Comienza 2017 y apagamos el incendio que se forma siempre cuando intentamos ponernos de acuerdo entre los malditos. Un año más la lista tiene un poco de cada uno ya que, aunque cada vez nuestros gustos son más dispares, al consenso se llega siempre aunque tenga una forma extraña. El 2016 nos trajo de vuelta a grandes directores, el siempre apreciado cine de género (cualquiera, no importa, todos nos gustan aunque parezca que el terror sea lo nuestro) y como sorpresa un más que acertado año para el cine español, tanto el desconocido como el más accesible. Orgullosos de un primer puesto inmerso en la animación os invitamos a perderos por estas diez propuestas, las mejores del año… tras una reñida selección en la que todos echamos películas en falta. Disfrutadla.
10 — Corazón gigante — Fúsi (I) (Dagur Kári)
Desde las gélidas tierras islandesas, cinematografía que se encuentra en un excelente estado de forma, aterrizó en nuestra cartelera una de esas películas que desprenden calor, humanidad y ternura, ofreciendo ese abrigo que a veces olvidamos en nuestros armarios. Corazón gigante es una película sencilla y honesta que otorga el protagonismo a uno de esos personajes solitarios que llevan la dignidad por bandera frente a dimes y diretes.
La película narrará desde la sencillez y la ternura las peripecias de este friki. Sus alegrías, sus penas, su ingenuidad, su descubrimiento del amor, sus desilusiones, y por tanto, su alumbramiento a ese mundo adulto no apto para el ejercicio de la bondad y la humildad. El hecho que convierte a Corazón gigante en una película más que notable es su apuesta por reflejar la vida cotidiana de este bonachón sin emitir ningún tipo de juicio de valor ni reivindicación. Simplemente mostrando su realidad cotidiana con una mirada tragicómica, a veces dulce otras amarga, rica en situaciones magnéticas que resultan más que cercanas.
Asimismo la cinta se beneficia de la excelente recreación de Fúsi ejecutada por Gunnar Jónsson quien se mimetiza con el personaje alumbrando con un trazo muy humano un perfil que en otro rostro podría haber derivado hacia la caricatura. Corazón gigante se eleva como una película intachable y conmovedora repleta de buenos momentos, siempre dirigidos con sensatez, buen gusto y delicadeza por Dagur Kári, siendo su principal logro radiografiar con aprecio y una necesaria distancia las miserias y satisfacciones que guían el camino de aquellos que han decidido por su propia voluntad ser felices a través de la compasión y el ejercicio de la solidaridad sin ansiar recibir por ello nada a cambio. [Rubén Redondo]
9 — El extraño – Goksung (I) (Na Hong-jin)
Na Hong-jin es un nombre que nos transporta inmediatamente al mundo del thriller, a los bajos fondos, a la marginalidad urbana y a un despliegue de estallidos de violencia y acción siempre resultantes de una narración desplegada como si del advenimiento de una tormenta se tratara.
Por ello The Wailing supone en cierto modo un punto y aparte. Mundo rural, supersticiones y ritmo pausado se suceden en una investigación que se desplaza de nuevo hacia los bajos fondos pero esta vez los del alma y psique humanas.
Efectivamente Na Hong-jin nos sumerge en una espiral de horror lenta pero implacable donde se somete a juicio buena parte de la sociedad coreana, sus miedos y valores. El director coreano, sin olvidar los códigos del cine de terror, reparte a diestro y siniestro contra la familia, los prejuicios xenófobos, los embaucadores y, cómo no, la inoperancia y corrupción del estamento policial.
The Wailing es pues un salto hacia territorios genéricos novedosos, pero igualmente reconocibles en cuanto a la firma de su autor. Un repaso en toda regla a todo un sistema de valores sociales que se despliega en forma de nihilismo genérico ausente de piedad, repleto de mala baba. [Àlex P. Lascort]
8 — María (y los demás) (I) (Nely Reguera)
El imperdible prescindible. En cada núcleo familiar existe esa persona a la que todo queda por agradecer pero que una atención especial parece excesiva. Quien siempre está y no se espera su marcha. La solución a la pregunta que no hubo tiempo de formular. Una María. Los demás son los que disponen problemas sin una consciencia exacta. Nely Reguera genera una dimensión sencilla y transparente donde todo gira alrededor de esa mujer que no encuentra el punto de partida fuera de la palabra “familia”. Es Bárbara Lennie quien desarrolla con maestría el reflejo de persona testaruda, observadora, compleja, capaz de convertir en verdad una vida que se tambalea. Vemos sus ojos y sentimos a través de ellos.
