La iluminación, la disposición de los elementos, junto a su presentación a ritmo de plomo solar, de melindrosidad rítmica, y de vagancia absoluta de movimientos de cámara nos invitan a pensar que Cinco días sin Nora, se va a dirigir decididamente hacia el subgénero del drama geriátrico para “tietes” al borde de abandonar dicho estado y pasar al de abuela hipocondríaca.
En el fondo dicha morosidad, dicha presentación tan elegante como un tapete de mesa y por ende tan polvorienta, cumple con un doble objetivo: ser espejismo y cebolla. Por un lado ir revelando que lo que vemos son precisamente los polvorientos rastros de un presente congelado en el momento de una muerte, y por otro que la verdad se revelará a medida que se vayan “pelando” las capas que envuelven los hechos tan aparentemente claros.
A partir de aquí la cinta dirigida por Mariana Chenillo se sumerge en la codificación propia de la dramedia de aires presuntamente punzantes. Sí, hay historia familiar complicada, pero no por ello se pierde la ocasión de señalar, hasta el punto quizás de focalizarlo demasiado, las “maldades” del fanatismo religioso y las absurdas consecuencias que conlleva. Sí, Cinco días sin Nora se podría calificar sin problemas de película bordeando el humor negro ya que, por ejemplo aspectos como el suicidio, son así tratados. No obstante, y a través de los ojos cínicos de su protagonista, se adivina una mala baba y una falta de esperanza que increíblemente la directora abandona sin motivo aparente.
Este es quizás el mayor problema de la cinta, la incoherencia en el giro “buenista” por así llamarlo que se produce en su tramo final. Dada la temática, dado el tono que adopta el film, y como decíamos las actitudes tanto ante la situación vivida, como lo mostrado en unos flashbacks tan líricos como duros (quizás el mejor recurso a nivel de matiz de la película es este) que adoptan los protagonistas no se acaba de en entender como “de repente”, con la participación de un ‹deus ex machina› fotográfico, puede cambiar todo hacia ese ‹happy ending› reconciliativo.
Precisamente, y gracias tanto al desenlace como a su lento arranque, la sensación final que Cinco días sin Nora nos ofrece es la de película incompleta, algo coja. Una película que consigue que nos adentremos hábil y dulcemente en terrenos pantanosos y que incluso teje un cierto aire de misterio moderado alrededor de su fueracampista protagonista. Algo que al final resulta contraproducente al constatar que ninguno de los interrogantes daba para semejante estado de las cosas.
Sí, esta podría ser una cinta calificada de historia mínima que flaquea por su intención de hacer de ella algo importante y trascendente. Una película que quizás le hubiera venido mejor tirar por la vía del detalle, del análisis de pequeñas cosas en lugar de querer abarcar una coralidad en espacios reducidos donde parece que todo el mundo se da codazos por su línea de diálogo y resaltar así su importancia. Una muestra pues de que el laconismo y la apariencia de modestia no funcionan si no hay una asunción verdadera del espíritu de tu producto.