Closet Monster juega ya desde su título a la ambigüedad. Mencionar el monstruo que se esconde en nuestro armario puede hacer fácil referencia a los traumas infantiles que escondemos y a su vez en juego de palabras irónico también al hecho de la homosexualidad reprimida, es decir no salida del armario. Es en estos parámetros pues en los que Stephen Dunn, director del film, jugará constantemente durante el film. El trauma y la condición sexual serán los motores sobre los que la historia pivota.
Una trama que no deja de ser un ‹coming of age› de manual que se mueve cómodamente en el terreno del drama pero que por instantes, y a través de cierta sugestión visual, flirtea sin embudos con el cine de terror. Algo no exento de sentido teniendo en cuenta que una situación de sexualidad reprimida puede ser tan terrorífica como las consecuencias de mostrarla abiertamente.
Partiendo de un doble trauma infantil, la agresión de un homosexual y la separación de sus padres, el protagonista sufre durante toda la película de un proceso en el que debe luchar contra sus fantasmas interiores, sus pulsiones sexuales y su afán por realizarse en su carrera como maquillador de cine. Unas frustraciones que cobran vida a través de alegorías fantasmagóricas, casi alucinada y que solo pueden ser resueltas o exorcizadas a través de los diálogos (que en realidad son monólogos interiores) con una mascota que actúa a modo de Pepito Grillo, soporte y conciencia del protagonista.
Unos vaivenes vitales que se muestran a través de un ‹angst› juvenil trufado de tópicos de género: rabia, frustración y sueños se muestran contrastados, entre la luminosidad de la esperanza por el futuro y una oscuridad latente en recuerdos y relaciones familiares presentes. Un desarrollo que se muestra, aunque cronológicamente lineal, un tanto fragmentado y en evolución constante hacia el estallido final, hasta el clímax.
Closet Monster se despliega pues de manera un tanto tópica, abordando cuestiones, si bien interesantes, de forma un tanto morosa. Se echa en falta quizás un poco más de arrojo, esencialmente en la estructura formal y en lo visual, que plasme de forma más contundente el complicado mundo interior que asola al protagonista. De igual manera su resolución no deja de ser un tanto abrupta, como si todos los conflictos pudieran ser borrados de un plumazo en un solo acto de contrición.
No obstante hay elementos, o mejor instantes, que merecen ser destacados por la brillantez de su poesía visual o, por el contrario, por la crudeza sin tapujos que se muestra. Como Si Stephen Dunn consiguiera dar con la tecla solo por momentos y no llegará a trasladar esos instantes de inspiración a todo el conjunto. Por ello Closet Monster deja el sabor agridulce de film irregular que, aun teniendo muy claros sus objetivos y temas a tratar, nunca acaba de adoptar el tono adecuado. Lo peor pues es la sensación de cierta frialdad, de cierta indiferencia ante lo mostrado. Algo que juega muy en contra de una película que podría tener más relevancia, más calado en su mensaje.