Posiblemente una de las obras con mayor belleza estética de esta edición de DocumentaMadrid realizada por el fotógrafo belga Pieter-Jan De Pue que viajo a Afganistán para realizar un proyecto fotográfico, pero termino construyendo este documental ficcional centrado en un grupo de niños armados que forman bandas salvajes, para controlar las rutas comerciales, vender explosivos y obtener opio. En la inmensidad del paisaje blanco de las montañas, el director hace uso de técnicas ficcionales, para conducirnos por un viaje entre las leyendas populares y la realidad. Un trabajo realizado durante 8 años, lleno de adversidades en un contexto complicado, pero ha dado como resultado final una compleja obra cinematográfica, donde la realidad y la fantasía se entrelazan, siendo complicado distinguir donde se encuentra la línea que las separa. Rodada en 16 mm quedara grabada en la memoria, la sonrisa de estos niños en este entorno álgido, obligados a vivir en una terrible guerra donde perdieron su infancia entre tanques y casquillos de balas.
Un ritmo lento que configura una realidad donde el tiempo corre entre disparos y explosiones, pero donde parece que nada avanza, como si esa situación no fuera a cambiar nunca. Un narrador nos introduce en los orígenes del pueblo afgano, presentándonos al líder del grupo de niños que esconde bajo su cuerpo infantil, el corazón de un hombre adulto madurado por las inclemencias de la guerra. La banda recoge el metal de las municiones abandonadas, obtienen piedras preciosas de las minas y comercian con opio para sobrevivir. El sueño del líder es obtener fondos suficientes para poder casarse con la niña de la que está enamorado. un cambio de ritmo y la música nos conducen a una situación paralela a la de los niños, contemplamos la actividad del ejercito de los EE.UU. en la ocupación a Afganistán, el enfrentamiento entre realidades tan opuestas, genera un gran impacto al mostrar la dureza de la situación de los niños, contrapuesta con la diversión y cotidianidad de los militares americanos que intentan dominar bajo su control la zona. Buscan el apoyo de la población civil, pero no parece calar este mensaje entre ellos. Ambas perspectivas de la guerra se intercalan mientras vemos a los niños afganos viviendo en unas condiciones extremas para sobrevivir, observamos al ejército americano cantar y reír mientras tocan la guitarra. Un ejército que dispara sin saber bien porque, al igual que no es consciente de cuál es su verdadero papel en esa guerra.
Una obra muy interesante, que te sumerge en un mundo desconocido. Aunque quizás se aleja del documental, al ser casi imposible para el espectador, distinguir que hay de realidad y que de ficción en todas las imágenes que vemos. Una ficción formada desde una técnica documental, donde diferentes secuencias se intercalan sin terminar de construir una línea narrativa clara, más bien resulta una obra poética. Un testimonio muy cuidado y singular de la situación actual de Afganistán, las consecuencias de la guerra y la incapacidad de los ejércitos occidentales para tomar el control, frente a una población originaria capaz de resistir en las peores condiciones. Un trabajo etnográfico que nos habla de la situación en el presente, pero también de su pasado. Una obra que ya ha sido premiada en el festival de Sundance con el premio a mejor fotografía y en Rotterdam como mejor documental, ahora participa en esta XIII edición de DocumentaMadrid. Pieter-Jan De Pue nos presenta en la película parte de la imaginación, los sueños y anhelos de estos niños obligados a vivir en condiciones climatológicas extremas y un país en guerra donde el tiempo parece haber sido congelado.