tienes fantasías». Este diálogo de Tekko concluye la relación amorosa con Hideo, su novio. Es el fin de una pareja de dos treinteañeros. Ella trabajadora, dueña del pequeño apartamento en el cual viven los dos, afectada por una enfermedad contagiosa de origen desconocido. Él es un dibujante de tebeos, subempleado por el jefe de un pequeño estudio, lugar en el que trabaja con la categoría y sueldo de un becario. Pero en poco tiempo, debido a unos terribles sucesos que llevan días apareciendo discretamente en los noticiarios, todo cambiará para él y el resto del país.
Se estrena I am a hero casi dos años después de su pase por el Festival de Sitges 2015, certamen en el cual logró el premio a los mejores efectos especiales y el del público, galardones sabios en los dos casos. La espera ha merecido la pena, para que pueda ser disfrutada en pantalla grande, sin ninguna duda. Porque tiene un uso inteligente del scope para dar espectacularidad tanto en los planos generales como en las secuencias de acción. Alternadas por el matiz sensible en los momentos más intimistas. Sin llegar a ser un film de terror al uso proporciona también algunos sobresaltos, muy agradecidos por recurrir al susto sin trampas de percusión, gritos o cambios demasiado bruscos de plano, es decir, las prácticas comunes a la mayoría del terror comercial actual.
En la memoria se nos quedan esos aviones comerciales sobrevolando en vuelo rasante la ciudad, como si fuera una señal de una de las diez plagas bíblicas. Al igual que los helicópteros militares nocturnos en otro contrapicado, bajo la mirada del protagonista. La sensación de peligro que se siente durante la carrera en taxi, con dos humanos infectados y otros dos a punto de estarlo. Esa visión que enmarca la ranura del buzón en la puerta de la exnovia, renovando el uso de un elemento tan antiguo del cinematógrafo como puede ser el caché, con un soplo de aire fresco y efectivo para desarrollar la tensión de la escena. Otro recurso inmejorable, resulta al introducir a uno de los aliados humanos que se encuentra en la parte final del film, un personaje que le cuenta a Hideo cómo era la vida de varios afectados por el virus mientras los enumera: aquel hombre bien trajeado estaba obsesionado por su trabajo; ese chico deportista era un atleta y continúa entrenando; aquella, que era su propia mujer, iba todo los días de tiendas.
La vida que desarrollaban esas personas antes de convertirse en zombies, en efecto, se trata de una muestra de la temática sobre muertos vivientes, aunque en este caso se los identifique por el sobrenombre de ZQN. Sin embargo el devaluado subgénero de zombies ha tenido suerte al encontrarse con los artífices de esta película. Gracias al largometraje, el culebrón en el que se encontraban muchas muestras recientes del tema vírico, mortal, renacido, etc, por parte de la televisión, los videojuegos y de otras cintas. Ahora respira un poco con este alejamiento lleno de un humor negro y soterrado que dignifica esta parcela del género.
I am a hero es la adaptación de un manga creado en 2010 por Kengo Hanazawa, unos comics de gran éxito en Japón, que aquí traslada con mucho acierto el guionista Akiko Nogi. Shinsuke Sato rueda con un poderoso sentido del ritmo, la puesta en escena y el acabado visual. Es un realizador con una filmografía llena ejemplos de acción, intriga y ciencia ficción. Lejos de abandonarse al hastío de planificar otra peli de catástrofes y no muertos, lo que hace Sato es plasmar con dignidad las imágenes de un guión que podría reventar en cualquier momento. Tras una primera mitad en la que se proporcionan las pistas poco a poco, con sutileza, por medio de informativos o algún enfermo leve. Después sigue un plano secuencia ejecutado con maestría, con el protagonista huyendo de los primeros mordedores, al mismo tiempo que el caos se impone en las calles. El terror no está solo en la casquería, retratada de manera certera pero sin truculencia innecesaria. Con apuntes tan soberbios como el del peatón que graba con su móvil las agresiones que suceden delante suya, toda una declaración de intenciones acerca de lo que debería dar miedo de verdad.
El desarrollo se mantiene con pulso de aventura y una segunda parte más tranquila en apariencia pero que desemboca en unas frenéticas secuencias de luchas. Escenas que no impiden que todavía se reflejen apuntes distinguidos, como puede ser esa sociedad machista a la que se alude, entre los supervivientes que se agrupan en el centro comercial. Las referencias audiovisuales se decantan más por George A. Romero, Alfonso Cuarón, Joe Dante, John Landis, John Carpenter o Franklin J. Schaffner, que por producciones contemporáneas. Pero no se trata de buscar guiños, sino de saber que el armazón narrativo es incuestionable.
Acaso habría que buscar los referentes más claros en el manga del cual procede. Como grita Hideo en una de sus ensoñaciones «¡El manga es la leche!». Algo que se proyecta claro en el juego metalingüístico simple, muy efectivo ya desde la presentación del futuro héroe, un ilusionado dibujante que no ha encontrado todavía su puesto entre los grandes artistas gráficos. Un protagonista que resultará atractivo al público como sujeto común, torpe, inmaduro, incluso algo friki, pero mítico a pesar de todas las adversidades. Un Quijote al que acompaña su escudera Hiromi, todo un logro como personaje femenino que cataliza la acción con verdadera valentía e independencia para ser un rol adolescente.
Más allá de previsibles secuelas que podrá tener el film, esta es una buena oportunidad de asistir a este soplo de aire fresco entre tanta carne putrefacta y desvaríos filosóficos o trágicos por los que deambulan hoy en día, los malogrados zombies de antaño.
Las películas de zombies inevitablemente recorren lugares bastante comunes y quizás eso es lo que deleita al espectador. Hay deleite en ver variaciones sobre las mismas fórmulas y estructuras. Hay que juzgar el género por sus códigos y recetas. Una de zombies solamente se puede comparar con las otras de zombies para establecer criterios y juicios. En mi opinión humilde esta película tiene ritmo desigual y momentos donde se pierde el interés, básicamente porque los protagonistas parecen perseguir un objetivo (subir al Monte Fuji) y luego lo abandonan tras unirse a una comunidad que concidencialmente también carece de objetivo. El hecho de que el virus no afecte del mismo modo a todos los personajes convierte la trama en arbitraria: sin reglas, cualquier cosa puede ocurrir, en el mal sentido, como si se burlaran no del género, sino de ti.
Desde el punto de vista de respeto a los códigos genéricos asignados al cine con zombies, es cierto que se los salta este film. Quizás es el atractivo que posee frente a otras producciones. Aunque ya se los saltaba el manga en el que se inspira. No he podido leer la serie completa de los cómics, así que no sé si ese cambio que se da a mitad del metraje y no llegar al monte Fuji, se debe a la idea de rodar una continuación. Un saludo.