Radu Jude llevó hace 3 años a Sarajevo una maravillosa película, Everybody in our Family (2012), que se alzó con el Corazón de Sarajevo, el máximo galardón del festival. Un año después volvió a llevarse el prestigioso premio pero esta vez en la categoría al mejor cortometraje por Shadow of a Clowd (2013). Con estos antecedentes la expectación por ver su nuevo trabajo era alta, sobre todo tras conquistar en Berlín el premio al mejor director.
Tras visionar la película en un Teatro Nacional abarrotado y deseoso de caer nuevamente rendido a los pies del cineasta, me marcho a Sevilla con cierto sabor agridulce; Aferim! es, ante todo, una cinta impresionante, con un esplenderoso uso del blanco y negro, con unas ideas muy bien definidas y con una trama de inicio interesante. Y aunque a ratos funciona a las mil maravillas, uno no puede evitar sentir cierta decepción. ¿Fallida? Tal vez. ¿Estimulante propuesta? Probablemente. Pero no sé, me ha dejado con ganas de más.
Llegados a este punto hay que poner las cartas sobre la mesa y realizar una dolorosa concensión; soy una persona con un nivel de inglés no demasiado alto, cuya superviviencia en un festival extranjero se basa principalmente en que suelo entender de manera más que correcta los subtítulos en inglés que todas las cintas llevan, a excepción de las de habla inglesa (esta es la razón principal por la que no suelo ver en Sarajevo películas inglesas o americanas; es mucho más fácil leer que escuchar y puedo seguir concentrado en lo que sucede en pantalla). Aferim! tiene unos diálogos endiablados, rápidos y usa el rumano antiguo, por lo que muchas de las expresiones se han traducido a otras expresiones que no controlo del todo. ¿He entendido la película? Rotudamente sí, pero en alguna ocasión he acabo perdido.
Esto ha sido un gran problema a la hora de disfrutar la cinta. Así que todo lo que diga debe ser puesto en cuarentena. También quiero decir que me he quedado con ganas de volver a ver la propuesta de Radu, espero volver a encontrarme con Aferim! en el Festival de Cine Europeo de Sevilla que tendrá lugar en Noviembre.
La trama resulta sencilla. Incluso mínima. Costandin, un policía local, es asignado para capturar a un esclavo fugitivo que resulta ser gitano. La misión consiste en atraparlo y devolver a su «legítimo» dueño, que lo juzgará por sus faltas cometidas. Junto a su hijo, que ya tiene edad suficiente para dejar atrás la adolescencia y entrar en el mundo adulto, recorren Rumania mientras se topan con religiosos ortodoxos o incluso otomanos, con constantes referencias a la situación política, económica y social del país, a mediados del siglo XIX, con un país que resulta miserable a los ojos de cualquiera, unido sólo por el desprecio a rusos y turcos y el sentimiento nacionalista. Un país, además, poblado de esclavos. Y aquí es interesante señalar que su director deja a las claras que la población gitana era usada para la esclavitud, oponiéndose a algunas tesis actuales que niegan dicho acto.
Ya en su anterior largometraje Radu se aproximaba al mundo cercano. Era sólo en una escena, pero era la escena que daba sentido a toda la película, cuando un padre y su hija observaban por la ventana un profesión fúnebre presidida por gitanos y la hija interrogaba al protagonista sobre el cielo y el infierno. Aquí amplía más su mirada sobre el mundo gitano.
Está Road Movie está llena de escenas con mucho que decir. Su director ansía hablar de muchas cosas. Y funciona, todo parece fluir y ante todo, parece creíble y real. El siglo XIX que nos muestra Radu es así, en blanco y negro donde es imposible encontrar gris o reflexión, más que unas tímidas observaciones por parte del hijo. Es por ello que resulta acertado el uso del blanco y negro en la cinta. Luego toma algunas decisiones arriesgadas.
En primer lugar, la cámara huye de los primeros planos. Esto me descoloca. La cámara juega a seguir a los personajes sin pausa, pero mostrando siempre todo lo que les rodea, sea el lugar o las personas. Entiendo por ello que para el director el contexto es de vital importancia en una historia que podría entender como un western por los espacios abiertos e incluso por la temática. Simplemente debemos pensar que el policía es una especie de caza recompensas y ya tenemos la comparación perfecta.
La mirada de su director es lo mejor de la película junto sus momentos de comedia, apoyados en unos diálogos muy inspirados, marca de la casa, de un auténtico genio con las palabras. La mirada es, como decíamos, muy crítica con todo lo que rodea a la historia y al determinado momento de la historia. Su cineasta viene a decirnos que siempre ha sido igual, que no ha habido realmente un cambio de actitud, tan sólo un lento progreso de asimilación. Salvo el personaje del rico que busca venganza en la figura del huido gitano, nadie parece realmente cruel o malvado, tan sólo sobrevivien como buenamente pueden. La figura del padre, que de inicio descoloca, va mutando en cierta simpatía hacia él; dentro de lo que cabe, es un buen hombre para las cirscunstancias en las que vive.
Hay ciertas conductas, como la corrupción de las autoridades o el depotismo de los políticos, que perfectamente puede explicarse tanto como una muestra de la miseria del momento como unas prácticas que aún perduran en la sociedad rumana. Finalmente, la cinta desprende un humanismo desesperado, amargo incluso, como consciente de la imposibilidad de cambiar en un mundo que destruye cualquier intento de cambio.
Sin embargo, aunque adquiere unas ideas interesantes, un trabajo de dirección y fotografía brutal y algunas escenas esmeradas, en conjunto no termina de convencer. Algo pasa. La película no perdura en la memoria, se pierde el interés en sus personajes en la idea de apuntalar las ideas y acaba por resultar excesivamente anti épica. Sí, todo es lo contrario de la épica clásica, lo que hay es barro, sudor y pobreza por todas partes, pero termina por agotarse.
Aferim! es una propuesta muy arriesgada. Un doble salto mortal de su cineasta, dispuesto a ir más allá tras una película como Everybody in our Family. Es tanto una huida de ella como la reafirmación de varias ideas que parecen obsesionar al bueno de Radu Jude. Y no, en absoluto es una mala película.
Merecerá otra revisión, porque estoy convencido que puede terminar enamorándome, pero nuestra primera cita en Sarajevo ha resultado algo decepcionante.