One Day in Sarajevo es un documental creado a partir de los vídeos de los habitantes de la capital bosnia el 28 de Junio del 2014; 100 años después del asesinato de Francisco Fernando y su esposa Sofía Chotek a manos de Gavrilo Princip. El atentado, ayudado por la coyuntura internacional, desembocó en la guerra que todos los imperios llevaban tiempo esperando. Podría haber sido en cualquier otro lugar, pero le tocó a Sarajevo. Podría haber sido otro el asesinado, pero le tocó casi al único aristócrata europeo que no quería la guerra.
El documental trata de varias historias para dibujar una única historia que siempre se repite. De cómo un mismo hecho es visto desde puntos de vistas tan diferentes y partidistas. A nadie le importa el hecho en si, sino su interpretación. Y sobre todo, de Sarajevo y su historia y las historias que la forman.
Unos turistas posan en la esquina donde el archiduque fue abatido y se hacen selfies. «Aquí empezó la guerra», parecen pensar. Y eso vale al menos 40 «Me gusta» en Facebook. Francisco Fernando iba a inaugurar el museo de historia de Sarajevo. Hoy en día, lleva dos años cerrado. El país con el equivalente a 17 ministerios de cultura no tiene museo de Historia Nacional. No soy un experto en la capital bosnia, a la que suelo viajar para ver a los amigos de Mostar y para disfrutar de su festival de cine, pero hace tres años estuve dos semanas por el certamen y pasaba muchas horas en el museo. No era muy grande, pero tenía encanto. Además, me entusiasmaba aprender sobre la historia anterior de la invasión turca. Es un edificio de forma rectangular con un agradable jardín en medio, donde pasaba bastante tiempo sentado y escribiendo las críticas de las películas que veía. Ahora está cerrado, con los trabajadores esperando cobrar los sueldos atrasados y resistiendo en el interior para que nadie entre a robar. De todas formas hay que admitir una cosa; los turistas pasaban olímpicamente del museo, preferían el túnel de la esperanza o los tours turísticos cutres sobre la guerra.
Volvamos con el documental. Es el día del centenario de la muerte del archiduque y un habitante de Sarajevo se viste con sus mejores trajes para la ocasión. Llega al lugar de los hechos con una pistola de agua en la mano dispuesto a hacer una performance. Todo es un circo, los turistas se suben maravillados al coche del difunto para posar, mientras una delegación de viejos austriacos depositan flores por los muertos, unos ultra nacionalistas serbios gritan vivas al asesino (¡un héroe!) y una comitiva internacional se dirige a la antigua biblioteca de Sarajevo para asistir a un concierto por la paz que ha costado dos millones de euros. Es lógico pensar que algunos políticos prefieren hacerse una foto de traje y corbata escuchando a la filarmónica de Viena sobre la paz antes que invertir dinero en el museo.
El propio artista grita en una ocasión describiendo la absurda situación que se forma en tan emblemático lugar: «hay chetniks, partisanos y ustachas. Algunos viven todavía en la segunda Guerra Mundial, otros están en una guerra pero no saben cual. Sabemos que estamos aquí pero no dónde estamos». Toda una declaración de intenciones sobre la historia, su interpretación y la Bosnia de hoy.
Jasmila Zbanic, la directora del documental, posee sin duda una de las miradas más interesantes no sólo de los Balcanes, si no de la Europa actual. Profundamente humanista y crítica, desde Cine Maldito llevamos tiempo siguiéndole la pista con obras como For Those Who Can Tell no Tales, En el camino o El secreto de Esma. Si hubiera que resumir su cine en pocas palabras, este trata sobre la búsqueda de la identidad. Y en Jedan dan u Sarajevu en su título original, sigue ahondando en lo mismo.
El documental está salpicado con fragmentos de algunas de las películas que se han hecho sobre el atentado, recreando la escena donde Francisco y Sofía son tiroteados. Y suele repetirse insistentemente ese momento. ¿Indica la directora que todo vuelve a suceder una y otra vez? ¿Explora la fascinación por una muerte que fue la excusa perfecta para la muerte y la destrucción? Me inclino más por la primera opción.
Sea como sea, el documental, de apenas una hora de duración, cumple a la perfección la idea de exploración de la identidad y la historia en cualquiera de sus facetas. Nadie parece explicar más allá de simples generalizaciones partidistas, lo que supuso ese momento. Lo gracioso es que son más los de fuera que los propios habitantes que salen en el documental quienes pecan de dicha observación. Hasta unos simpáticos curas católicos aprovechan para dar su opinión del asunto: «Es muy simple, si quieres la paz, no habrá guerra». Decir eso con una enorme sonrisa en Sarajevo es un ejercicio de humor negro bastante cruel.
Mi momento favorito, a parte de la performance del artista cuyo nombre no recuerdo (¡lástima!) y de las protestas anti capitalistas enfrente de la antigua biblioteca, es uno en apariencia simple; una turista cree reconocer al conductor de un taxi de un viaje años atrás. Intentan comunicarse pero ninguno de los ellos habla el idioma del otro. Ella le pregunta si se vieron en el pasado, él dice que si dios quiere volverán a verse en el futuro.
Tal vez se le pueda achacar al documental que por montaje, tras ver la protesta anti gubernamental, volvamos al Museo de Historia Nacional. No hacía falta, la idea y el contraste ya estaban en la mente de un espectador atento. Crea contraste, pero era innecesario.
Poco más se le puede reprochar a un documental creado a través de varias miradas. Un collage totalmente coherente desde el montaje y la intención de su directora. Y donde todo retorna. La historia, la guerra, la muerte del archiduque, siempre volvemos, como si no hubiéramos aprendido nada por el camino.
Se inicia con unos niños vestidos de militares para una actuación en conmemoración del 28 de Junio de 1914 y acabamos con ellos desfilando, entre divertido y crítico.
Y sí, yo también me hice un maldito selfie en la esquina esa.