El primer largometraje de la directora estadounidense de origen iraní, Ana Lily Amirpour, tiene mucho de que hablar. Como todo largometraje primerizo, hay una amalgama de géneros, estilos y referencias cinematográficas que más que copiar homenajean un tipo de cine en particular, que no por ello deja de traernos una película original.
La historia que se nos presenta es la de una desolada, desértica e imaginaria ciudad iraní llamada “Bad City”, donde pilas de cadáveres se amontonan en los lados de la carretera, mientras por la ciudad deambulan unos pocos habitantes, pues el calor, a pesar del mal que acecha en la calle, es demasiado grande para soportar encerrado en casa. Seguimos los pasos de Arash, un personaje con tintes de James Dean, quien tiene que atender a su enfermo y drogadicto padre, Hossein, que está a merced de la crueldad despiadada de su camello, Saeed. De ahí, Arash se verá mezclado con personajes del mundo de la droga y la prostitución, a la vez que intenta seguir su vida como adolescente, descubriendo su primer amor por una criatura de lo más curiosa: una chica que se pasea en Hijab y monopatín durante la noche oscura de Bad City, mientras hace de justiciera a su manera particular.
La película es sutil y contenida a la hora de desenvolver la historia que nos relata, sus personajes se toman su tiempo para pensar, responder y actuar ante las situaciones que se les presentan. Pero la clave de toda ella está en la Chica, cuyo nombre nunca conocemos, y Arash, el antagonista seductor. Así como la historia avanza, vamos conociendo poco a poco más sobre esta Chica misteriosa, a la cual casi no oímos soltar prenda hasta bien entrados en el film. A pesar de que no se nos dice mucho sobre quién es ella y cómo ha llegado a ser quién es, su presencia no necesita de explicación alguna, nos sabe mantener intrigados, y Ana Lily Amirpour nos da suficiente información para que nosotros mismos nos imaginemos fácilmente su historia.
Así pues, el foco de la historia va girando alrededor de estos dos personajes, los cuales se van encontrando fortuitamente en situaciones algo extrañas, las cuales siempre terminan transformándose en bellísimas secuencias acompañadas de la perfecta canción. Las interpretaciones tanto de la Chica (Sheila Vand) como de Arash (Arash Marandi) son soberbias, haciéndonos estremecer a cada paso, temblando de puro miedo o emocionándonos al más puro estilo de las películas de Fellini o Lynch. Lo bonito de A girl walks home alone at night, es que nunca se rinde a explicar una historia de amor convencional, nunca se doblega a darnos todas las respuestas que nos suelen dar films más formularios. Casi como unos Bonnie and Clyde del Medio Oriente, Arash y la Chica, se unen y vuelven a separarse, para acabar casi comunicándose más por gestos y miradas que por otro medio. Cabe mencionar especialmente la banda sonora, que combina perfectamente música de grupos pop Iranís como Radio Tehran o Kiosk junto con las melodías pegadizas de White Lies. Teniendo una carrera paralela como DJ, la directora demuestra tener buen gusto para crear un mundo entre lo onírico y lo horrible, aportando a la película un toque suficiente de film noir, western y hasta comedia negra. Todo esto ágilmente balanceado, presentándonos una película única y que no chirría en cuanto a esta mezcla de géneros tan ecléctica. Finalmente, A girl walks home alone at night consigue envolvernos en esa atmósfera tan fantasmagórica y de “tierra de nadie” que intenta crear, donde los personajes viven en una especie de inframundo en el que esperan a ser juzgados para una posterior vida, quizás mejor o peor. Está aún por verse.