Es bastante usual en los últimos tiempos la salida de documentales que intenten reivindicar el recuerdo de relevantes cineastas o movimientos, siempre en un ejercicio de reclamo de un perenne recuerdo. En esta tesitura cabe destacar al documentalista Kent Jones, quien estrena ahora el prometedor Hitchcock/Truffaut, y que hace unos años rendía tributo a la figura del cineasta Val Lewton. Este se construyó bajo los efluvios de la Serie B una importantísima carrera como productor y guionista, quedando para la posteridad su significante etapa como promulgador del terror de bajo presupuesto en la RKO. Nacido en Rusia imperial en 1904, pronto se traslada a Estados Unidos, donde daría rienda suelta a su vena literaria, escribiendo multitud de novelas de cierto éxito (bajo pseudónimo muchas de ellas, con alguna que otra adaptación a la gran pantalla) al mismo tiempo que comienza a colaborar en estudios de cine como el de la prestigiosa Metro Goldwyn Mayer. Su vida cambiaría cuando en el año 1942 comienza a trabajar para la ya mentada RKO, compañía con importantes altibajos económicos que entre otras, había sido el refugio del Ciudadano Kane de Orson Welles.
Aunque la obra de Kent pretende hacer una biografía más o menos completista sobre todo lo concerniente a Lewton, no sorprende que sea este periodo con la RKO el que cope gran parte del documental. Destripando algunas de las particularidades del estudio, enseguida notaremos un espíritu reivindicativo sobre la figura de Lewton que se nutre gracias a un gran punto de partida, como es la de llenar prácticamente la totalidad del metraje con secuencias de las obras del cineasta, momento en el que se aprovecha para reseñar muchas de sus valías artísticas además de sus principales características creativas. Cabe recordar que Lewton, al contrario que otras figuras del cine sobre las que suelen recaer este tipo de tributos, era un productor, y su figura como tal queda impregnada con la relevancia necesaria. No es casualidad que aparezca aquí entrevistado el mismísimo Roger Corman, que años después de Lewton cogería el testigo como notable acicalador de productos de clase B; la figura de la producción en el prototipo de productos que Lewton sacaba adelante, con muy pocos medios pero con cierta libertad creativa (tal y como señala Kent, la etapa donde Lewton trabajó para la RKO sería prácticamente el único en su carrera donde gonzaría de tal privilegio, siempre bajo otras pequeñas restricciones), tiene una importancia muy denostada, y la presencia de Corman aquí parece manifestarlo.
Val Lewton: El hombre en la sombra recorre los entresijos de las más importantes películas del sello Lewton: La mujer pantera, Yo anduve con un zombie, El barco fantasma o la muy valorada La venganza de la mujer pantera (ese intento de la RKO de vender una pseudo-secuela de la primera película citada), entre otras, son analizadas con esmero para distinguir la valía del productor, no solo con un importante baggage creativo, sino en la tesitura de un hombre de cine que lucha ante las adversidades de las limitaciones, las inevitables disputas creativas e incluso algún que otro problema legal. Pero recorrer la vida de Lewton también tiene para Kent muchos otros atractivos, como es la de explorar su relación con algunos de sus más íntimos compinches en el mundo del cine como Jacques Tourneur, o en menor medida otros cineastas que dirigieron sus proyectos como Mark Robson o Robert Wise.
Aún con la importancia confesa que en este documental se le da al género fantástico, diatriba ineludible a la hora de hablar de Val Lewton, la biografía del homenajeado manda y por ello que Kent también cita sus escarceos con otros géneros, muchos de ellos por mera cuestión mercantil, como en sus obras Juventud Salvaje, Mademoiselle Fifi o Tambores Apaches. Curiosamente, comienza aquí una de sus etapas más problemáticas, con severísimas restricciones con la censura (toda una subtrama de Juventud Salvaje tuvo que ser eliminada) y otros problemas legales, en un momento en el que Lewton se encontraba en un punto en el que la mayoría de sus proyectos presentados eran ignorados. Aún así, entre tanto se producía la unión del productor, no exenta de disconformidades y polémica, con un enorme icono del terror como Boris Karloff, quien llegaba a la RKO cansado de su encasillamiento del horror clásico de la Universal. Los últimos años de Lewton se fraguaron en infructuosas colaboraciones con majors del calado de la Universal, en una salud cada vez más debilitada por varios ataques al corazón, costándole la vida uno de ellos.
A pesar de discernir sobre una no muy duradera carrera, Kent Jones elabora un contundente trabajo documental donde ensambla la relevancia del Val Lewton como productor superviviente, que instaló un código de producción propio que añadiría unas lecturas más complejas e interesantes al cine de género de lo habitual en aquel entonces. El legado más reivindicable de un productor apasionado y de creatividad imparable está apadrinado por el mismísimo Martin Scorsese, quien hace también las labores de narración. Val Lewton: El hombre en las sombra elude precisamente en su título a esas penumbras sobre las que circulaban muchos de los personajes de sus películas, esas que hicieron que la “B” acabase pareciendo “A” pero sin abandonar el espíritu guerrillero del bajo presupuesto.