Dentro de la vorágine racista que salpicó al sur de Estados Unidos hasta bien entrada la segunda mitad del pasado siglo XX, la prohibición del matrimonio interracial es, hoy en día, uno de los detalles que más sorprenden. Una persona blanca y una negra no podían tener relaciones ni casarse en hasta dieciséis estados del país americano. Esta disposición estaba basada en ciertos preceptos religiosos que supuestamente afirmaban que Dios separó a las personas por sus razas y que mezclarlas contravendría esta característica divina. Para evitar la prohibición, la pareja no podía recurrir a casarse en otro estado que estuviera libre de dicha ley y luego volver a su Estado de origen. Richard y Mildred Loving lo hicieron allá por 1958 en Washington pero, al retornar a Virginia, fueron arrestados y condenados a un año de cárcel que podían salvar mediante el exilio voluntario.
Así comienza la historia real de este matrimonio que se narra en Loving, película dirigida y escrita por Jeff Nichols. El cineasta de Arkansas es uno de los directores más interesantes que han surgido en Norteamérica durante estos últimos años. De la mano de Take Shelter, la extraordinaria Mud y una menos gratificante pero aceptable Midnight Special, Nichols se ha ganado el derecho a que muchos estemos expectantes con su próximo trabajo tras las cámaras. Y, aunque Loving pueda parecer a priori una propuesta con poco encaje dentro de su filmografía, pronto se descubre que la impronta del director permanece intacta.
En Loving, Nichols echa mano de la puesta en escena templada que tan buen resultado le dio en Mud. Con la inestimable ayuda de su director de fotografía habitual, un Adam Stone que vuelve a realizar un fenomenal trabajo, el cineasta construye el relato a partir de un biopic al uso —por fortuna ausente de trilladas técnicas como hacer que toda la cinta sea un gigantesco flash-back— y le da consistencia desde una perspectiva pausada que sin embargo no hace flaquear el ritmo de su obra. Loving señala todos los puntos interesantes que atañen al matrimonio protagonista, sin centrarse demasiado en crear secundarios más allá del abogado Cohen y siempre teniendo en mente el respetar la fidelidad con los hechos que acontecieron en la vida real.
Es curioso el magnetismo que despierta la pareja conformada por Joel Edgerton y Ruth Negga. Dejando de lado las diferencias raciales, su personalidad parece en principio muy opuesta: Richard es un tipo que se conforma con poco más que su incondicional amor por Mildred, mientras que ella posee un espíritu más ambicioso que le lleva a luchar con insistencia por su derecho matrimonial. La actuación de ambos es sublime, pero el Edgerton de cabeza baja —que recuerda al de otros trabajos— queda aquí ensombrecido por una Negga que para un servidor hasta ahora era desconocida y que clava el papel dulce y honesto de su personaje.
En este sentido, un aspecto que hay que valorar en estas películas que representan una confrontación es el de retratar con acierto a los antagonistas. Tanto los agentes de la autoridad como los jueces y el mismo abogado del inicio dejan claro, de una u otra manera, su rechazo al matrimonio de los Loving. Pero no hay palizas gratuitas ni esa clase de exageraciones que, de haber estado el film en manos de otro tipo de cineasta, habríamos visto sin lugar a dudas. Nichols, quizá por el hecho de redactar el guión bajo la base de unos hechos reales o quizá por sus propios principios cinematográficos, decide que es mejor dejar que el drama fluya por otros vericuetos. Sin duda los afroamericanos sufrirían repetidas agresiones y cosas peores por parte de sus conciudadanos blancos (hoy en día lo seguimos viendo), pero reflejar tales hechos no es el cometido de Loving.
Lo que nos queda, por tanto, es una película que sabe contar con belleza una situación tan dramática como esperanzadora. Así dicho suena muy cursi, pero realmente Loving capta toda la parte buena del amor que siente la pareja protagonista sin entrar en lo empalagoso, por un lado, ni en la brutalidad racista por la otra parte. Un film satisfactorio, lejos de la gran obra que Nichols logró con Mud pero que dignifica con corrección un hecho que, lejos de caer en el olvido, permanece como histórico y clave para el desarrollo legislativo de EEUU.