El cine de no ficción es el gran marginado por la mayoría de salas comerciales de este país, pero también es el lugar donde encontramos las obras más interesantes y los cineastas que siguen buscando nuevas formas de expresar a través de imágenes. Un género que se caracteriza por la libertad plena del realizador, proyectos que se caracterizan por la autoproducción, lo que permite que artista no sea dominado por los intereses de la industria. Dentro de este cine en nuestro país destaca Andrés Duque, nacido en Venezuela y que tras trabajar unos años como periodista decide trasladarse a España, dando inicio a su filmografía en el año 2004 con el documental de 56 minutos Ivan Z.
Su primer documental es un retrato del cineasta de culto Iván Zulueta, en esta obra Andrés Duque nos introduce en el interior del hogar del director para mostrarnos su parte más personal, el proceso de creación, sus fetiches y como todo lo que le rodea termina influyendo en su obra. En esta primera obra Duque ya comienza a destacar por su capacidad de acercarse al personaje y generar la confianza necesaria para profundizar en su interior. Descubrimos todas las facetas artísticas de Zulueta, algunas heredadas de su madre. También observamos en esta obra como la mirada de Duque y de Zulueta se contraponen, desprendiéndose de su mirada por unos minutos para centrarse en la de Iván Zulueta (esta acción volveremos a encontrarla años más tarde en otra de sus obras) al filmar un muro rodeado de verde. Poco a poco la conversación Zulueta va encaminándose a descubrir los entresijos de su obra más importante Arrebato, lo que permite al espectador conocer en mayor profundidad la conexión que existe entre su obra y su vida. Este documental fue nominado a los Premios Goya como Mejor Cortometraje Documental.
Un año después en el 2005 realiza un cortometraje documental de 26 minutos en las calles de Barcelona Paralelo 10. En esta obra nos muestra la extraña coreografía que realiza diariamente una mujer filipina. Andrés Duque observa a la mujer realizar sus pasos, sin juzgar en ningún momento ni siquiera busca comprender, simplemente admira la belleza de sus movimientos, las sombras que refleja sobre el asfalto, los movimientos de sus brazos, los sonidos que provoca al golpear el suelo. Una voz en off nos sitúa en ciertos momentos, con un mínimo de información y con pequeñas reflexiones. De nuevo Duque muestra tener una mucha empatía y la capacidad de retratar con gran naturalidad.
En su siguiente obra Landscapes in a Truck realizada en el 2006, aparta un poco la mirada del ser humano para centrarla en el entorno y como las personas nos relacionamos con él. Esta obra es importante en su filmografía, ya que podríamos considerar que unifica los dos terrenos más importantes de la filmografía de Andrés Duque: el video-diario y el retrato. En este film comienza un viaje por la geografía española, lo que podríamos considerar como un proyecto etnográfico que profundiza en los comportamientos propios de los habitantes de cada zona, en la unión de la persona con el paisaje. Un film de 38 minutos con momentos de gran belleza en un recorrido por distintos paisajes.
En el año 2007 muestra su primer acercamiento a la ficción La Constelación Bartleby un proyecto realizado para la I Muestra de Cine y Espacio. Una obra donde muestra uno su interés por el cine de montaje, en un ensayo a través de citas literarias y distintas imágenes desconcertantes, que nos introducen durante 23 minutos en otro mundo a través de recursos de este mundo. Los grandes maestros del cine ya sabían que, para viajar a otro planeta, no es necesario efectos especiales o grandes decorados, sino que ese viaje es más eficaz generando ese clímax con los recursos de nuestro día a día. Duque nos recuerda esta lección, ya que parecía olvidada.
En el 2011 realiza su primer largometraje, provocado de forma fortuita al sufrir un accidente que le impedirá salir de su casa durante un tiempo, en ese periodo Duque buceó por todo el material rodado durante 8 años, encontrando en esas imágenes su próxima obra Color perro que huye. En esta obra donde se encuentran presentes las influencias de Jonas Mekas y sus video-diarios, Duque reconstruye de forma descontextualizada todas las imágenes rodadas que intercala con otras imágenes de archivo o diálogos de películas entre las que destaca Memorias del subdesarrollo de Tomas G. Alea. Andés Duque observa a través de la ventana que es su ordenador, sus distintas vivencias en ese periodo y a través de estas imágenes el realizador reflexiona sobre su vida y sus viajes. Una obra donde invita al espectador a sumergirse en su mirada para vivir sus mismas experiencias en un orden diferente.
Su próxima película Ensayo final sobre la utopía realizada en el año 2012 vuelve a tomar la forma de video-diario en un viaje, en esta ocasión Duque firma de forma sensorial dejándose arrastrar por sus vivencias y las distintas situaciones, haciendo uso también de imágenes de archivo Duque nos arrastra a través de su silencio, pasando del alboroto y la musicalidad al silencio y la reflexión…
Por último, hasta el momento su obra Oleg y las raras artes realizada en el 2016 donde retoma el concepto de retrato de sus primeras obras. Donde vuelve a centrar su mirada en un personaje extraordinario que bordea la línea entre el delirio y la genialidad. Andrés Duque tiene la capacidad de perfilar con gran sensibilidad y sencillez el retrato de un personaje complejo como si estuviera pintando un cuadro a base de suaves pinceladas a lo largo de 70 minutos. Duque demuestra una gran empatía, con la que consigue transmitir al espectador, su misma mirada de comprensión y asombro. Oleg es un incomprendido, pero en esta incomprensión esta su genialidad.