La construcción de monumentos colosales siempre ha ido de la mano del hombre a lo largo de la Historia. Quizá el motor de esta actividad megalómana no sea otro que el de medir su grandeza por sus obras. Algo así como, siendo conscientes del devenir del tiempo y de la destrucción de todo lo que este causa, quisiéramos reafirmar nuestra magnitud en las propias ruinas de lo que algún día fuimos capaces de levantar. En otros términos, es como si el hombre, ante los restos de lo que un día fue excelso y colosal, se dijese a sí mismo: ¡Qué grandes hemos sido!
El director Marcos Carnevale vuelve a dar muestras de lo que el cine argentino es capaz de hacer. Con El espejo de los otros (Argentina 2015), el realizador argentino nos sitúa ante dos ruinas de algo que en su día fue extraordinario pero que, como todo, ha terminado tocado por la decadencia. La primera de ellas se corresponde con el propio escenario donde tiene lugar la narración. Carnevale sitúa al espectador ante los vestigios de lo que parece haber sido una catedral en el pasado. Toda acción que tenga lugar en el film está relacionada de manera directa con unos escombros de lo que se infiere que fue una soberbia obra arquitectónica, suponemos que dentro de la cual se llevarían a cabo actos solemnes y pulcros, y que ahora se ha reducido a recoger en su espacio, convertido en restaurante de una sola mesa, a una serie de esperpénticos personajes que acuden a este lugar para realizar una última cena. La segunda ruina que nos ofrece Carnevale son los propios personajes que habitan este misterioso lugar. Pintorescos todos ellos, parecen haber sido afortunados tiempo atrás, pero ahora muestran apenas una personalidad en la que se intuye que alguna vez fueron notables y felices, pero de lo que ahora les queda una alta cantidad de fatalidad así como una agria nostalgia del pasado. Si la prosperidad del edificio ha dado lugar a unos restos apilados, también las actividades sacras que se realizaban en el mismo han sobrevenido en unas situaciones caóticas y excéntricas marcadas por la desdicha.
Mediante una combinación de comedia aguda y drama, Carnevale parece estar diciéndonos que es en esta decadencia, tanto física como emocional, donde reside la importancia de lo humano. Una apología del ocaso, una defensa de lo que ha caído. Como si esa ausencia de techo protector que uno de los comensales busca y no encuentra hiciera más valiosa la propia vida del desamparado: «hoy si llueve, te mojas». En la película se desarrolla el siguiente diálogo: «Entonces vi a Borges y le pregunté: ¿por qué no se mira en los espejos? Y me respondió: ¿Para qué repetir lo intrascendente?» Estas palabras, más allá de hacer referencia al título de la obra, terminan adquiriendo dentro del film un significado que ensalza lo trivial de todo reflejo en el cual siempre miramos. Es el personaje venido a menos que interpreta Graciela Borges quien está continuamente observando las imágenes registradas de los clientes del restaurante mediante cámaras ocultas, alimentándose así permanentemente de las emociones que le producen el reflejo de lo intrascendente que supone la condición humana. El personaje de Graciela está, a fin de cuentas, viendo la gloria de todos aquellos clientes a través de las ruinas que de ellos quedan.
El mensaje, a pesar de este tratamiento de lo humano, no es en absoluto pesimista. Carnevale está mostrando en cuatro pequeñas historias de aquellos que acuden al restaurante a cenar, así como de manera directa en la relación entre la familia que dirige el local (concretamente en un mensaje vitalista del dueño a su hijo) que la vida ha de ser vivida, para después caer. Que el camino le has de recorrer tú mismo hasta que te agotes. Que las etapas de una vida han de ser quemadas en su justo tiempo porque de todas maneras vas a acabar siendo ceniza. Es así como esta obra constituida por una técnica aparentemente simple pero de diálogos complejos transmite un mensaje atemporal y que siempre viene bien que sea recordado. Una película cuyo primer acercamiento será visceral, en el que el espectador reirá y sentirá lástima a partes iguales durante sus dos horas de duración, pero cuyo poso ascenderá poco a poco del estómago al cerebro, dándole vueltas al alcance de significado del film durante varios días, motivado a dejar en un futuro unas ruinas lo más grandes que puedas.
Quisiera destacar desde mi más humilde opinión, que no sentí estar viendo un film cinematográfico, sino más bien, estaba sentada en primera fila, sola, disfrutando de una obra de teatro.
Exquisita.
«Crees que el amor se muere con la muerte» mas allá, BRAVO! excelente comentario a la pelicula, le agregaria que además de tratar sobre la miseria del hombre y las etapas que van culminando a medida del paso del tiempo, suma la grandeza y eternidad que me puede nacer en las relaciones humanas sin importar defectos, los cambios personales y sobre todo sus errores de naturaleza, entrañable dialogo. Bravisimo
Pablo Castellano, mis mas profundos respetos.