En el edificio en el que vivo también vive, desde hace varios meses, una familia de okupas. Antes de dormir donde duermen, ya habían ocupado uno de los pisos bajos del inmueble, pero más tarde se trasladaron a uno de los pisos de arriba, quizá por ser menos visible, dejando de nuevo el otro vacío. Esa mudanza ocurrió en un mismo día, aunque tengo la impresión de que su idea era dividirse ambas casas entre dos (o más) familias. Todos sabemos que en los bloques de vecinos existen muchas suspicacias y opiniones de todo tipo sobre cada uno. Sin embargo, existen circunstancias que nos impiden a muchos tomar decisiones al respecto de lo que cada uno consideraría como lo correcto en cada causa, tal vez por falta de valentía, por miedo, por falta/exceso de conciencia, porque no es nuestra guerra o por imaginamos lo que significaría tener de vecinos a personas sin escrúpulos por lo ajeno y que además te odien toda tu vida.
Ahora imagina esto a un nivel muy superior. Imagina que, mientras subes las escaleras que llevan del portal a tu vivienda, oyes a tu vecina discutir con su pareja. Imagina que oyes algo de violencia. Imagina que después esa mujer muere y se investiga cómo, si un suicidio o un asesinato. Imagina estar ahí y formar parte del suceso casi desde dentro. Imagina todo eso y ponte a prueba viendo Un piso más abajo, de Radu Muntean, una película protagonizada por Teodor Corban —premiado como mejor actor en el Festival de Sevilla— y cuyo argumento se sustenta en esta realidad por nosotros ahora imaginada. En su papel hay mucho detalle y un equilibrio que mantiene toda la tensión de una trama casi por completo mental, una vez cometido el delito conyugal. Lo extraño, más allá de eso, es que la policía no piense en esa posibilidad en un primer momento, dejando al espectador meditando sobre qué haría él en el lugar del protagonista, testigo auditivo del suceso. Es por eso que se trata de una obra mucho más destinada al pensamiento y la moral que a la propia historia.
Es muy íntima, desde un punto de vista completamente cerebral. Por eso muchos tendrán la sensación de que no está pasando nada, cuando en realidad ocurren muchas cosas, pero todas en el interior del personaje principal, mostrando cómo él mismo se relaciona con lo sucedido. Una cinta que recuerda a La duda, de John Patrick Shanley, a pesar de tener tan poco en común, por remover más nuestro interior que en lo que ocurre en la pantalla. Siempre preguntándote muchas cosas al respecto, y en el fondo entendiendo al protagonista, a pesar de disentir con él. Cuestiona todo lo que ocurre hasta el final, y eso es muy interesante en una película donde el final no deja de ser una resolución lógica para lo que debe estar pasando en lo más profundo de nosotros mismos al atender a sucesos tan graves y chocantes como el que aparece en Un piso más abajo, cuando la culpa no sólo es parte del culpable, sino de los que, prudentes, se intentan mantener al margen sin saber dónde está el margen, generando en nosotros un tipo de conmoción.
La razón por la que creo que los okupas pretendían quedarse con ambas casas se debe a que los interesados se dedicaron a llamar al timbre de cada puerta y cada piso y, cuando vieron que nadie abría, pasaron a golpear durante varios minutos la puerta del piso hoy ocupado. Eran muchos los que colaboraron en el proceso, pero otros permanecieron en el otro piso, muy tranquilos. En un momento dado de esa tarde, apareció la policía por allí y todos los implicados bajaron a la calle a hablar con ellos. No sé de qué hablarían ni qué se dirían, pero todos abandonaron el lugar y sólo se quedaron unos pocos, los cuales volvieron a subir hasta la planta en la que estaban y continuaron con el trabajo. Imagino que alguien llamó a la policía, oculto entre las cortinas, pero nadie nunca sabe nada.