La primera película del Festival de Cine de Sarajevo nos presenta a la croata The High Sun (Zvizdan, Dalibor Matanić, 2015) y ha dejado muy buenas sensaciones. Desde ya se posiciona en las quinielas para alzarse con algún premio en la sección oficial, sobre todo para sus protagonistas, que tienen ante ellos un guión que resulta un caramelo.
The High Sun nos presenta tres historias de amor entre un croata y una serbia en diferentes momentos; en 1991, poco antes del inicio de la guerra que asoló a buena parte del país, en 2001, con la vuelta de algunos pocos refugiados serbios, y 2011, con Croacia ya asentada como miembro de la Unión Europea.
La acción tiene lugar en algún lugar cercano al mar, pero bien podría ser la Krajina serbia, región croata poblada antes de la guerra por una mayoría serbia.
El cineasta Dalibor Matanić hace gala de una puesta en escena que refuerza unas ideas sencillas pero acertadas, apoyado en un simbolismo y una intención que lleva hasta sus últimas consecuencias. Resulta una mirada tanto crítica como interesante. Hay mucho que rascar de una propuesta tan estimulante.
Empezamos con esa idea de mantener a los mismos actores protagonistas en todas las historias. Además, estás historias están en cierta manera conectadas. Es decir, narrativamente, casi podrían ser las continuación de la anterior, pero no es así. Tienen nexos, pero son independientes. Lo que consigue transmitir es una historia sin fin, que nunca acaba. La historia siempre se repite. Hay cierta desazón en esta mirada. Una mirada que consigue huir de clichés y tópicos propios de estas tramas de Romeos y Julietas. Todo esto me hace recordar a esa maravillosa cinta macedonia que era Antes de la lluvia (Before The rain, Milcho Manchevski, 1994), por mucho que sean propuestas distintas y en ningún momento haya la sensación que el cineasta croata copie o tenga en mente la propuesta del macedonio.
También es digno de reseñar que la historia, siendo muy localista es también algo universal. Al respecto el director juega a explicar la situación y el contexto de la Kravija serbia de manera ejemplar de tal forma que si no dispones de información alguna sobre lo sucedido no es ningún problema, ya que lo narrado, nos viene a decir, sucede en todas partes. Así pues hay siempre dos lecturas en cada historia; la evolución de la situación desde la situación de preguerra existente entre las comunidades serbias y croatas hasta la supuesta normalidad actual, a otra mirada más puramente humana y cercana, donde da igual quien es quien y los motivos de cada uno. No en vano, sólo una vez es nombrada la palabra serbio, y es en la última historia.
Su cineasta se posiciona contrariado por el miedo al otro, donde perros y gatos, siempre por separado, observan atónitos a los humanos como si no entendieran nada, amén de servir como metáfora fácil para explicar el contexto del rechazo al otro y la imposibilidad supuestamente divina de estar juntos.
Todas las historias tienen una fuerte presencia del hogar, de casas con puertas y ventanas cerradas. Entre cada historia observamos una transición apoyada precisamente en la contemplación de casas. Entre la primera y la segunda historia, todas las casas están destruidas por la guerra que ha acontecido, y de la segunda a la tercera observamos el boom inmobiliario que sufrió (y sufre) Croacia, donde se vino a dejar atrás los horrores y las penalidades de la contienda. Sin embargo, en está tercera parte, con unos jóvenes que poco pueden diferenciarse de cualquier otros jóvenes europeos, el director sigue apuntando ideas; el rechazo al otro ya no es explícito como antes, no hombre, que ya estamos en la Unión Europea y Croacia es una democracia liberal asentada y miles de turistas vienen a vernos y encima los de la HBO ruedan Juego de Tronos en Dubrovnik. El rechazo, la negación de otro, está en los silencios, en lo que no se nombra. El odio va por dentro.
Toda la cinta está plagada de detalles de este estilo que enriquecen en todo momento lo visionado. Es una lástima que algunas historias pequen de cierta sensación de estancamiento narrativo, sino estaríamos hablando de un filme brillante. Pero su lucidez reside en todos los detalles narrados, en esa poderosa mirada sobre los actores que van encontrándose en cada historia como si fueran los mismos, provocando incluso cierta confusión de manera deliberada en algunos momentos, ya que en cada historia hay elementos de las anteriores.
No he querido detenerme tanto en las tramas narradas, contadas con soltura y consiguiendo huir de la sensación de ya visto, por mucho que lo sea. La primera parte está narrada con toques más de comedia, la segunda es un auténtico drama y una descomunal batalla actoral que quita el hipo. La tercera, narrativamente es la más floja, pero encierra reflexiones suficientemente interesantes para salvarla, a parte de un final, donde, por fin, el director se permite el lujo de dejar una puerta abierta a la esperanza.
The High Sun es una película que perdura en la memoria, inteligente y preocupada por las relaciones humanas que ha terminado encandilándome. Un magnífico comienzo para el Festival de Sarajevo.