El libanés Ely Dagher vuelve en su segundo cortometraje de animación a retratar una historia ambientada en su Beirut natal. Ganadora de una Palma de Oro en la edición 2015 del festival de Cannes, Waves ’98 supone una importante mejora a nivel de medios respecto de su anterior Beirut, conservando por otro lado trazos de estilo narrativo y temática muy característicos.
La trama de Waves ’98 es más bien sencilla. Tenemos a un joven estancado en su vida y relaciones sociales y familiares, harto de la monotonía de una ciudad gris y en constante riesgo de conflicto, que encuentra un día su salvación momentánea en la forma de un elefante dorado, en cuyo interior se le aparece el mundo paradisíaco al que siempre había deseado escapar. Sin embargo, su alegría dura poco al descubrir que la deprimente realidad de la que pretende huir sigue acechándole dentro de su propio sueño.
Frente a esa sencillez argumental Dagher plantea una representación visual muy compleja en la que despliega un amplio arsenal de recursos, mezclando grabaciones reales con animación y utilizando un montaje de imágenes muy variado y dinámico para representar a un nivel profundamente íntimo el viaje de Omar. Al estilo de Beirut, juega libremente con las perspectivas, cambiando de plano con frecuencia, y llevándolo a un nivel todavía más refinado al entremezclar dibujo y acción real según el punto de vista que tome la imagen. Este enfoque visual tan creativo y abrumador se convierte en la principal baza de un cortometraje que realmente no nos cuenta nada que no haya sido explorado en un buen número de ocasiones anteriormente, pero que lo hace de una forma lo suficientemente llamativa y original como para que adquiera una fuerte identidad estética, con una imaginación en ocasiones muy sorprendente y captando a la perfección las sensaciones oníricas que acompañan a una historia en la que realidad y fantasía se funden y terminan formando parte del mismo continuo a través de la mente de su protagonista.
Esta experiencia visual fascinante sustenta una meditación tremendamente evocadora, en la que la experiencia personal de su autor está muy presente en todo momento. ¿Es posible pasar página de algo que forma parte de manera tan intrínseca de la vida de una persona? Al fin y al cabo él mismo declara que Waves ’98 funciona como una representación de su propia relación con Beirut. La conclusión a la que llega la cinta cobra un sentido especial de este modo. No es solamente la historia de un joven que desea huir de su entorno. Es una recapitulación necesaria de la vida del propio Dagher, que abandonando su Beirut natal nunca llegó a sentirse fuera de ella, y que a través del cortometraje representa las sensaciones que le han acompañado durante este proceso.
Waves ’98 es un cortometraje notable, todavía lejos del nivel alcanzado por las obras maestras del género, pero sin duda merece la pena y coloca a Ely Dagher como una figura a seguir en los próximos años, con una visión de la animación que es como poco única, con un estilo ya plenamente definido y diferenciado y un potencial a nivel de discurso narrativo, técnica y capacidad de experimentar que ha demostrado ampliamente tanto en ésta como en su primera cinta.