Resulta de lo más curioso lo desapercibido que ha pasado este documental entre crítica y público (incluso siendo nominado en su categoría en los César del pasado año), en especial si tenemos en cuenta lo necesario que se antoja tanto por su contenido como por un optimismo con el que, de modo inesperado, lo termina abordando Mariana Otero, una cineasta que antes de En nuestras manos ya había realizado algún otro trabajo en el formato documental como su Histoire d’un secret, galardonada en 2003 con el Premio especial XX Aniversario en la SEMINCI de Valladolid.
En esta ocasión, Otero cambia de tercio para pasar del seno familiar en Histoire d’un secret, a una empresa de lencería que quebrará, por lo que ante esa situación sus empleados decidirán montar una cooperativa para intentar ponerla en marcha de nuevo. Sin embargo, y aunque en esta ocasión nos encontramos en el interior de una fábrica textil, no queda tan lejano de una familia el retrato que realiza la cineasta gala de una familia, no tanto por las relaciones entre todos los trabajadores (obviamente, unos se conocen y otros no), sino por su modo de abordar el documental haciendo que su herramienta, la cámara, deje de ser transparente en más de un momento, logrando así una mayor implicación por su parte.
Ello lo consigue filmando con una cercanía inusitada, que retrata a las trabajadoras tanto en sus respectivos puestos, como en asambleas e incluso a la hora de comer. De ese modo, logra obtener testimonios sin necesidad de preparar entrevista alguna (todas se suceden in situ, en el propio lugar, sin que haya un espacio habilitado para ello), así como tomas en las que la interacción es habitual, haya cámara de por medio o no, haciendo de ese modo que un ambiente de proximidad se respire en el documental y que todas y cada una de las aportaciones resulten de todo menos forzadas o impostadas.
Ese proceso de creación de una cooperativa despega con celeridad a través de unos impresos donde ellas muestran su conformidad o disconformidad, pues al crear semejante asociación también se comprometen a aportar una de sus mensualidades para que todo pueda avanzar con normalidad. Como es lógico, las dudas surgirán y a partir de ese momento se iniciará un dificultoso proceso que ellas mismas saben puede aislarlas del resto de empleados y empleadas de ofrecer una respuesta ambigua o negativa. Aun así, algunas decidirán guardarse las espaldas ante un proceso que saben será costoso y ante el que se juegan mucho. No en vano, entre ellas hay trabajadoras que llevan toda su vida vinculadas a esa empresa y no barajan un cambio que no les haría ningún bien.
Con el alcance de un acuerdo, los problemas no harán más que empezar debido a la contrapropuesta que lanzará su patrón con tal de intentar seguir siendo partícipe en el negocio sin necesidad de rebajarse a tener que tratar con sus ex-empleados de tu a tu. A partir de ese instante, la incomodidad pasará a ser uno más en esa fábrica debido a la ambigüedad de una propuesta que su jefe plantea y que no tardará en hacer florecer discusiones entorno a la misma, confundiéndolas y sumiéndolas en un mar de dudas que sólo parecen poder despejar algunas voces que sobresalen entre la multitud con fuerza y firmeza.
Una vez rechazada esa propuesta, la elección de un líder se hará necesaria para seguir adelante con un proceso que, entre dudas y debates que nunca van a más (hay un momento en que el delegado le pregunta a una de ellas si se respira mal ambiente, obteniendo una respuesta negativa, lo cual dice bastante sobre las ganas y compromiso de seguir con el proyecto pese a las distintas perspectivas), llegará a una conclusión casi esperada, pero ante la que Otero decide desmarcarse de un modo muy curioso del formato transformando a todos los trabajadores y trabajadoras en protagonistas de un momento musical que, más allá del esfuerzo, las trabas y la tensión sufridas durante el desarrollo de esa cooperativa, rebosa optimismo, dejando así un mensaje repleto de vitalidad que, en tiempos como los que corren, ya es mucho decir.
Larga vida a la nueva carne.