El Museo de Historia del Arte de Viena (Kunsthistorisches Museum en alemán, casi nada) es uno de los más relevantes de la capital austriaca. Inaugurado a finales del Siglo XIX por el emperador Francisco José I, este centro alberga buena parte de la colección de arte de los Habsburgo. En sus pasillos se pueden contemplar obras de Rubens, Velázquez, Caravaggio o El Bosco, grandes autores de la historia artística que le confieren una alta categoría como centro turístico del clásico país europeo.
Wikipedias a un lado, este lugar es objeto de las cámaras en El gran museo (Das große Museum), un documental dirigido por Johannes Holzhausen con el objeto de visualizar todo tipo de situaciones que tienen lugar entre las paredes del centro. Sí, algo muy similar a lo que realizó hace poco Frederick Wiseman con la gigantesca (por duración, ambición y nivel, no hablamos de calidad) National Gallery, aunque hay que puntualizar que, pese a que la película austríaca haya llegado más tarde a la cartelera española, su fecha de producción es anterior a la del documental que analiza el museo británico.
Por tanto, en El gran museo contemplamos situaciones tan variopintas como las visitas guiadas a determinados personajes, empleados trabajando en la restauración de obras artísticas, coordinadores discutiendo planes de futuro, presupuestos y publicidad, documentalistas recorriéndose medio museo para tomar ciertas notas, etc. Escenas de la vida diaria que un visitante de a pie seguramente pueda no contemplar, pero que Holzhausen nos ofrece aquí para vivirlas en primera persona. Todo ello con el epicentro de una ambiciosa reestructuración del museo para hacerlo más atractivo de cara a su amplia clientela.
En materia puramente cinematográfica, llama la atención que El gran museo no sea un documental en absoluto aséptico o frío. Siguiendo la comparación con la mencionada National Gallery, diríamos que la obra de Wiseman estaba medida al milímetro, cada cámara situada puntillosamente y con una estructura narrativa rígida que, eso sí, posibilitaba que la película tuviese un mejor ritmo que iba in crescendo hasta el ya excesivo último tercio de filme. En el caso del documental austríaco, todo esto adquiere un diferente cariz, ya que desde el principio da la sensación de querer desprenderse un poco de esa seriedad. De hecho, existe un cierto aire cómico por momentos, no sabemos si intencionado o fiel reflejo de la personalidad de aquellos que vemos en la pantalla. Holzhausen busca una mayor experimentación tanto en el guión como en la puesta en escena, destacando aquí un par de fabulosas tomas steadicam en los pasillos del museo que, por qué no, pueden ser también un pequeño homenaje a aquella escena del triciclo en El resplandor.
Sin embargo, esta alegría a la hora de jugar con los elementos cinematográficos no confiere un aura especial a El gran museo, que poco a poco va decayendo en su interés hasta hacerse un poco cargante en su media hora final. Para disfrutarla en su totalidad, hay que tener ganas no de ver museos, sino de conocer en profundidad diversa parafernalia a su alrededor. Al contrario que el mencionado documental National Gallery (y perdón por el enésimo símil), la cinta austríaca no es tan pura ni concienzuda en su recreación del centro artístico, una circunstancia que le hace pecar de una cierta irregularidad. Baste con señalar que, pese a durar prácticamente la mitad que el documental sobre el museo británico, la obra de Holzhausen llega a dar la sensación de hacerse incluso más larga. En cualquier caso, los amantes de la historia del arte a buen seguro que la podrán disfrutar y valorar en toda su magnitud.