A finales del año 2010 y principios del 2011 tuvo lugar un movimiento revolucionario sin precedentes localizado en los países árabes. Esa corriente que a alguien se le ocurrió etiquetar como la Primavera Árabe. Una especie de revolución cibernética surgida desde las redes sociales y fomentada a través de las nuevas tecnologías que demandaba un soplo de aire fresco rebosante de democracia y libertad en unos países que venían siendo gobernados desde hace siglos por sátrapas y tiranos —muchos de ellos en convivencia con occidente— quienes fomentaban regímenes autoritarios amparados en la desigualdad y el hierro para apaciguar las ansias de emancipación de una juventud a la que ya resultaba imposible tapar lo que estaba sucediendo en otros lugares del mundo.
El desempleo, la crisis económica y la falta de expectativas de una nueva generación de árabes trajo consigo un levantamiento, en principio pacífico, que comenzó en Túnez y que poco a poco se fue extendiendo como ríos de pólvora hacia Egipto, Libia, Irán, Siria, Yemen e incluso tímidos movimientos internos en países del entorno occidental como Marruecos o Argelia. Pasados casi cinco años desde la explosión de la insurgencia, la Primavera Árabe se observa hoy como una revolución fallida. Si bien en países como Túnez y Egipto tuvo lugar la caída de los dictadores que sangraban el país, parece que el terrorismo, el caos y porque no decirlo, un ‹statu quo› lampedusiano que parece reafirmar ese legendario precepto de que todo cambia para no cambiar nada han sido los resultados a los que ha conducido a un más que inquietante futuro a los países donde se se originaron estas revueltas.
Y ya no hablemos de Libia, Siria o Yemen, naciones que en estos momentos sufren una inquietante guerra civil de talante tribal en la que está en juego no solo infinidad de intereses internacionales alrededor de las fuerzas que mueven el poder económico en el mundo —el maldito petróleo otra vez en escena— sino también la paz mundial. Porque si algo caracteriza la guerra en este mundo conectado a través de redes invisibles es su globalidad. Los atentados terroristas de los que hemos sido testigos recientemente en París, Londres o California muestran que ya no estamos seguros en ningún territorio del mundo. Cuando las expectativas son nulas y el terrorista nada tiene que perder siendo la muerte, y a su vez matar a cuantos más enemigos, su sentido de la existencia no concurren medidas de seguridad suficiente para detener a este fenómeno construido desde el terror y fomentado por la miseria económica y la desigualdad.
En este sentido, The Revolution of the Year se presenta como un documento histórico de potentes derivaciones sociales que ofrece un testimonio fidedigno —muy vinculado en su forma de narrar y plasmar la imagen con el reportaje periodístico— de lo acontecido en esa Revolución Perdida sita por un lado en Egipto y por otro en Siria. Así, el documental ostenta dos enfoques narrativos divergentes. Por un lado uno basado el el testimonio de los protagonistas de la Revolución maquillado con muy buenas pinceladas de hipnótica realidad sito en El Cairo y otro asentado en los hechos y en la crudeza de las imágenes de guerra localizado en la provincia de Alepo en Siria.
De este modo el documental fundamenta su poder de captación del momento al dibujar los dos tipos de revoluciones que tuvieron lugar en la Primavera Árabe. La del levantamiento popular y más o menos pacífico que cimentó la insurrección egipcia y la más violenta, sangrienta y beligerante como fue y es en estos mismos momentos la sedición siria. Por motivos obvios la película gira en la mayoría de su metraje alrededor de los acontecimientos sucedidos en la plaza Tahrir de El Cairo, dando voz y voto a dos personajes que en cierto sentido se convertirán en un fiel reflejo de la pérdida de inocencia y la derrota sufrida por esa generación de jóvenes que buscaba cambiar el sino de las cosas y que con el tiempo fue consciente que sus esfuerzos cayeron en un saco roto. Por consiguiente, la valiente y en ocasiones temeraria cámara de Diogo Faggiano dará la palabra a Ahmed y Saleh, dos jóvenes que se mueven en el entorno de la corriente letrada, intelectual y progresista del Egipto del siglo XX que serán nuestros particulares cicerones con los que indagar en los quebradizos pasadizos de un acto revolucionario explotado en el mismo instante en el que la cámara aterriza en Egipto.
