«Necesito a alguien que me proteja de mi mismo que del mundo ya me protejo yo.
Esta noche tu eres el mundo y yo sigo siendo yo»
— Terrorismo, Algora —
Cine dentro del cine. Parodia, visión escéptica (aunque no exenta de cariño) del género de terror. Todo esto les suena de algo ¿verdad? Pues todo esto es lo que en principio ofrece, así, si más The Final Girls, una nueva inmersión en el mundo del metacine de terror que toma como modelo, de forma más o menos descarada, a Viernes 13.
Tanto el emplazamiento, el campamento juvenil, como los arquetipos de los personajes, así como las normas sobre quien debe morir o no (lo del sexo ya es clásico catedralicio) están ahí. Así pues todo parece dispuesto para ver “otra” película más de este tipo en la que solo habrá que discernir si se enfoca más hacia la parodia pura y dura, tipo Scary Movie, o si estaremos en un plano más centrado en lo metacinematográfico a lo The Cabin in the Woods.
Sorprendentemente The Final Girls, sin obviar bromas genéricas ni cierto gusto por los asesinatos creativos, muestra una mayor predisposición en estudiar los mecanismos del dispositivo per se. Efectivamente el film de Todd Strauss-Schulson no se limita a retratar la mayor o menor estupidez de las cosas que pasan en un slasher sino que profundiza en su propia mecánica interna, en la función que tienen los recursos y como afectan a la lógica interna de la película. En este sentido, estamos más ante un film ensayo que ante otra cosa. Lo mejor de todo ello no es solo el retrato de dichos recursos (los momentos flashback son posiblemente lo mejor de la película) sino el cómo lo hace ya que lejos de estar ante una suerte de didactismo funcional se consigue aunar el humor con el rigor, con la coherencia discursiva.
Otro de los aspectos que resaltan en el film es el tratamiento de los personajes. No se trata solo de dibujar clichés con patas, se trata precisamente de otorgarles dicha condición para a continuación entrar en un juego entre la imposibilidad de cambiar de los participantes de la película y los intentos que los personajes externos, conocedores cinéfilos del código, para convencerlos de que sus actitudes llevan a la muerte invariablemente. De hecho The Final Girls podría, en lo que respecta a este aspecto de extrañamiento lúdico, podría funcionar perfectamente como un contrapunto inverso de La Rosa Púrpura del Cairo.
Pero donde la película obtiene quizás su mayor triunfo es en un aspecto poco tratado o al menos tratado de forma negativa en el género. Se trata de la relación familiar madre-hija. Habituados a ver en el slasher y el cine de terror en general como el mundo adulto siempre supone una especie de molestia, como poco, o directamente fuente de conflicto The Final Girls trata de redimir este aspecto a través de la reconciliación intergeneracional. No se trata de buscar algo cursi, ni rosa, sino de poner sobre el tapete que aquellos que vemos adultos también fueron en su día adolescentes, más o menos estúpidos, más o menos naïfs. Y que por tanto, más allá del salto generacional es posible que fluya una corriente empática, y un aprendizaje bidireccional entre ambas.
Sí, The Final Girls puede redundar a veces en los tópicos, pero da la sensación que no es algo que moleste en exceso a su director. Como si quisiera poner el tópico como accesorio necesario, como disparador del auténtico interés de su película que no es otro que poner en primer plano aspectos normalmente laterales del género. Eso no significa que no sea disfrutable en otros niveles (que lo es) pero precisamente su acierto está en saber ir más allá de forma sutil, en crear un universo de coherencia, de discurso con objetivo y lograr llegar a él sin perder un ápice de diversión.