Hablábamos recientemente, y en referencia a The Ardennes, que el cine belga suele ser reflejo, independientemente del género, de su realidad social. Hablábamos de ese cine vinculado al género, pero no podemos obviar que para “reyes” del escrutinio social ya tenemos, dentro de un cine más autoral, a los hermanos Dardenne por citar a sus cineastas más populares.
Precisamente algo hay en Baden Baden de estos cineastas, esencialmente la forma en que Rachel Lang, directora de la película, mueve la cámara en un seguimiento exhaustivo de su protagonista. Más allá de eso, de lo formal, quizás está la querencia por explorar, sino a un grupo social, sí a un personaje que podría, de forma genérica, simbolizar a toda una generación que se encuentra perdida en cuanto a objetivos vitales se refiere.
Baden Baden no deja de ser un film al que podríamos calificar de post ‹coming of age›. Ya no se trata de afrontar los problemas de la adolescencia, del tránsito hacia lo adulto. Ahora hay que afrontar el qué hacer una vez ya lo eres, cómo manejar traumas, desencanto, soledad, falta de oportunidades.
El tono es un elemento fundamental para ello, ya que bascular en exceso hacia cualquier lado del espectro genérico podría desembocar o bien en tremendismo lacrimógeno en cuanto al drama o bien hacia un esperpento paródico deslegitimador si se incide en la comedia. En este sentido, y este es quizás el gran acierto de Baden Baden, es encontrar el punto de equilibrio mediante una filmación cariñosa pero no invasiva. Es evidente el cariño que siente la directora por su protagonista (no descartamos algún elemento autobiográfico) y, sobre todo, por la galería de secundarios que trufan el metraje. Sin embargo esa delicadeza no está reñida con la voluntad de objetivación, de no tomar una postura, si se quiere moral, ante los hechos acaecidos y los tránsitos vitales.
De lo que se trata es de reflejar la experiencia vital de la forma más realista posible, dejando espacios para salpimentar aquí y allá la historia a base de pequeñas anécdotas, chistes o micro relatos visuales. En definitiva de reflejar la vida tal como es, con matices que se salgan de un Pantone grisáceo pero que no estén dentro de una gama extrema que desvirtúe al conjunto. Una intención que, dentro de los límites de la modestia, resulta cumplida aunque de alguna manera solo lo sea parcialmente.
Efectivamente, aunque esta historia de procrastinación vital en bucle deja un buen sabor de boca (no tanto por la propia trama sino por cómo nos es narrada) nos queda la sensación de que detrás de este frescor y agilidad en lo rodado hay algo que nos suena a ya visto anteriormente. Posiblemente Baden Baden flaquea en el punto de que no nos cuenta nada esencialmente novedoso, nada que no hayamos visto antes en múltiples variantes de temática similar. Quizás está en su intención no dejar una gran lección de vida y limitarse a reflejar un pedazo de espacio vital, pero igualmente la idea subyacente que sigue flotando al final de la proyección tiene que ver más con una pieza de entretenimiento moderadamente incisivo pero también olvidable, algo no necesariamente negativo, cierto, pero que deja en el aire la sensación de film desaprovechado, de producto con mimbres para ser más y mejor exprimidos.