La 54 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón venía marcada por los numerosos recortes sufridos en su presupuesto, o al menos eso valoraba constantemente su director Nacho Carballo en toda rueda de prensa que acontecía a los días previos de la inauguración del certamen. El clima enrarecido venía también auspiciado por un concurso público abierto en las mismas fechas para escoger al nuevo director, siempre con una retahíla de contubernio político entre gobierno y oposición locales, en el que Carballo aseguró presentar su candidatura para la reelección. Pero, fuera de todos estos problemas gubernamentales conviene destacar lo puramente cinematográfico, que es lo que a día de hoy aún convierten al FICX en uno de los certámenes más prestigiosos del país. Comencemos con el plato fuerte de la programación, una Sección Oficial en la que se intentó mantener unos visos de calidad que así atestiguan los galardones concedidos por el palmarés del jurado internacional: la búlgara Glory, dirigida por Kristina Grozeva y Petar Valchanov, sería una de las grandes triunfadoras, llevándose el premio principal al mejor largometraje además de guión o el concedido por la asociación de críticos FIPRESCI; la historia de un anónimo trabajador ferroviario siendo víctima de un sistema político corrupto encandilaría al respetable hasta el punto de considerarse la gran vencedora del certamen. Pero si hubo una ganadora moral, esta sería Manchester frente al mar, el drama intimista del norteamericano Kenneth Lonergan que en su imparable carrera hacia los Oscar se llevaría en Gijón dos de los premios importantes: el Premio Especial del Jurado y el esperado galardón a un Casey Affleck quen lleva semanas llevándose laureles por todo el mundo por este papel. Del resto de la Sección Oficial cabe destacar las también premiadas The Teacher del checo Jan Hrebejk, que conseguiría el Premio Gil Parrondo a la mejor dirección artística y el respectivo a su banda sonora, así como dos reconocimientos a dos de los pesos fuertes de la sección: la compensación al Paradise de Andrei Konchalovski, película que muchos vieron como potencialmente ganadora, premiando la impresionante labor femenina a Julya Vysotskaya y la decadente fotografía en blanco y negro de Alexander Simonov, o la concesión del importante premio al mejor director para uno de los grandes nombres siempre ligados al Festival, Brillante Mendoza por Ma’ Rosa. Del resto del palmarés fuera de la Sección Oficial se podría destacar a el premio AnimaFicx a la canadiense Window Horses de Ann Marie Flemming proveniente de Canadá, mismo país del corto ganador Oh What a Wonderfull Feeling de François Jaros; los premios del público alabarían la buena acogida de la cinta teatral mexicana Almacenados, de Jack Zacgha o la francesa Rosalie Blum en la sección Rellumes.
Ya entrando a analizar propuestas de las secciones paralelas de esta edición, cabría destacar la creciente acogida de la sección Animaficx, que trajo consigo agradables proyectos como la cada vez más reivindicada La tortue rouge, el Revengeance de Bill Plympton (otro de sus importantes nombres anexos al festival) o el pseudo-documental Tower, que causarían las delicias del público. Dentro de Rellumes, además de la ya mentada Rosalie Blum, de la que mucho se habló en los pasillos, también causaron una gran acogida La luz incidente de Ariel Rotter o La mécanique de l’ombre de Thomas Kruithof, quien parece emergerse como uno de los futuros nombres del cine galo como demostró la buena acogida de su ópera prima; en la misma sección destacar también Radio Dreams, con la banda real Kabul Dreams (primera banda de rock de Afganistán, o así se auto-promocionan) como protagonistas, o Rosa Chumble, una propuesta dramática ambientada en la suburbial Lima venida del peruano Jonathan Relayze que al igual que Kruithof estuvo en Gijón defendiendo su trabajo. El ciclo Enfants Terribles, sección clásica del Festival en la que el certamen pretende homenajear a sus inicios como evento fílmico destinado al público infantil, volvió a llenar las salas repletas de jóvenes de varios institutos de la ciudad con películas con enorme prestigio de calidad como Savva de Max Feedy o Cigarrettes et chocolat chaud que de hecho se llevaron los galardones que los propios estudiantes concedieron con sus votos. No conviene olvidar la sección Llendes, donde destacaría la cinta francesa Isola, de Fabianny Deschamps (quien también presentó su trabajo en Gijón), que al igual que algunas de las piezas claves de Gran Angular (como Aquarius, con una impresionante Sonia Braga, o Toni Erdmann, una de las cintas europeas más galardonadas de la temporada), venían precedidas de su paso por el Festival de Cannes.
Fortalecida por otras secciones habituales como el Gran Angular Asturiano, que pretende dar cabida a los jóvenes realizadores de la comunidad, la experimental FICXLAB, centrada en la rama más innovadora de lo audiovisual, o la ya clásica Géneros Mutantes, el toqueteo del FICX con el cine fantástico que rescataría algunos hits del pasado Sitges como The Neon Demon o Train To Busan, el Festival Internacional de Cine de Gijón se vería apoyado por un público que llenó las salas durante los días de proyecciones; el certamen continuó con su apuesta por un cine minoritario y vanguardista, seña de identidad que este año ha tenido que defender en una complicada situación institucional que atañería a los ya mencionados problemas de presupuesto y el discutido puesto de Carballo por su gestión en ediciones anteriores, concurso público para un nuevo director mediante, que no impediría que durante 8 días Gijón se vistiese de cine y diera cabida a las propuestas más interesantes de la cinematografía indie del momento.