En los años 40 del Siglo XX, el ser humano todavía sigue anclado en la era de vapor. Durante las décadas precedentes y desde que la guerra franco-prwusiana nunca se llegara a producir, alguien se ha ido dedicando a raptar a los científicos más importantes del panorama internacional, por lo que inventos como el teléfono, la radio o todos los derivados del uso del petróleo nunca se han llegado a producir. El carbón es la principal fuente de abastecimiento de la época y ya da síntomas de agotarse. Por tanto, pequeños científicos de todo el mundo intentan desarrollar desde la clandestinidad diversos inventos que posibiliten el avance de la humanidad. Entre ellos, los padres de April, que en la Francia gobernada por Napoléon VI tratan de patentar un elixir que regenere a las especies vivas y les otorgue la inmortalidad.
Esta genial idea distópica es el punto inicial de April and the Twisted World (Avril et le monde truqué), cinta francesa de animación dirigida por Christian Desmares y Franck Ekinci basada en la novela gráfica de Jacques Tardi y que se coronó vencedora en el pasado Festival de Annecy. A través de las aventuras de la protagonista (cuya voz corre a cargo de la gran Marion Cotillard) y de su parlanchín gato Darwin, la película pretende realizar un complejo análisis sobre el desmedido abuso de las materias primas no renovables y cómo cambiaría nuestra forma de vida si no sabemos racionarlas con sentido.
Otra de las cosas que percibimos a primera vista es la magnificiencia del dibujo. El estilo artístico de la obra es apabullante, una delicia para los ojos. Aunque servidor prefiere no profundizar en comparaciones, lo cierto es que se asemeja a un punto intermedio entre el trazo habitual del cómic europeo con pequeñas influencias niponas. En cualquier caso, lo que está claro es que supone una excelente base a partir de la que construir una cinta de animación.
Hasta aquí la cosa pinta estupenda, pero conforme avanza la película descubrimos que April and the Twisted World cumple con muy poco de lo que parecía ofrecer. Ya en sus primeras escenas se puede denotar una excesiva tendencia a mostrar persecuciones teñidas con maniobras imposibles, algo ya muy manido en el género de animación. Pero una vez entra en pantalla el personaje de Julius, la cinta se irá yendo a pique irremediablemente. Además de ese excesivo gusto por lo espectacular, donde también participan las frases grandilocuentes o los milagros del cuerpo humano (electrocuciones que no dejan huella), el film adolece de una estructura bestialmente arquetípica, copiando página a página el manual de tópicos de las películas de animación. No faltan ni los romances presuntamente imposibles, ni las traiciones, ni los buenos buenísimos acompañados de los malos malísimos, ni los pseudo-escondites que cualquier persona con una vista mínimamente sana sería capaz de descubrir. Sólo el gato Darwin y sus ramalazos cómicos ponen una nota original al conjunto de personajes estereotipados que desempeñan actuaciones aún más previsibles.
Toda una decepción que no mejora con el paso de los minutos, llegando finalmente a un desenlace algo más aceptable aunque ya no es capaz de resolver nada. April and the Twisted World podría haber sido una de esas películas de animación que hacen época, pero lo maduro de su planteamiento choca frontalmente con una infantilidad en el desarrollo que fulmina cualquier atisbo de calidad fuera del plano técnico. Da lástima pensar en lo que esta obra pudo ser y no fue, pero genera aún más pesar descubrir que, fuera de las expectativas que se pudieran generar, la cinta tampoco termina por sostenerse en pie.