En 2009 se desataba la locura: era Tom Six, el partícipe de crear un ciempiés humano que nos ha llevado hasta este 2015, derivando en The Human Centipede (First Sequence), The Human Centipede (Full Sequence) y The Human Centipede (Final Sequence), que hoy analizamos al completo en la web con un invitado especial incluido.
The Human Centipede (First Sequence)
Supongo que a estas alturas de la historia humana todo el mundo conoce el argumento detrás de El ciempiés humano (Primera Secuencia) y es por ello que no me voy a detener a explicarlo.
Un fantasma recorría las calles del Festival de Sitges de 2009. Se escuchaban murmullos en las colas, entre los que se dilucidaba un excitado “boca-culo-boca-culo-boca…”. Junto a su hermana (productora de la obra) y con su ya mítico sombrero panameño reposando en la cabeza, el director de la obra, Tom Six, nos explicó que había hecho esta película para la gente… como nosotros. El aplauso no se hizo esperar y el estruendo sacudió la sala.
Estamos acostumbrados a la hiperconsciencia que aflige al cine de terror contemporáneo, ya prácticamente incapaz de tomarse en serio a sí mismo. Parecía que nos encontrábamos ante otro festival del absurdo y la violenta gratuidad destinada a la diversión sádica de los espectadores. Pero detengámonos en este Tom Six siendo bañado por el aplauso, congelemos la escena, mirémosle a los ojos, viajemos en el tiempo.
Tom hace una broma a sus amigos: el castigo apropiado para el pederasta que están viendo en la TV sería coserle la boca al ano de un camionero obeso. Aquí, para la mayoría de mortales, terminaría la historia. Una broma como ésta no se convierte en película como por arte de magia, por mucho que el autor en sus declaraciones afirme que lo que prima “siempre” es la originalidad. Hay que buscar inversores y hay que suavizar el tema, comentarles que se trata de una cinta de terror en la que unas personas son cosidas a otras, sin especificar por dónde. Hay que hacer un casting del que la mayoría de actrices van a salir corriendo entre indignadas y horrorizadas. Si un japonés acepta el papel por Skype nos valdrá.
Volvamos a la película que están proyectando. No es ninguna broma. El público ya es capaz de asimilar altas dosis de violencia explícita; no es el camino a llevar si lo que uno quiere es provocar una reacción fuerte. Y esto parece que se haya propuesto la película: sin unos grandes contenidos de violencia explícita (que también la hay) hacernos sentir el mayor grado de incomodidad posible.
Un concepto, una dirección más que solvente que no busca la espectacularidad, sino la mirada del espectador. La sensación de estar viendo una película porno hecha a la carta; la fotografía acompaña. El bueno de Six nos hará detestar a las dos chicas protagonistas en el primer tercio de la película. Esto aumentará nuestro desasosiego: lamentaremos mucho haberles deseado nada malo.
El Dr. Josef Heiter (Dieter Laser), el otrora médico experto en separar siameses, será el acompañamiento perfecto a esta cinta. El actor, voluntariamente, permaneció en el rol durante tomas y aportó algunas retorcidas ideas para su personaje.
Me desvío por qué no me siento capaz de responder la pregunta central de esta película “¿Por qué?”. Y “¿por qué verla?”. Veo las fotos de promoción de la película, con los actores maquillados y sonrientes y me parece el colmo de lo absurdo, cuesta separarlos (¡JAJA!) de la ficción. En un ataque zen contesto a los preguntas de comienzo de párrafo: “¿Por qué no?” y “Porque estaba allí”.
Esta cinta puede que sea la que separe al fan del terror mainstream, género domado y completamente adaptado al público convencional, del auténtico buscador de experiencias fuertes. Si estás entre estos últimos, adelante, tal como se anunciaba aquella La última casa a la izquierda, repite para tus adentros “Es sólo una película”. Ninguna broma. Una película.
Monólogo del actor Akihito Takamura, escrito por él mismo para su personaje.
«¿Tu eres Dios?
Yo sólo soy un pobre insecto. Abandoné a mis padres, abandoné a mi hijo, me alejé de su amor y llevé una vida egoísta. Como un insecto. Ahora mi existencia es incluso más miserable que la de un insecto. Pero… pero, querido Dios, así es como he vivido y éste es mi castigo. Quiero creer… que aún soy un ser humano.»
