La adolescencia es quizás la etapa de mayor conflicto familiar, Adelaida vive con sus padres en Bogotá. La familia se desenvuelven entre las habitaciones del hogar, mostrando al espectador los rincones de su intimidad. Lina Rodríguez presenta un retrato intimo de la vida familiar, situaciones que todos conocemos, pero que bajo la mirada de la directora se consigue profundizar en ellas. Una obra austera, que goza de una naturalidad única, con maestra interpretación que te sumerge en lo más profundo de la relación familiar. Obligando al espectador a mirarse a sí mismo y ser consciente de cada momento que desaprovecho. El tiempo sigue pasando, y mañana a la misma hora todo puede ser distinto.
En los primeros minutos Lina Rodríguez convierte al espectador en testigo de la relación familiar, con un cuadro de Adelaida junto a su padre tumbados viendo la televisión, mientras su madre se encarga del trabajo domestico. Todas las responsabilidades recaen de la madre, haciendo que la relación con su hija se encuentre entre continuas tensiones, provocadas por sus intentos de organizar la vida familiar. Mientras que la relación entre Adelaida y su padre, al encontrarse ausente de responsabilidades domesticas, está exento de tensiones, generando aparentemente una mayor conexión con la hija. En plano fijo consigue construir a los personajes y las relaciones entre ellos, de forma sutil, a través de este cotidiano momento familiar.
Las obra muestra los problemas de comunicación que tienen las personas a la hora de comunicarse, cosas que no decimos por no hacer daño, por no recibir una respuesta negativa o por no generar tensión… Pocas veces se habla con claridad de lo que sientes, sobre todo en la adolescencia queda presente esa incapacidad de comunicarte dentro del hogar, sentir que no se comprende lo que sientes y que de nada sirve expresar tus emociones. La necesidad de escapar, de conocer nuevos lugares en el exterior, es el momento de alejarte de tu hogar, para comenzar a conectar con nuevas personas ajenas al núcleo familiar.
Un fundido a negro y el resonar de una canción, anticipan un trágico acontecimiento al día siguiente.
Los rostros de distintas personas nos anuncian, sin necesidad de palabras que alguien no volverá, los rostros de Adelaida, junto con otros, muestran incomprensión, ante lo impredecible del futuro. Nunca sabes cuando será el último momento junto a una persona, cuál será el último cumpleaños, el ultimo abrazo o el último «hasta luego». De la noche a la mañana todo ha cambiado, pero el tiempo no espera a nadie, todo sigue en movimiento aunque esa persona ya no este. Hay que seguir avanzando aunque esa persona, tan importante se haya quedado atrás en el camino. El tiempo pasa muy rápido, sin dar muchas oportunidades para decir lo que realmente sientes.
Un espejo que refleja a través de la pantalla, los comportamientos que desde la perspectiva que da el cine, pueden llegar a parecer incluso irracionales. Un grito para liberarnos de las cargas y candados que nos imponemos. Aprovecha cada minuto, se tu mismo porque nunca sabes que sucederá mañana. Valora lo que tienes, porque cuando falte te darás realmente cuenta de su valor. La carga de la mujer obligada a mantener el hogar, la que pide que tires la basura, la que te dice que estudies… La que siempre está allí, aunque no aparezca en pantalla. Porque su ausencia manifiesta con mayor fuerza, la dependencia que existe hacía ella. Mañana a la misma hora, de nuevo padre e hija se encuentran tumbados en la cama, pero algo ha cambiado, la ausencia de la madre, la hace presente con mayor intensidad en sus miradas, que antes se encontraba perdida en la luz parpadeante del televisor.
Perversa película. Los 85 minutos mas perdidos de mi vida. No la recomiendo.