Godless (Ralitza Petrova)

Godless-1

Godless va camino de ser una de las películas de la temporada tras llevarse, con un margen de apenas diez días, los premios más importantes del festival de Locarno y justo a continuación el de Sarajevo. Y en ambos caso, con cierta crítica echándose las manos a la cabeza por la concesión de ambos galardones.

No quiero detenerme mucho en la materia, pero el hooliganismo de algunos críticos profesionales ante la entrega de premios de varios certámenes durante el 2016 ha sido deleznable. Que personalmente considere que un premio a mejor película a concurso como Godless sea excesivo no desmerece su propuesta, ni da para hacer una encendida crítica-bomba contra su directora, el jurado o el festival, que es lo que lleva ocurriendo primero en Cannes (las burlas al cineasta Xavier Dolan a la hora de recoger el premio del jurado fueron lamentables) y luego en Locarno, por un segmento de la ‘crítica seria’ más interesado en galardones, cotilleos y fiestas, con el foco puesto en las secciones oficiales más que en sumergirse en lo profundo del festival de turno.

Pero vayamos con Godless, que hay mucho que comentar y divagar.

La historia nos sitúa en una Bulgaria devastada moral y económicamente, donde una mujer de los servicios sociales se dedica a robar la documentación a los ancianos a su cuidado para venderlos a una organización criminal encabezada por un jefe de policía.

Godless-2

Toda la película está envuelta de un cinismo tan insoportable como irrespirable para sus personajes e incluso el espectador. Sin embargo su directora consigue huir del ‘tremendismo dramático’ en su parte final con una ligera evolución del personaje principal y la relación que tiene con uno de sus personajes.

Pero más allá de todo esto, lo que se atisba es un personaje que ya no tiene la capacidad de amar. Sólo es un trozo de carne que devora como única posibilidad de no caer al pozo. Bulgaria queda retratado como un lugar fúnebre, con una generación prisionera de sus miserias morales donde hacer el bien no trae recompensa alguna, donde la corrupción, por ponerle un nombre, está impregnada en los todos estamentos sociales, en cualquier parte o trabajo y es imposible escapar de él, sólo queda ser víctima, ejecutor o testigo mudo.

Por otro lado, formalmente podría resumir la ópera prima de Ralitza Petrova como una intensa búsqueda por construir un relato, una película, con la mínima cantidad de elementos. Esta manera de entender el cine lo lleva al extremo, tanto a la hora de planificar como a la hora de contar la historia. Su directora decide contar con actores no profesionales, intentando capturar la autenticidad de cada personaje, según contaba en una entrevista. Godless está producida, además, y no habría que olvidar este detalle, por la productora Rossitsa Valkanova, auténtica animadora cultural si hablamos del cine, no sólo búlgaro, sino de la región (la rumana Aferim! o la macedonia I Am From Titov Veles, por ejemplo), una mujer que se ha encargado de algunos de los proyectos más arriesgados de los Balcanes, con una mirada entre crítica con la sociedad contemporánea y buscando siempre a cineastas con una visión formal que encaje en los desechos del comunismo y el sueño convertido en pesadilla de un capitalismo salvaje.

Gana, nuestra protagonista, es un mujer que inicialmente nos parece cuanto menos fría con sus pacientes, a los que roba tanto medicinas para drogarse como sus pasaportes para venderlos al mercado negro. Su degradación moral le lleva incluso a ser partícipe de un asesinato, hasta que de pronto encuentra a Yoan, un hombre mayor al que roba su carnet de identidad que pasa las tardes en un coro cristiano, por mucho que él mismo no crea en nada, sólo en si mismo.

Godless-3

Yoan es mostrado como un cínico individualista pero sin maldad. Su pasado está lleno de desgracias e injusticias (20 años encarcelado por el comunismo búlgaro) y se aferra a sus clases de canto. Entre ellos surge una empatía que la propia Gana no sabe gestionar ni entender. Podemos simplificarlo en que, por primera vez en mucho tiempo, Gana ama. La vida, las canciones de Yoan, su compañía.

Estos momentos salvan al relato de lo que antes he llamado como tremendismo dramático, que es cuando algunos cineastas deciden mostrarnos un mundo cruel, perverso, donde los protagonistas son hostigados (y hostiados) por la vida y por todos los que les rodean. Su finura también tiene mucho juego, y para un servidor es lo mejor del relato. Sigue impregnado de un cinismo perverso, pero hay un cambio que no hace falta comentar en estas líneas. Incluso hasta cierto punto y bien mirado, su final puede entenderse como una pequeña esperanza para la sociedad búlgara.

Godless es una película búlgara que crece en mi memoria mientras escribo sobre ellas. No obstante me resultó una cinta donde tardé en entrar en su tono (pero siempre digo lo mismo, no sé hasta qué punto esto es culpa del propio filme o de mi persona), y donde la repetición de actos y acciones acabó estancando su primera parte. Pero lo que no hay que negar es que está siendo un fenómeno festivalero (que no es ni bueno ni malo ni significa gran cosa) que divide en dos tanto a la crítica como a los espectadores.

Sí, me parece que Godless no debía llevarse el Corazón de Sarajevo habiendo otras cintas como Scarred Hearts, pero los premios no deberían ser la razón de ser de un festival. Deborar 70 películas en una semana sin capacidad de análisis o crítica, sólo devorando, es tan perjudicial como irte a un certamen y ver su sección oficial y olvidarte de todo lo demás.

Godless-4

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *