Madame Bovary (Sophie Barthes)

La novela Madame Bovary está considerada como uno de los clásicos de la literatura universal. Gustave Flaubert, que la escribió por fascículos allá por el año 1856, intentaba descomponer el carácter de una mujer que cree dar un paso decisivo en su vida al casarse con un doctor provinciano. Sin embargo, pronto se topará con la realidad y su idea de llevar una vida feliz no será tal y como la había soñado, tratando de buscar consuelo en productos caros y amantes lozanos.

Al igual que en la novela original, Sophie Barthes (directora de Cold Souls, que hasta la fecha era su único largometraje) habla en su adaptación cinematográfica, también titulada Madame Bovary, de un casamiento que seguramente nunca debió producirse. Un hombre cuyo único pecado es ser terriblemente aburrido y una mujer con metas bastante más ambiciosas que las estipuladas para su posición social, celebran un matrimonio condenado irremediablemente al fracaso. Dos polos opuestos que, pese a lo que algunos pseudo-románticos podían prever, esta vez no son capaces de atraerse.

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La adaptación de Sophie Barthes ya tiene un primer problema: conservar el título de la novela original implica, en buena lógica, realizar una adaptación fiel y adecuada a lo que el escritor había plasmado textualmente. Sin embargo, ya en la primera media hora de película es fácil descubrir que no vamos a estar ante un ejemplo de buena traslación literatura-cine. La Madame Bovary de Barthes es una cinta carente de alma, forzada, que avanza tratando de respetar la novela original pero que no sólo deja de aportar cosas interesantes a lo ya escrito por Flaubert, sino que tampoco sabe captar la parte de crítica social que el francés pretendía transmitir.

Esta falta de gancho se deja ver en casi todos los rincones del film. Barthes va desgranando los continuos escarceos amorosos de la protagonista de forma muy mecánica y sin demostrar un nexo común que demuestre al espectador más razones para tal comportamiento que las de un soso marido. La carencia de sustancia en la narración de este papel no se salva ni siquiera por Mia Wasikowska, que a sus 26 años ha acumulado varios papeles en films de alta alcurnia (Stoker, Maps to the Stars, Sólo los amantes sobreviven…) y también tiene experiencia en adaptaciones literarias tras su magnífica interpretación en Jane Eyre, pero que aquí no parece nada cómoda en su rol. Algo pasada de rosca en su registro dramático y sin el gancho necesario para saber transmitir las emociones de su personaje, la joven actriz fracasa irremediablemente en su caracterización de Emma Bovary.

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Comentados estos defectos, no es de extrañar que sea el propio Charles Bovary quien mejor encaje en la idea general de la cinta. Su carácter insulso y la plana interpretación (justo lo que pedía el personaje) de Henry Lloyd-Hughes sí desprenden una naturalidad bastante decente. Asimismo, el rol de caradura que desempeña Rhys Ifans también consigue su parte de mérito. Aunque repetitivas, las escenas de este aprovechado mercader con la señora Bovary son de lo más rescatable de la película junto con el cuidado (y poco arriesgado) aspecto visual, que recrea apropiadamente la ambientación de la época.

Madame Bovary es una adaptación fidedigna respecto al desarrollo del libro, pero no tan meritoria en cuanto a su capacidad para extraer los detalles principales de la novela, ya que Barthes no ha sabido captar la esencia última de lo que Flaubert pretendía transmitir. La cineasta respeta fielmente los acontecimientos, pero lo hace con tal rigidez y afrontando tan pocos riesgos que su versión no presenta un buen complemento a la novela ni tampoco ofrece algo demasiado interesante para aquellos que no hayan leído la obra de Flaubert.

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