En los últimos años hemos observado una intensa evolución en el contorno narrativo y visual del nuevo cine iraní. Así, esas obras de atmósfera puramente neorrealista protagonizadas por niños y rodadas con escasos medios materiales pero con grandiosos recursos cinematográficos que aterrizaron en occidente principalmente durante la última década del siglo XX han evolucionado hacia un cine visualmente más estilizado en el que se percibe un avance en la depuración de la puesta en escena así como una focalización de las tramas en esa emergente clase media intelectualmente cada vez más próxima a occidente. En este sentido el perímetro sensorial que brota de esta nueva hornada de films se halla intrínsecamente conectado en espíritu y forma con esa concepción introspectiva del séptimo arte que ha echado raíces en la Europa de principios del siglo XXI. Un cine donde los silencios son tan importantes como esa fotografía hiperrealista que radiografía con cierta acidez la decadencia de una sociedad urbana asfixiada por los corsés que nos autoimponemos los seres humanos a la hora de establecer relaciones sociales con nuestros semejantes, siendo esta mordaza en el caso iraní la confrontación modernidad/tradición exhibida en la lucha de la mujer por zanjarse del yugo inherente a los ancestrales ritos y costumbres que imperan en el país persa.
En este sentido viaja la primera película del prometedor Hamed Rajabi, A Minor Leap Down, obra que narra el tormento interior que sufrirá Nahal, una bella y silenciosa mujer que decidirá ocultar a su familia la muerte de su hijo aún cobijado en su vientre detectada tras una rutinaria revisión ginecológica. Así, la cinta arranca mostrando el pesar de Nahal tras conocer la triste noticia en la clínica. A partir de este impacto la cámara se pegará como una lapa a la espalda de la protagonista siguiendo cada uno de sus pasos desde su salida del hospital con dirección a su casa, sus discusiones con su madre o sus desaires con un marido que parece no entender el motivo por el que Nahal se muestra tan huraña como reacia a compartir sus sentimientos. Un compañero al que solo le importan sus ambiciosas pretensiones laborales y económicas frente a la poca atención y afecto que demuestra a su desconsolada esposa.
Si nos fijamos únicamente en la sucesión de acontecimientos que engarzan el montaje de la obra, A Minor Leap Down puede dar la sensación de pecar de un excesivo y tedioso nihilismo existencial. Un vacío que inducirá al espectador a creer que ha contemplado una película en la que al final no ha pasado nada, sino que simplemente hemos sido testigos de los avatares que ha tenido que sortear nuestra heroína en su duelo silencioso provocado por la no aceptación de la muerte de su hijo aún no nacido. Eso sí, avatares rodados con un exquisito gusto técnico y visual gracias a una espléndida composición de escena forjada a través de un montaje que disfruta de unos planos selectos de acreditada profundidad estética.
Por tanto la cinta exige ese algo más que suele estar ligado a ese público riguroso que acude al cine para vivir una experiencia más allá de la estrictamente cinematográfica. Pues será este círculo quien disfrute en toda su plenitud de una obra narrada a través del simbolismo y la metáfora que vierte una crítica de inmensas connotaciones ideológicas acerca de la soledad y la incomprensión que soporta la mujer en la sociedad iraní. Una mujer que será acusada tanto por sus familiares como por su esposo de experimentar trastornos mentales simplemente por el miedo que le acarrea sincerarse con sus parientes acerca de la desgracia que le ha tocado callar. Puesto que para una mujer iraní no hay mayor bochorno y temor que fracasar en su único cometido en la sociedad, que no es otro que ser madre progenitora de vida. Sin derecho a contestar su labor dentro del seno de su estirpe.
De este modo Hamed Rajabi filma con valentía y desenvoltura, haciendo gala de una pericia narrativa ciertamente llamativa, el desconsuelo de Nahal así como la total falta de sensibilidad y atención de sus allegados, siendo especialmente irónica la actitud de su marido Babak, que será retratado como un tiburón capitalista ajeno a cualquier síntoma de humanismo únicamente preocupado por alcanzar ese estatus social reservado a los triunfadores del sistema, patéticamente simbolizado por su anhelo de comprar un coche de alta gama simplemente por aparentar su ascenso. La invisibilidad del estado de Nahal será tal a los ojos de Babak que éste creerá que su cambio de temperamento se debe a las transformaciones hormonales que conlleva el embarazo y por tanto se adscribe a una depresión pasajera que será resuelta con una visita al psiquiatra o lo que es peor, ofreciéndole su tarjeta de crédito para que ir a llorar las penas de tienda en tienda.
El vacío que representa la pérdida de ese bebé aún alojado en el cuerpo de Nahal personificará el menoscabo de valores humanistas de un Irán devorado por un incipiente capitalismo, pero igualmente atrapado en una espiral tradicional que aleja a la mujer del centro de poder y de la toma de decisiones. Porque la mujer, a pesar de las voces contestatarias —y acalladas— en los últimos años, sigue padeciendo el paraguas de la indiferencia y de la represión frente a una nación que alardea de modernidad y progreso tecnológico —sin duda el mismo existe a tenor de la evolución retratada estos últimos años en el cine iraní— pero que sigue anclado en esos obstáculos con los que la religión y los hábitos castigan a sus seguidores.
Y es que partiendo de un excelente guión escrito por el propio Rajabi —que incluye ciertas gotas de escepticismo y sátira social— y de una sublime fotografía, A Minor Leap Down se alza como una punta de lanza de ese nuevo cine iraní que refleja esa lucha que aún perdura en la próspera clase media del Irán de principios del milenio, escenificando esa batalla entre progreso y tradición que ha tenido lugar en todos y cada uno de los territorios de este planeta tierra a lo largo de los siglos. Sin duda una pequeña perla que hay que observar con ojos curiosos y críticos para poder disfrutarla sin limitaciones.
Todo modo de amor al cine.