Una premisa tan común es capaz de conmovernos y divertirnos porque lo cotidiano llega, y lo excepcional siempre está por descubir: es María quien a través de esas personas que se aglutinan tras el paréntesis del título consigue que la rabia insolente y el temor ante esas novedades inesperadas que te arrojan los más allegados nos descubran otro reflejo, el de “familia, por suerte, solo una”. [Cristina Ejarque]
7 — La próxima piel (I) (Isaki Lacuesta, Isa Campo)
Campo y Lacuesta escriben y orquestan, en plena colaboración con un equipo cómplice, esta obra que saca el mejor partido al presupuesto y fotogenia de los paisajes montañosos. Un reparto encabezado por el joven Àlex Monner, flanqueado por actores veteranos que construyen personajes tridimensionales. Un sentimiento tribal que ayuda a la sensación colectiva de una obra que se puede explicar en términos antropológicos.
Todo comienza con el rescate de un miembro perdido del clan que origina el revuelo con su regreso al grupo. En una comunidad azotada por el frío, liderada por Enric (Sergi López) un jefe fuerte que se hace valer ante la llegada del niño desaparecido, ahora casi un hombre. El aislamiento del territorio invernal en el que se adaptan los ritos atávicos, como pueden ser los banquetes después de la caza. También conductas casi endogámicas en las relaciones afectivas de un conjunto de habitantes reducido. Además de las ceremonias de iniciación en la crueldad, proyectadas en los juegos de menores y adolescentes con un perro en el lago. Una película juvenil ejemplar que se desborda al público de cualquier edad. Un tratado sobre la verdad, la mentira, el amor y la vida. [Pablo Vázquez Pérez]
6 — Frantz (I) (II) (François Ozon)
François Ozon da una vuelta de tuerca a sus habituales juegos emocionales con Frantz. Con una puesta en escena perfectamente cuidada y evitando cualquier rasgo banal, el realizador de París construye un drama ambientado en la II Guerra Mundial que, caracterizado por una finura exacerbada y por una llamada a la paz y a la armonía entre los países europeos, consigue situarse entre las obras más significativas de este año.
Dice Albert Serra que la elegancia no consiste en tener el traje más caro, sino en llevarlo con la misma naturalidad con la que usarías un chándal. Ozon cumple con esta idea del director catalán articulando con énfasis y espontaneidad este último trabajo que bien haríamos en situar entre lo más distinguido del cine clasicista que se viene haciendo. Antes muerto que sencillo. [Pablo Castellano]
5 — La academia de las musas (I) (José Luis Guerín)
José Luís Guerín una vez más huye de la industria cinematográfica y decide emprender este proyecto en solitario. Sin avergonzarse ni un momento por las limitaciones económicas, las hace suyas y las luce con orgullo. Sin necesidad de un elevado presupuesto y un gran equipo, introduce al espectador un experimento cinematográfico donde las alumnas de un postgrado de Filología y su profesor Raffaele Pinto comenzarán a ficcionar sus vidas, lo que les conducirá a crear La academia de las musas, con el fin de cambiar el mundo gracias al poesía.
Con una imagen humilde, suprimida de cualquier tipo de floritura, el director centra su mirada en la palabra (elemento principal de la obra): las palabras son la más poderosa arma de seducción. Un análisis del poder del lenguaje, en una película donde conviven de forma natural tres lenguas (castellano, catalán e italiano).
La cámara de Guerín acompañara a los personajes desde un punto de vista objetivo intentando comprenderlos sin juzgarlos. Una obra que toma la realidad para transformarla en una ficción que te hace creer hasta la última de sus palabras, debido a la naturalidad de sus interpretaciones, llegando a despertar en el espectador la duda de si se encuentra ante un suceso real —una película documental—. [Alejandro García]
4 — Elle (I) (II) (Paul Verhoeven)
El gran Paul Verhoeven retorna al cine una década después y lo hace de una manera extraordinaria, con una película que reúne las virtudes de un director siempre dispuesto a afilar los cuchillos tras las cámaras y a darnos justo lo que esperábamos contemplar de su trabajo. En esta ocasión, Elle parte de un horrible suceso —la violación de una mujer en su propia casa— para dar paso a toda una experiencia cinematográfica acerca de los límites del deseo y la provocación. Las motivaciones del ser humano quedan descarnadas mientras aquellos que estamos pendientes de la pantalla esperamos inquietantes para ver cuál es el siguiente acontecimiento que Paulie nos tiene preparado.
