El director canadiense François Girard bien pasa desapercibido por la mente de los amantes del séptimo arte. Y es que fue hace más de 20 años cuando se adentró en el mundo de la realización, contando con cuatro largometrajes hasta la fecha, entre los que se encuentra El violín rojo: una narración episódica del viaje de un violín creado en el siglo XVII hasta la época actual. No obstante, sus anteriores trabajos obtuvieron notables condecoraciones y ahora es cuando da el salto al país vecino y se adentra en el cine americano comercial, de la mano del polifacético y veterano Dustin Hoffman.
El coro comienza con un inicio conmovedor y, a su vez, prometedor, en el cual Stet (Garrett Wareing), un niño de once años, vive una vida de penurias y marginación al lado de su madre alcohólica. Tras quedar huérfano es enviado a una escuela de canto en la que el principal atractivo es un coro de muchachos con voces angelicales que dedican su vida educativa a recorrer auditorios para así cosechar éxitos y competir contra otras escuelas de gran prestigio, de la mano de su estricto director Carvelle (Dustin Hoffman). Hasta aquí el argumento puede parecer propio de la exitosa y trillada Los chicos del coro unida a la reconocida Whiplash. Sin embargo, poca similitud podemos encontrar, pues El coro decae a medida que avanza, y además a pasos agigantados. La poca credibilidad con la que son tratados algunos puntos de la trama en comparación con la realidad, así como la rapidez a la hora de enlazar acontecimientos cruciales de la historia, desconecta al espectador y deja de encandilar con una historia que en su inicio prometía.
A parte de Hoffman, Girard cuenta con la interpretación de Kathy Bates, siempre perfecta y mordaz en sus apariciones, la cual pone frescura a la trama y al ambiente hostil. Lo complicado de hacer una película con semejante argumento, en el que un chico marginado en un ámbito diferente debe hacerse con el respeto de los demás, es que existen innumerables historias ya contadas y dramatizadas. Por ello, se conocen los momentos cruciales en los que la trama cogerá mayor tragedia y en los que se quiera contentar al espectador, dándole un respiro y un buen sabor de boca, no obstante, de manera artificial. A su vez, todo ello compensado con la elección de un grupo de jóvenes que sorprenden en sus actuaciones, ya que el joven Wareing es toda una sorpresa contando únicamente con algunos cortos a sus espaldas. El grupo de infantes consiguen crear una rivalidad propia de una escuela de gran reconocimiento, pues, ya no sólo deben destacar unos de otros, también tendrán que hacerle frente a la llegada de la pubertad, donde la llamada de la naturaleza hará estragos en sus puras e inocentes voces. Entre conflicto y conflicto podremos escuchar pequeñas piezas musicales clásicas que llenan la sala, pues son el punto más acertado y esencial de la cinta.
El coro es un filme que quiere agradar al mayor número de espectadores posible, para así dejarles con un buen sabor de boca, aunque sea una historia conocida por todos. Esto no quiere decir que sea una película mala y deficiente, en absoluto. No obstante, al hacer un poco de crítica, uno se percata del hecho de que cuando un cineasta deja pasar tanto tiempo entre un trabajo y otro no siempre quiere decir que haya encontrado la historia perfecta y conmovedora que volverá a relanzar su carrera, pues bien podemos estar ante la decadencia y poca imaginación a través de una narración que hunde más en el olvido a su director.