El miedo en todas sus facetas se ha instalado en nuestro mundo. El 11-S marcó de forma contundente el devenir de nuestro tiempo y el miedo ya nunca más se ciñó a lo sobrenatural. Está en todos lados, en los medios y sus noticias, en el recelo que genera el extranjero, en la amenaza en forma de brote vírico o atentado terrorista que está por llegar. Da igual si luego acaece algo de todo ello, lo importante es la presencia constante, el ambiente asfixiante, la alarma a punto de sonar. Pero el miedo es también una fórmula a explotar: da igual si algo es cierto o no, lo importante es el rédito que se le puede sacar a todo ello en forma de hiper consumismo, crisis económica o victoria política. Sí, el miedo ya no es lo que era antaño, ya forma parte de nuestra cotidianidad al igual que internet, el fútbol o el pan que comemos a diario.
El cine de terror naturalmente no ha podido escapar a todo ello. Los viejos monstruos, los mitos tradicionales o los argumentos sobrenaturales casi dan risa a los ojos cínicamente clínicos del espectador que convive a diario con terrores más palpables que los que ve en pantalla. Por ello las viejas historias de fantasmas (y tantos otros argumentos) también se han actualizado, pasando a ser siempre más bien metáforas de la realidad, disfraces clásicos para tiempos nuevos.
Another Evil juega claramente en esta liga, proponiendo una juguetona trama de casa encantada tradicional con visos de comedia negra. Efectivamente el film de Carson D. Mell propone de forma subversiva y desmitificadora todo el entramado tradicional del género convirtiéndolo en una parodia, a veces agradable, a veces ácida, sobre las convenciones del género. Un tramo este que sienta las bases y que introduce de manera formalmente agradable, sin muchas piruetas, un desarrollo que se va a ir enrareciendo progresivamente hasta llegar al meollo del asunto en un segundo tramo donde se deja de lado la cuestión genérica en pos de derroteros más turbios.
Sí, es en esta segunda parte que nos asomamos al subtexto del film a través de la relación cada vez más malsana entre sus dos protagonistas (habitante de la casa y cazador de fantasmas). Una relación que va adquiriendo tonalidades más oscuras e inquietantes de manera que, finalmente se aparca el tema sobrenatural para pisar el terreno pantanoso del miedo primario al otro, al desconocido que dejas entrar en tu casa y que finalmente no es aquello que parecía ser.
Curiosamente es en este punto que Another Evil flaquea de forma bastante ostentosa ya que si bien sus intenciones pueden ser más que buenas e incluso inteligentes, su forma de plasmarlas se antoja demasiado poco sutil, creando una ceremonia de lo obvio que puede llegar incluso a hastiar por lo moroso de su desarrollo. Al fin y al cabo estamos ante lo que vendría a ser una parábola política de la situación política global y más concretamente de la americana (ante lo cual se le reconoce el mérito de ser visionaria). Una denuncia de cómo nos asusta aquello que no entendemos y más concretamente de aquellos foráneos que percibimos con desconfianza cuando no con hostilidad haciendo que depositemos nuestra seguridad en aquellos que, ofreciendo falsa seguridad, probablemente sean peor que aquellos que tememos.