La primera entrevista que pudimos hacer en el Festival de San Sebastián de 2015 fue a Álvaro Longoria, director del documental The Propaganda Game, en el que se muestra el país comunista de Corea del Norte desde una posición privilegiada, algo que no habíamos visto con anterioridad. Para ello, Longoria se nutre de la mala fama de la propaganda y de cómo lo viven allí, ajenos al mundo que les rodea y que tanto les critica. En una de las terrazas del Hotel María Cristina de Donostia pudimos pasar un buen rato y mantener una charla bastante entretenida. Os dejo con todo lo que explicó de su trabajo y de su visión sobre este país con un modelo político/social en vías de extinción.
¿Cuál fue la intención con la que llevaste a cabo el documental? ¿Eres consciente de que has conseguido que aquellos espectadores que llevaban una idea preconcebida sobre el tema que trata ahora no sepan muy bien qué pensar?
Siempre he pretendido con mis documentales no darle al espectador la respuesta digerida. Que sea el espectador el que tome sus propias conclusiones y, de esta forma, genere un poco de sorpresa en ellos, ¿no? Porque están más acostumbrados a que se lo den todo hecho, es decir, «tú tienes que pensar así». Precisamente de eso va la película, de la propaganda, pues consiste en que ellos manipulan la información de tal manera que manipulan la forma en la que tú tienes que pensar. Y yo lo que estoy contando en esta película es como la manipulación de la propaganda se puede hacer desde todos los ángulos y como cualquier noticia, depende de cómo se cuente o de quién te la cuente o cómo la escuches, puede generar un efecto o el contrario. Por eso lo llamo The Propaganda Game, porque es un poco la idea de lo que yo quería. Que el espectador se quede un poco diciendo «pero bueno, esto no es lo que yo pensaba pero, lo que me han contado, ¿es verdad o no?». ¿Qué es la verdad? ¿Qué determina la verdad? Es que yo no lo sé. He estado en Corea del Norte diez días, no voy a poder saber qué es la verdad allí. Sólo puedo hablar con la gente que sabe más y ofrecer al espectador lo que me ofrecen ellos a mí.
Estando diez días, ¿qué sensación tuviste en este período?
Es una sensación muy extraña, es como ir a otro planeta. Como aterrizar en Marte. Primero, todo lo que te esperas, por la información que te llega desde fuera cuando llegas allí, no es exactamente así. Las cosas son muy distintas y una vez que te encuentras allí te das cuenta de que todo es más complicado, de que no es un país en el que la gente se muere de hambre por la calle, ¿no? Que es un poco la idea que tenía al ir. Me pensaba encontrar un campo de batalla lleno de gente famélica, lleno de campos de concentración. Obviamente no me enseñaron los campos de concentración. Obviamente no me enseñaron a la gente famélica. Pero te das cuenta rápidamente que las cosas son más complicadas y que no es decir simplemente “blanco o negro”. Las cosas tienen un tono gris.
¿Diste con el testimonio de alguien que no fuese seguidor acérrimo de este régimen comunista?
Bueno, he hablado con muchos, pero ninguno de ellos dentro de Corea. Yo he hablado con gente dentro de Corea, pues hay dos partes: está la parte de Corea del Norte donde todo el mundo me cuenta la versión oficial de las ideas de Corea y todos son pro-sistema, y luego hablé con todos los que viven fuera, todos los disidentes, historiadores, expertos, miembros de las Naciones Unidas, de otras ONGs que son muy críticos con Corea del Norte. Yo les doy la voz a los dos.
Pero, ¿hablaste con habitantes de allí que criticaran este modelo?
Ellos me dijeron «puedes hablar con quién quieras, tú puedes parar a cualquiera por la calle y preguntarle». Entonces claro, ¿qué pasaba? Yo iba con mi equipo de cámaras, que eran dos cámaras, en total tres occidentales, y parábamos a alguien por la calle. La mayoría de la gente de Corea del Norte no ha visto en su vida a un extranjero e imagínate que tú vas por la calle y te paran tres cámaras a hacerte una entrevista con cinco guías norcoreanos que son la parte intérprete. La gente siempre contaba la respuesta, digamos, correcta. Lo que se suponía que tenían que decir. Sería de locos hacer cualquier otra cosa (risas).