A través de la mirada de estos dos jóvenes conoceremos a toda una galería de personajes y diálogos que nos describen la idiosincrasia de un pueblo orgulloso de su pasado, pero temeroso de su futuro. Un Egipto tortuoso y complejo, donde los mayores se muestran confusos ante la osadía de una juventud que ha perdido el respeto y el miedo a defender sus derechos. Una nación joven, acogedora de migrantes árabes narradores de viejos poemas del islam procedentes de la destruida Siria. Un país donde las mujeres luchan sin velo ni prejuicios, mostrando su bello rostro sin temor a ser lapidadas, contra lo establecido.
Faggiano deja a un lado su ego y pretensiones para simplemente acompañar a los verdaderos protagonistas de la historia: la juventud egipcia. Así, el documental refleja con clarividencia y mucho talento, las ilusiones de una generación que gracias a su levantamiento logra derrocar al Régimen de Mubarak, a través de la radiografía de una ciudad en plena celebración en virtud de esa multitud alzada contra el sátrapa que festeja el advenimiento de la democracia en la plaza Tahrir, símbolo de la revolución egipcia. La cámara del brasileño se mueve como pez en el agua entre el gentío, haciendo partícipe al espectador del suceso histórico que está captando.
Sin embargo, de repente el documental dará un giro de ciento ochenta grados. La alegría, el ruido y el tumulto darán paso a un escalofriante silencio que flota entre edificios destruidos por los bombardeos del Régimen de Al Assad. El documental se traslada a Alepo, a primera línea de combate, compartiendo la jornada con un grupo del Ejército Libre Sirio que batalla al ejército sirio en los barrios de la ciudad. Las miradas plenas de esperanza e ilusión de los egipcios, toparán con la frialdad del rostro que ha contemplado y asestado la muerte a otro ser humano. La cámara capta el fracaso de la revolución: la guerra civil. Observaremos a francotiradores vigilar la seguridad de la zona de control rebelde, habitaciones de niño adornadas con enternecedores dibujos infantiles golpeadas por la sangre y las bombas y escucharemos al jefe de batallón de una patrulla del Ejército Libre Sirio dictar consignas que nos hacen pensar que dicha patrulla si no ha caído en combate, estará integrada ahora mismo en el Frente de Al Nusra.
Tras esta abrupta interrupción, el documental volverá a viajar a Egipto. Pero algo ha cambiado. La victoria en las elecciones de Los Hermanos Musulmanes de Morsi ha hecho perder la esperanza de esa juventud laica que deseaba unos vientos de libertad procedentes de occidente. La revuelta sigue en curso. La plaza Tahrir se llena de indignados que plantean la caída del nuevo régimen en vigorosas protestas callejeras que son plasmadas con todo lujo de detalles por la documental revista de Faggiano. Se trata de la revolución dentro de la revolución. El ejército hará acto de presencia. Y nuestros dos héroes anónimos y pequeños narradores de la historia (Ahmed y Saleh) han vertido su visión desde la esperanza a la capitulación. Porque en su tramo final The Revolution of the Year se transforma en un bello poema humano que versa sobre la derrota y la desesperación de unos jóvenes cuya percepción desorientada y vacía revela el fracaso de una revolución perdida.
Pero a diferencia del maestro, tristemente desaparecido, Raymundo Gleyzer quien trataba de indagar en los orígenes y causas del fracaso de la revolución en su imprescindible México, la revolución congelada, a Diogo Faggiano no le interesan los aspectos puramente políticos que indujeron a esa derrota de la revolución árabe, sino que su encaro documentalista indaga en los hechos humanos derivados del talante de los protagonistas, lanzando una profunda reflexión sobre el incierto futuro que se plantea a una generación quemada por la desilusión y sin expectativas de futuro. ¿El pacifismo tendrá que dar paso a la beligerancia? ¿Tiene sentido el laicismo en unas sociedades amparadas en dogmas teocráticos? ¿Tendrán que huir estos jóvenes a Europa para cumplir sus sueños? ¿Deberán edificar otra revolución en esos lugares de acogida ante la marginalidad que seguramente se les presentará? Estas y otras muchas preguntas sin segura respuesta serán planteadas de forma subliminal por un documental que respira actualidad y que se erige como un documento histórico de incalculable valor que seguramente con el tiempo trascenderá los límites estrictamente cinematográficos. Porque sin entrar en una explicación pormenorizada de los motivos que originaron las revueltas en el mundo árabe, The Revolution of the Year es una perfecta puesta al día que brinda un perfecto retrato de las inquietudes generacionales y contradicciones presentes en una civilización que sigue hoy en día en lucha por encontrar un lugar y sentido en este convulso y complicado mundo regido por los intereses económicos y las oscuras tretas de la política internacional.
Todo modo de amor al cine.