Últimamente los remakes en España no se encuentran en su auge más importante. Sin embargo, desde Horizontes Latinos, sección con gran peso en el Festival de San Sebastián, cuenta con la vuelta de tuerca de la equilibrada película argentina de Daniel Tinayre La patota. Ganadora del FIPRESCI en el Festival de Cannes de la anterior edición, Paulina rescata los abusos y la decadencia de un barrio marginal a las afueras de Buenos Aires. Filme dirigido por Santiago Mitre, quien cuenta con cuatro cintas hasta la fecha.
Es posible que Paulina sea la película más comprometida de Mitre, por su complejidad en el tema de la marginación unida a la deshumanización y crueldad de la pobreza, aunque no está a la altura de obras anteriores como la multipremiada El estudiante. A su vez, se centra en una premisa que casualmente prioriza en muchas de las proyecciones vistas hasta la fecha en el Zinemaldia que nos ocupa: el coste de oportunidad a la hora de elegir entre un trabajo fijo que no termina de llenar al personaje o huir a lo desconocido en busca de la felicidad. En el caso de Paulina no es tanta la búsqueda de una vida mejor inexistente como el hecho de ayudar a los demás a través de sus propios conocimientos. Y es que, abandonando una carrera prometedora como abogada, la protagonista termina en una zona excluida e inadaptada para practicar la enseñanza en una escuela de ambiente, vamos a decirlo de algún modo, hostil. Así es como empieza la cinta, con un plano-secuencia de cerca de diez minutos, en el que hija y padre discuten sobre sus deseos y frustraciones, respectivamente.
La actriz protagonista, Dolores Fonzi, de quien podemos disfrutar también en la prometedora comedia de Cesc Gay, Truman, realiza un papel complejo y sin tapujos que sufre la inseguridad y discriminación de la mano de aquellos jóvenes conflictivos a los que intenta educar. Demasiado tarde Paulina. Estas bandas callejeras muestran su cara más invulnerable y fría enfocando en el espectador una sensación de inseguridad y pavor. Paulina será testigo de un cruel desenlace que, por azares del destino, no tendría que haber vivido en sus carnes. Semejante hecho hará mella en su conciencia.
Fonzi coge el peso de la narración poniendo en entredicho los sentimientos de Paulina y convirtiéndose en un ente que ni siente ni padece, o eso tendrá que demostrar en semejante terreno. Se convierte en una película incómoda, en la que el espectador sufrirá vaivenes y los replanteamientos no se quedarán atrás, pues las decisiones que tomará la protagonista posicionarán en un bando u otro a los que la disfruten.
Y es que La patota se disfruta a ratos y se sufre a otros tantos. Un guion escueto pero necesario, sin sobrepasarse, e incluso incansable, con una estética tenue. Paulina es un remake prometedor, pues rescatar una cinta de hace 55 años bien merece la pena. Y nosotros la tenemos entre nuestras apuestas como una de las vencedoras por lo visto a mitad del festival.