¿Cómo conseguisteis entrar en el país con todos estos medios? Pues está prohibido entrar siquiera con una sola cámara desde el extranjero.
Nosotros fuimos invitados oficialmente por el gobierno de Corea del Norte, si no imposible entrar con los medios con los que entramos. Nosotros llevábamos la artillería pesada para rodar el país de una forma que, quizás, no se había visto nunca. Porque siempre la gente en muchos documentales o reportajes de Corea son cámara en mano, escondida, como si estuviesen robando. Yo quería hacer lo contrario, quería hacer la grandiosidad de la propaganda. Enseñar Corea del Norte en todo su esplendor, por lo menos lo que ellos me enseñaban. La verdad es que cuando íbamos a ir allí, el último día nos cambiaron los permisos y de cinco personas que íbamos al final sólo fuimos tres. Priorizamos la imagen. Grabamos todo lo que pudimos, desde que llegamos hasta que salimos, sin parar de rodar.
En el documental solamente hay un rato de cinco minutos en el que estáis solos, ¿fue el único momento que tuvisteis de soledad?
No, dentro del hotel sí que estábamos solos, aunque en las habitaciones, una cosa que pasaba muy curiosa, es que el hotel estaba vacío. Entonces yo pedí que me cambiasen de habitación para irme a otra más cerca de mi equipo y me dijeron que era imposible. Luego me contaron que todo lo que haces y dices en las habitaciones está vigilado. De hecho, una cosa que no sale en The Propaganda Game fue que estuvimos en la Embajada de Alemania, en Pyongyang, y unos tíos me llevaron allí, tras un gran revuelo, y me metieron en una habitación que era una caja fuerte. La cerraron y me dijeron «estás en el único sitio en todo Pyongyang donde no te están escuchando». Y claro, allí no pude grabar. Todo lo que son los servicios de inteligencia europeos tiene su opinión sobre todo lo que pasa allí, y es más complicado de lo que parece.
Evidentemente Alejandro Cao de Benós fue intermediario para que pudieseis estar allí, ¿no?
Sí, sin él no hubiésemos entrado. Sin Alejandro es imposible o entras pero te dejan muy marginado. Los periodistas que van a Corea les ponen en sitios muy determinados y les aíslan, les ponen una burbuja. De hablar con Alejandro y desarrollar una relación con él, se nos permitió salir del itinerario oficial y llegar a sitios que ni siquiera hubiésemos podido llegar, que los periodistas normales no llegan. Y al final creo que en la película se ve, lugares que no has visto nunca. No sé si esa es la realidad de Corea, no tengo ni idea.
¿En algún momento llegaste a pensar que Alejandro Caos de Benós te estaba tomando el pelo con sus declaraciones?
Tomándome el pelo no. Manipularme o intentando hacerlo, sin duda, constantemente desde el principio. Eso lo tengo clarísimo (risas). Hay mucha gente que dice «Alejandro está loco» y yo no creo que esté loco, creo que él es una persona muy especial, un tío muy particular, que tiene unas ideas de las que yo no estoy de acuerdo, y además eso sí que es una cosa que me llama mucho la atención. Si has visto la película verás que hay entrevistas en las que los periodistas me dicen «es que le das demasiada cancha a Corea del Norte» y yo le digo «no sé qué película has visto tú». Y es una cosa que me sorprende. Pero bueno, eso es lo que pasa, que Alejandro opina cosas con las que yo no estoy de acuerdo. Pero él se las cree.
¿Crees que si los norcoreanos pudiesen coger su parte de territorio e irse del planeta lo harían?
Les encantaría. Estoy seguro de que serían los más felices del mundo. De hecho, es prácticamente así la situación, Corea del Norte es un país totalmente hermético, donde no entra información del exterior, no hay internet, los medios de comunicación no están presentes allí, las Organizaciones de Derechos Humanos no están presentes. No hay prácticamente extranjeros y la única frontera que hay abierta es la china, y poquito la rusa, se está abriendo, pues están consiguiendo un tren desde Rusia hasta Corea, porque los rusos también quieren ensalzar el comercio con ellos. Y es que ellos comercian porque no les queda otro remedio. Si pudiesen cerrar la frontera con China lo harían. Pero no son autosuficientes. Son como un planeta aparte. Yo siempre lo veía así, ¿no? Voy a Marte, aterrizo y los marcianos me van a enseñar su planeta. Y así es como yo plantee la película, sin querer ir con una idea predeterminada de lo que hemos conocido siempre. Sería lo mismo que ya sabemos.