Imposible no mencionar aquí a la otra estrella de Elle, quizá más reluciente en el film que su propio jefe: una Isabelle Huppert extraordinaria, que refleja con plena fidelidad el sentido perturbador de la cinta. Evocando a aquella inquietante y memorable mujer que interpretó en La pianista, la actriz francesa es la esencia del pastel elaborado con el sabor de un Verhoeven que se mantiene en plena forma. [Álvaro Casanova]
3 — Carol (I) (II) (III) (Todd Haynes)
Carol se ha posicionado, con justicia, como una de las mejores películas que se han estrenado el año pasado. Narra la historia de amor entre una mujer madura (Carol) y una joven aspirante a ser algo en la vida (Therese), en el Nueva York de la década de 1950.
Filme de estética sombría y sugerente que entona a la perfección con la situación moral de sus personajes. La estructura de la película está sustentada en sólidos pilares narrativos que le permiten alcanzar la credibilidad necesaria de un historia que pretende confesar un amor prohibido. De este modo, las miradas y refinadas gestualidades son utilizadas como recursos expresivos para formar diálogos silenciosos muy delatores.
A destacar, la enigmática labor actoral de Cate Blanchett, en el papel de Carol. Su representación logra crear a un ser ambiguo, culpable y víctima a la vez, que encierra dentro de sí el tormento por la incomprensión de una sociedad castigadora. Su condición no hace más que reflejar las consecuencias del sufrimiento que debe ser soportado en secreto, aquel que sólo encuentra consuelo en vivir momentos que, aunque fugaces, están llenos de intensidad. La fortaleza del filme es, en definitiva, su potente ambientación y la gran actuación de sus personajes. [Víctor Carvajal Celi]
2 — Paterson (I) (Jim Jarmusch)
Paterson narra una semana en la vida de un humilde conductor de autobuses (Adam Driver) de nombre homónimo, que vive en la ciudad de Nueva Jersey homónima. Sin duda, la recurrencia onomástica entre el título, el espacio y el protagonista, así como el componente circular del relato, convierten la película en una inmensa anadiplosis, con lo que se incide en esa cualidad de difícil precisión, denominada “mirada artística”, capaz de llegar a lo más hondo de la existencia, de destilar su esencia —para poder comprenderla o tan solo para atesorarla— sin dejarse distraer por el mundo aparencial. El estilo minimalista y casi abstracto de Jim Jarmusch, concretado en la repetición, el silencio, la elipsis, el fuera de cámara, el estatismo de los encuadres y, en definitiva, la vida que se gasta inadvertidamente mediante miles y miles de gestos cotidianos, encuentra en su último filme el vehículo idóneo de diégesis y epifanía: de estética y ética.
Honesto y emotivo canto existencialista, Paterson dibuja con detalle el perfil del pregonado «Sísifo feliz» de Albert Camus. Y es que su héroe ha encontrado el gozo del amor y la plenitud del arrebato, y sin embargo lleva una existencia gris y anodina en un rincón del planeta no menos gris y anodino. Pero… ¿qué es lo que mide el triunfo o el fracaso? ¿El reconocimiento ajeno o la satisfacción personal? ¿El hallazgo finito o la búsqueda eterna? ¿La belleza o el poder? Decía Rainer Maria Rilke que los deseos son «quedos diálogos/de las horas cotidianas con la eternidad». El creador, de poemas o de música, de muffins o de consejos vitales, de cafés o de pinturas, de hijos desconocidos o de códigos samurái, de cine, establece una conversación continua con el cosmos, para saber, en fin, cuál es el lugar que ocupamos en él. [Elisenda N. Frisach]
1 — El cuento de la princesa Kaguya (I) (Isao Takahata)
Ocho años de trabajo dieron su fruto en El cuento de la princesa Kaguya, la película más larga, ambiciosa y estilizada de Isao Takahata, quien ya adelantó que sería su último largometraje. Y en cierto sentido, es inevitable verla desde esta óptica, como una declaración final que resume una visión artística y filosófica forjada durante cuatro décadas. Muy pronto queda patente que en su retrato de la princesa Kaguya está el de la heroína constante del autor, que ansía liberarse de las cadenas con las que le oprimen su ambiente y las expectativas en torno a ella.
La que nos ocupa es una obra profundamente trágica y humanista, un hermoso canto a la libertad individual que Takahata recrea en la película a través de un personaje principal fascinante, mimado hasta el más pequeño detalle. También en su vertiente visual, conformando una pieza de delicada orfebrería dibujada en trazos y coloreado sencillos, y una animación plástica y expresiva que refleja con igual belleza el costumbrismo, la fantasía y la abstracción emocional pura. El cuento de la princesa Kaguya es sin duda un hito en la expresión animada y tal vez el canto de cisne más bello que ha dado el cine. [Javier Abarca]
Excelente top; muy español, además :)