Hoy en día, nuestra realidad es construida desde los platós, da la impresión que aquello que no vemos por televisión, simplemente no existe. Siempre se ha dicho que una de las armas más poderosas que tiene el poder es el miedo (solo basta ver a Ramsay Bolton en Games Of Thrones) y los medios de comunicación son especialistas en construir ese clímax de terror. Los noticiarios nos bombardean continuamente con sucesos terribles, que no se alejan demasiado de la ficción que realizo Jaume Balagueró y Paco Plaza en [REC]. El grueso de noticias, de un día cualquiera, está repleto de: asesinatos, robos, corrupción, guerras, enfermedades, mafias… Todas estas noticias configuran en el imaginario colectivo una realidad, que por lo general es muy distinta, conduciendo a muchas personas a pensar que vivimos en un mundo horrible, donde en cada esquina pones en juego tu vida. Una situación similar es la que vive Beto el protagonista de Parque vía el primer largometraje de Enrique Rivero.
Beto trabaja como criado cuidando de un caserón a tiempo completo. Encerrado entre paredes, pasa los días y noches en una constante soledad. Exceptuando las visitas rutinarias, que una vez por semana le realiza la misma mujer, con la que desfoga su necesidad de contacto físico. Después de muchos años de cautiverio, el mundo exterior se ha vuelto algo completamente ajeno. Su única ventana hacía el mundo, es la pantalla del televisor que le acompaña en sus largas noches. La realidad distorsionada, que aprecia desde el cristal, le hace reafirmarse en su idea de que es mejor estar solo en un silencio permanente. Este miedo, le lleva a confinarse en el interior, centrándose en su rutina diaria, dando por seguro que siempre estará mejor dentro, que fuera del caserón. Las condiciones del trabajo le obligan a dedicar la totalidad de su tiempo, aislándolo y conduciéndolo a un trastorno y desprecio hacia la sociedad. Seguramente por necesidad Beto acepto el trabajo, entregando «su alma al diablo» conduciéndolo a su destrucción como persona para convertirse en un esclavo.
Como en una especie de síndrome de Estocolmo, Beto es incapaz de imaginar, una vida fuera del caserón, tanto es así, que cuando llega el momento del finiquito tras 30 años trabajando. Cae en la desesperación, no sabe vivir alejado del caserón, lo único que sabe hacer es trabajar, no tiene ningún otro objetivo en su vida, más allá de seguir las directrices que su ama marca. Esta situación le lleva a buscar a la desesperada una nueva cárcel, donde encerrarse para protegerse del mundo exterior, al que solo necesita observar desde la pantalla. El ser humano es un animal de costumbres siempre siente miedo hacía lo desconocido, a afrontar un mundo que ya no conoce, que ha olvidado y donde no sabe moverse. Beto necesita de la seguridad que le da el conocer cada esquina del caserón, donde puede realizar la misma rutina una y otra vez con total seguridad.
Rivero nos presenta un drama psicológico que nos adentra en el interior de un personaje sometido a las duras condiciones. Una película sencilla en la forma, pero de gran profundidad en el contenido. Una ventana al interior de una gran casa, donde la tranquilidad y el orden hacen que Beto se mueva a sus anchas, sin añorar por un instante el caos de un mundo exterior. que no es capaz de controlar, ni comprender. Una radiografía del ser humano construida con lentitud, incorporando al espectador a la rutina diaria del personaje. La resistencia al cambio, el no saber con certeza si significara un paso a hacía adelante o un paso hacia atrás, paraliza nuestro cuerpo. La tendencia conservadora de mantener lo que ya se conoce, aunque esto signifique ser esclavo.