Como es lógico, adoptar a un niño lleva una serie de requerimientos asociados. Realizar un completo examen psicológico y social a la pareja se torna en algo vital para cualquier institución dedicada a ello, ya que el futuro de una vida humana depende de la casa a la que vaya a parar. Sin embargo, hay ocasiones en las que estas exigencias son exageradas o, lo que es peor aún, dependen del arbitrio de una persona o de un grupo de ellas.
Eso es lo que sucede en La adopción, película dirigida por Daniela Féjerman que muestra a Daniel y Natalia, una pareja que, al no poder tener niños de forma natural, decide viajar a un país indeterminado de Europa del Este con el objetivo de adoptar un retoño y darle así una cálida vida. Pero las cosas no están claras desde el principio y el matrimonio se verá poco a poco perdido en un mar burocrático donde las reglas del juego no están claras y parece más importante llevarse bien con los cuatro responsables de turno que ser buenas y responsables personas.
Féjerman traza una obra que, contrariamente a lo que aparenta durante sus primeros minutos, ofrece pocos momentos de reposo a lo largo de casi toda la cinta. La buena compenetración entre los dos protagonistas, sobre todo gracias a una notable Nora Navas, posibilita que verdaderamente sintamos su sufrimiento casi como si estuviéramos frente a un documental. Aquí contribuye especialmente la habilidad de la directora por desgranar mediante pequeños detalles lo que está fuera de la narración, como la causa de que la pareja no pueda tener hijos o los interminables trámites que han tenido que hacer hasta llegar ahí.
En este sentido, cobra vital importancia el contexto tan adverso que deben enfrentar los protagonistas, donde el idioma es una barrera en la medida que se tienen que fiar de la única persona con la que pueden comunicarse. Esta circunstancia, unida al excesivo interés por el dinero que muestran los nativos, genera un sentimiento de compasión hacia el matrimonio que lleva en volandas al resto de la cinta. Féjerman, además, sabe introducir elementos tanto dramáticos (discusiones de pareja) como cómicos (el personaje que parla italiano) que logran mantener ese interés casi hasta el final.
El único problema es que lo que narra la película se palpa tan real que los propios espectadores, al igual que los protagonistas, acabamos atrapados en el laberinto burocrático de tal manera que se nos contagia esa pasividad de los ¿rusos?, lo cual puede generar desde hastío hasta crispación, dependiendo del carácter de cada uno. Aquí es inevitable hacerse una pregunta: ¿es justo criticar el excesivo realismo del cine? Porque, realmente, La adopción busca desde el primer momento convertirse en lo que termina siendo, por lo que se podría decir que cumple con su cometido. Servidor cree, sin embargo, que quizá habría hecho falta una pizca de dinamismo en la parte final de la cinta para que esta no se hiciera algo repetitiva.
De cualquier modo, La adopción es un magnífico análisis sobre las dificultades que puede atravesar una pareja que, en última instancia, lo que pretende es dar amor a una criatura. Féjerman desarrolla una buena idea de manera acertada, sabiendo transmitir todo el interés que un tema tan importante como este puede despertar en el espectador. Sin grandes alardes, lo que le sitúan a cierta distancia de la excelencia pero mucho más lejos aún de la mediocridad, La adopción es una cinta tan didáctica como sugestiva, que a través de unos justificados 96 minutos narra casi todo lo que se puede contar sobre una cuestión tan peliaguda como la que aquí se trata.