¿Volverías a Corea del Norte?
No lo tengo claro por ahora (risas). A pesar de que Alejandro dice que la película le parece que está muy bien, yo sé que a los coreanos no les gusta. Además lo entiendo, porque se les critica bastante y allí la crítica no existe, no es algo con lo que cualquier ciudadano pueda decir «pues yo no estoy de acuerdo con esto». La crítica no existe, no está permitida.
¿Y una comparativa en otro trabajo futuro entre Corea del Norte y Corea del Sur?
No, que va. Lo que pasa que Corea del Sur, al final, no deja de ser lo que somos nosotros, no están en occidente pero tienen una influencia americana grande. Seúl es una ciudad que podría estar en Estados Unidos y lo verdaderamente extraño es Corea del Norte, pues es un país que yo creo que hoy en día no hay en otra parte. Los ha habido, como Albania, Rumania en sus momentos duros, la República Democrática Alemana también, Rusia… eran más parecidos, pero yo creo que ya no queda ningún sitio así. Además, estoy convencido, si no fuese por el tema de los Derechos Humanos de la gente, que es una putada, se debería preservar casi como un experimento social, porque es una cosa extrañísima. Es sorprendente que siga hoy en día así. Que haya aguantado a la caída del Muro de Berlín, que haya aguantado hasta a Cuba… ya no queda ningún país comunista y es el único que hay. Eso siempre tiene su magia, ¿no?
Cuéntanos sobre aquella iglesia católica que aparece en The Propaganda Game, ¿realmente fue un montaje por parte de los norcoreanos?
Mira, realmente, no estaba en el itinerario. Pero yo dije que era cristiano y que quería ir a misa el domingo. Yo no voy a misa los domingos, pero allí sí, me pareció interesante. Entonces de repente como que se les trastocó todo y organizaron la visita después de mucho trajín. Y allí todo era extraño, no creo que sea una cosa que hayan montado. Luego lo que me contaron desde fuera es que la tienen montada para demostrar que hay libertad religiosa en Corea, a pesar de que todos los expertos de Corea del Norte dicen que no. Pero por si acaso tienen su iglesia, aunque no crean comunión, la gente no se sabe los himnos. Alguna vez habrás estado en una misa, ¿no? Aquí la gente no lee esas partituras ni cantan tan bien como lo que me encontré allí.
Muestras unas ilustraciones en el documental, mientras explicas un poco la situación que se vive en Corea del Norte, donde se observa la opresión y la violencia a su pueblo, ¿de dónde las sacaste?
Esas me las da la Embajada de Corea del Sur cuando decido hacer el documental, y la primera visita que recibo es esta Embajada. Me enseñan toda una serie de libros que ellos han hecho con imágenes de dibujos que han realizado los disidentes del país. Hay un informe de las Naciones Unidas sobre un disidente norcoreano, al que yo entrevisto en la película, pues entrevisto a un total de ochenta disidentes, y muchos de estos contaban como era la vida en los campos de concentración y me permitió trabajar un poco en ese informe. Son declaraciones muy duras.
Para finalizar, olvidándonos un poco de este mundo extraño, con relación a la temática que tratamos en Cine Maldito, ¿nos recomiendas una película o documental que entre dentro de nuestra materia?
Estoy pensando en un documental… Mira, hay una que me inspiró que es un documental de Walter Ruttmann de 1927 que se llama Berlín, sinfonía de una ciudad y es un documental maravilloso sobre Berlín en el año 27. Está en Youtube, fácil de encontrar y es una maravilla, porque es algo que ya no existe. Muy bueno, totalmente recomendado.
Lo apuntamos entonces. Muchas gracias.
Muchas gracias. Encantado.