Siempre he tenido la sensación de que los cineastas españoles que permitieron el despegue de ese otro cine español que empezó a fraguarse en los años cincuenta en nuestro país, tuvieron como esencial referencia a la hora de acometer su cine las obras originarias del séptimo arte italiano. Así, el cine español debe parte de su esencia y doctrina a esas obras emergidas del país de la bota, tanto en un sentido dogmático como espiritual. Algo no que no nos debe extrañar, pues tanto España como Italia son dos países hermanos, con una idiosincrasia plena de mimetismo donde la picaresca, la sátira, el instinto de supervivencia, la evolución política y económica así como el carácter burlesco que acompaña a sus clases populares parecen confundirse sin necesidad de petición de pasaporte.
En este sentido, contemplar una película como Il mantenuto (ópera prima como director de uno de los monstruos de la comedia italiana como Ugo Tognazzi) resulta una experiencia nostálgica y muy agradable. Sobre todo por el hecho de tocar los resortes de la memoria, recordándonos pues a esa comedia española producida en los años sesenta dirigida por nombres como Pedro Lazaga, José María Forqué o el propio Mariano Ozores de sus inicios. Una comedia pícara, divertida y desenfadada que conectaba al cien por cien con el público de la época. Un público que acudía a las salas de cine con el deseo de pasar un rato entretenido y divertido, contemplando los avatares en los que se inmiscuía uno de esos pobres desgraciados, pertenecientes a esa pujante clase media brotada de los mimbres del desarrollo económico de los sesenta, marcados por su carácter bondadoso carente de avaricia. Un talante que era aprovechado por unos compañeros de viaje truhanes y maliciosos que utilizando perversas armas, sacaban tajada de un protagonista demasiado bueno para sobrevivir en los parajes de la España de los sesenta.
No me cabe duda que los nombres mencionados en el párrafo anterior captaron parte de su arte absorbiendo los paradigmas de la sublime comedia clásica italiana, a la cual pertenece la obra novel de Tognazzi. Unos paradigmas que se apoyaban en el enredo, la espontaneidad y socarronería, la confusión de personalidades (punto inherente asimismo del cine del maestro Ernst Lubitsch) y en otorgar el protagonismo a uno de esos personajes afectados por su falta de brillo en el sentido de conquistar la atención de sus vecinos y colegas, alguien con quien resultaba muy fácil empatizar por su tonalidad desgraciada.
Todos estos ingredientes condimentan el contorno y el espíritu de Il mantenuto. Así, la cinta narrará las andanzas de uno de esos hombres grises incapaces de despuntar socialmente pese a sus esfuerzos. Ese Stefano Garbelli (Ugo Tognazzi) que ve pasar con tristeza sus días como empleado sin cargo en una empresa farmacéutica situada en Roma, donde su presencia pasa más que desapercibida pese a sus intentos de hacerse notar tanto a la dirección como a la bella y ambiciosa Carla, la secretaria del director general de la empresa que utilizará la bondad de Stefano en su propio beneficio comprometiendo a nuestro héroe en un turbio asunto sindical del que nadie quiere responsabilizarse para no manchar su imagen ante la gerencia de la empresa.
Sin embargo el vacío presente en la existencia de Stefano se interrumpirá una noche en la que saca a pasear a su perro. Pues la presencia de Stefano será aprovechada por Daniela, una prostituta que ejerce de forma independiente su oficio por los barrios romanos, señalando a Stefano como su protector para ahuyentar de este modo a los proxenetas que controlan el barrio y que pretenden atraer hacia sus fauces a la bella Daniela. De este modo, Daniela se presentará a Stefano como una enfermera que trabaja en el turno de noche, ganándose así la confianza y simpatías del gris empleado. Ello despertará en Stefano una incipiente atracción hacia Daniela, mujer a la que observará como esa musa capaz de vencer su triste deambular por este insípido mundo.
Todo este enredo y confusión de personalidades será alimentado con un par de subtramas adicionales que impregnarán de sal y pimienta el desarrollo del film. Por un lado la aparición de Amalia, una viuda de mediana edad (más mediana que joven) que ha heredado un próspero supermercado y que observará a Stefano como una presa fácil a la que conquistar. Por otro, los problemas que suscitará a Stefano tanto su reclamación sindical como el hecho de ser confundido como el protector de Daniela a ojos tanto de los mafiosos que controlan el lugar como de los de la policía, quienes tratarán de hacer caer en una trampa a un Stefano que desconocerá el origen de esas sospechas e intrigas ligadas con la aparente honorable profesión de su novia enfermera.
Il mantenuto se eleva como una de esas típicas comedias italianas de los años sesenta que sirvieron de paradigma para el amanecer de la comedia española surgida en esa misma década. Tognazzi demostró que todas las enseñanzas adquiridas en los rodajes junto a los grandes maestros de la comedia a la italiana fueron aprovechadas. Así, la película goza de una impecable y elegante manufactura lograda a través de unos encuadres perfectamente planificados y de un montaje que no hará ascos a introducir ciertas ensoñaciones oníricas y surrealistas que permiten explotar igualmente cierto enfoque social cargado de pesimismo nihilista que culminará con esa espectral e inquietante escena con la que Tognazzi decidió cerrar su ópera prima. Sí, porque a pesar de su revestimiento de comedia de situación costumbrista que explota el embrollo y la mala suerte que castiga los pasos de ese Stefano ajusticiado por su malaventura, Il mantenuto esconde bajo su disfraz una poderosa metáfora; aquella que nos recuerda que a pesar de nuestros esfuerzos por prosperar quienes no contamos con la gracia de los poderosos y de la simpatía social innata, estamos condenados a vagar sin pena ni gloria por los caminos del reconocimiento social aunque nos rebelemos ante esta desgracia.
Ciertos parajes de la película recuerdan sin duda a El apartamento de Billy Wilder. Il mantenuto fue rodada por Tognazzi un año después del alumbramiento de la obra maestra del autor de Irma la Dulce, y no me cabe duda que algunos tramos del guión contaron con la inspiración de esta cinta cumbre del séptimo arte, siendo ese Stefano una especie de representación a la italiana del C.C. Baxter creado por Wilder e I.A.L. Diamond —muy clara resulta esta influencia en la secuencia en la que Stefano se presta a disponer su apartamento como lugar de cita entre el director de la empresa y su secretaria Carla—.
De este modo, el debut de Tognazzi como realizador resultó una tragicomedia aliñada con una mirada descreída y muy pesimista que lanzaba un grito desgarrador alrededor de esa etapa de bonanza y progreso económico ligada al incipiente desarrollismo italiano de los años sesenta. Una etapa oscura que permitió el nacimiento de toda una serie de amoralidades y perversiones que acabarían desembocando en una bolsa de corrupción económica y social que aún se hace sentir en pleno siglo XXI. Una era en la que el fin justificaba los medios y en la que el éxito y el ascenso social se alzaban como vellocinos de oro que había que alcanzar a cualquier precio. Una década que dejó un rastro de cadáveres insatisfechos con su propia vida. La de unos grises funcionarios cuyo desempeño era reducido a simples números y mecanización de tareas. Un camino que fue recorrido en medio de una sociedad construida bajo los designios de la prostitución. Pues las prostitutas protagonistas de Il mantenuto alumbrarán como las únicas figuras decentes y fieles en medio de un mar de alimañas sin sentimientos que no dudarán en prostituirse y arrastrarse por el fango con el único fin de alcanzar sus adulterados e hipócritas objetivos.
Por todo lo expuesto, Il mantenuto se muestra como una obra más que interesante y visionaria que merece sin duda la pena revisar.
Todo modo de amor al cine.