Es un híbrido muy particular, Color de piel: miel. Se presenta como un documental autobiográfico animado, adaptación de la novela gráfica del mismo nombre firmada por Jung Henin, que participa a su vez en labores de dirección junto al francés Laurent Boileau. Retrata la infancia del director desde que fuera rescatado de un orfanato coreano por una familia belga. Estructurada alrededor de los recuerdos del protagonista tras un reciente viaje a su país natal, combina diversas técnicas de animación (dos y tres dimensiones) e imagen real, incluyendo viejos vídeos caseros en Super 8 o fragmentos actuales en 35 mm. Todo este popurrí para retratar en apenas 80 minutos el sentimiento de desarraigo y pérdida de referentes de un niño adoptado con respecto a su país de origen, así como la integración y búsqueda de identidad en un entorno desconocido.
La guerra que asoló Corea a lo largo de los años cincuenta motivó el abandono indiscriminado de niños, y los que tuvieron suerte acabaron en un orfanato. Cuenta Jung que entre las familias burguesas occidentales de los setenta se consideraba muy chic adoptar a un niño asiático, como si uno se comprara un coche nuevo. Sea por esta razón o por cualquier otra, más de 200.000 coreanos fueron repartidos por medio mundo, tocándole al pequeño Jung de seis años una agradable familia belga, con dos hermanos y dos hermanas.
A partir de este momento asistiremos al proceso de adaptación de Jung en una familia que no sabe si considerar propia o extraña y la toma de contacto con una cultura totalmente diferente a la que pudiera conocer, que resulta rápida gracias a su temprana adopción. También aparecen sentimientos encontrados con respecto a su origen, que generan un ligero desdén hacia el resto de coreanos adoptados, en su misma situación. Resulta simpática en este sentido su obsesión por la cultura japonesa una vez entrada la adolescencia, reflejada a la vez como reivindicación de sus raíces asiáticas y como un descarado rechazo por su país de nacimiento.
También son tratados temas básicos que caracterizan la infancia como la amistad, el aprendizaje y la necesidad de sentirse parte de un grupo, acentuada en este caso por las diferencias raciales en la familia, que favorecen la sensación de soledad y aislamiento de Jung, o las complicaciones propias de la adolescencia, el despertar sexual y la oposición. Todo ello mediante imágenes puras directamente destiladas de la mente del niño y su propia mirada, no como ejercicio intelectual, a pesar de estar estructuradas sobre recuerdos que también deforman la realidad, simplificándola e incluso caricaturizándola. Así los padres, aunque comprensivos, pueden llegar a ser considerados como ogros con látigos que pierden demasiado a menudo los estribos y el profesor de gimnasia totalmente perturbador. A pesar de recoger la filtrada visión de los hechos del protagonista, no lo utiliza como método para vanagloriarse, sino como un retrato sincero, sin miedo a aceptar los numerosos errores que son los que terminan por definirnos.
Aunque rompa ligeramente el ritmo de la narración y el cambio de animación a imagen real resulte brusco, el viaje de regreso a Corea del sur por parte del director para el rodaje de Color de piel: miel incrementa sustancialmente la dialéctica de la película, introduciendo conceptos como el retorno a las raíces, el enfrentamiento a una cultura ancestral que siempre formó parte de ti, oculta, y la sensación de extrañeza en un país que no reconoces como propio que no incluía la novela gráfica, centrada en la adopción e integración de Jung en su nueva familia (la vuelta a Corea será retratada en otra novela gráfica).
Finalmente, podríamos catalogar a Color de piel: miel como un sugestivo experimento narrativo, un ‹collage› de técnicas a favor de un sincero acercamiento al desarraigo propio de un niño extranjero adoptado y la necesidad de aceptación de su condición, evitando culpar a nadie por ella. Aunque pueda pecar de cierta amabilidad en algunos momentos y deja cierta sensación de dispersión a pesar de su corto metraje, permanece la candidez y valentía de esta pequeña obra que no respeta convenciones y destaca en el panorama animado reciente.