Desde Suiza nos llega una obra con claro aroma a los hermanos Dardenne. Un drama sobre una existencia en los márgenes de la sociedad por parte de dos hermanos. El pequeño se dedica todos los días a subir a las pistas de esquí para robar todo el material que pueda coger: guantes, gafas, ropa, equipo, comida… lo que sea. La mayor va de trabajo en trabajo y de chico en chico mientras es cuidada por su hermano.
Se refleja muy bien la inocencia de Simon, un chico de 12 años que se acostumbra a manejar dinero y de cómo aspira a poder comprarlo todo con ello. Pero un abrazo, una caricia o que te dejen dormir en la cama con esa persona no son cosas que se puedan comprar. ¿O acaso sí?
La directora Ursula Meier construye un relato apoyado en dos actores, en una historia sencilla pero cargada de buenas escenas que dejan al espectador clavado en la butaca. Se juega a no dar demasiada información sobre los hermanos y poco a poco vamos descubriendo la cruel verdad sobre ellos.
Aunque Simon se pase robando toda la cinta, el objetivo final suyo es poder ser aceptado y sentirse querido por la persona a la que se le supone responsable de él. Sus carencias afectivas tratan de ser suplantadas con el manejo del dinero, pero pronto descubrirá que eso no es suficiente. El contraste entre las formas tiernas e inocentes con las que intenta tratar a su hermana y lo metódico de su trabajo clandestino está muy bien logrado.
No es una película preciosista ni quiere apoyarse en imágenes de gran belleza. Sí, estamos en Suiza, en la ladera de una montaña, todo rodeado de nieve y tal, pero nos centramos en esa “torre” donde viven los protagonistas y la decena de niños que le compran material a Simon. Con un ritmo de largos planos, vamos contemplando cómo se desarrolla la historia con pequeños momentos en los que se nos revela información de manera brusca. Esto es sin duda lo mejor de la función, esos momentos que dejan descolocados al espectador, donde se le obliga a replantearse todo lo visto desde otra perspectiva.
Nuestro punto de vista siempre está con Simon y nunca lo abandonamos.
En definitiva, estamos ante ese cine del realismo social que en los últimos años nos están dando un puñado de buenas obras (desde los mentados hermanos Dardenne, hasta Fish Tank), alejados de ciertas ideas o miradas más monotemáticas o de insufrible intención aleccionadora. Simon sólo quiere estar con su hermana, aunque tenga que ser como hermanos. Hasta a eso es capaz de llegar.
La escena del coche, el momento de los billetes en la cama o ese final, precioso sin necesidad de palabras ni falso preciosismo visual, hacen del filme una propuesta estimulante a la que poco se le puede reprochar, si acaso una segunda mitad algo más dispersa. Sister no intenta ser la película que consiga revelarnos el sentido de la vida, sus aspiraciones son mucho más sencillas, pero las cumple a la perfección. Y eso es de agradecer.
Si consigues soportar ese cliché sobre el cine “lento”, esta es una buena opción de disfrutar y saborear una pequeña historia bien contada.