Escrito por Pablo Von Pelluch
The Human Centipede (Full Sequence)
The Human Centipede II abre con el enorme planazo final de la primera parte, el cual sirve para presentarnos a Martin (un magnifico e inédito hasta entonces Laurence Harvey, ya ahora famoso y candidato principal para interpretar a Sara Carbonero en su biopic) e iniciar un interesante ejercicio de metacine. Si disponemos la trilogía a la manera del ciempiés humano que ha terminado siendo (un poco de chiripa y un mucho porque Tom Six es un tío listo y espabilado), el prólogo de esta segunda parte, su cabeza, se está comiendo el culo de la original, que ya va excretando los créditos. En su momento, cuando se estrenó, afirmé que la conversión en franquicia de The Human Centipede era algo inane fundamentándome en que poco o nada aporta la segunda parte la magnífica idea, ejecución y desarrollo de la primera. Ahora me desdigo alegremente de semejante afirmación, de aquella subnormalidad. The Human Centipede y The Human Centipede II son la una el ying o el yang de la otra, su existencia de forma independiente podría darse sin problemas pero ambas quedarían incompletas sin su anexo complementario, forman un díptico que precede al tríptico que serán, pues en realidad no son ying y yang, son eso, un ciempiés humano entre las tres.
Abundo en lo del Ying y el Yang abstrayéndome de que existe una tercera parte y de que me estoy cagando. Se necesita de la precisión quirúrgica realista y plausible de Dieter Laser para que Laurence Harvey haciendo de batracio que deviene en charcutero fulas resulte grotesco y haga pasar ascazo en ocasiones así como sin Laurence la indiscutibilidad —desde un término médico, que no moral— que presenta el terrorífico plan de un nazi retirado daría menos pavor. Lo real que nunca querríamos ser, un nazi, contrapuesto a la realidad que somos, un gumo de ojos saltones. La primera, que no tiene asideros claros para irse a lo real en la mente del espectador, se muestra mucho más próxima por lo plausible de todo lo que expone y el certificado adicional dado por varios cirujanos —puntazo para Tom Six ese— sobre la viabilidad del plan de otro elemento que es tangencial a lo real —aunque se vaya difuminando ya hacia lo ficticio por el sobreuso, lo lejano que queda en el tiempo y el tratamiento de vodevil que se le suele dar—, la figura de un científico nazi. Al contrario, la segunda parte, que de base ya intenta realizar esta aproximación a lo real exponiendo que la primera es ficción, se distancia por elegir ese blanco y negro en la fotografía —con ocasiones pinceladas de mierda amarillo game boy— y recrearse en lo grotesco casi de una forma granguiñolesca en ocasiones.
Tom Six sabe a qué juega no sólo desde las argucias antes señaladas, su arsenal de formalismos en pos de lo que pretende es propio de alguien a quien nunca se le acaban los recursos: destaca en plano siempre la presencia de Martin, encuadrándole las más de las ocasiones en picados cuasi documentales que realzan su bajeza, lo infraser que es, hasta que logra su ¨gran creación¨, momento en el cual se sirve de contrapicados que le equiparan con esa deidad que era el Dieter Laser de la primera entrega. La decisión de sacar la película en blanco y negro ayuda a conferir un tono más desquiciante a la violencia (a veces flasheada por las luces del almacén y siempre acompañada de efectos sonoros que inciden en dar dentera), si bien tampoco sería descabellado pensar que responde a acercar el aspecto a las imágenes obtenidas con cámaras de seguridad de parking, cosa que es evidente en buena parte del metraje y puede llevar a elucubraciones respecto al significado del final en espiral.
Lo que distingue a The Human Centipede de otras sagas del cine de género es que, en contraste con Freddys, Jasons y Michaels, la entidad que prevalece a lo largo de sus películas es la que conforman las víctimas, en un giro muy loco e inteligente. Aunque Martin aquí hace méritos para protagonizar una hipotética tercera parte distinta a la estrenada, con el papel que aquí encarna: a ese físico que le ha dado Dios hay que unirle su perfecta imitación de lo que sería un mermado mental, amén de su admiración por el Dieter Laser de la original. Un esperpento de personaje que sirve otro guiño meta, pues con su barrigón, sus ojos de batracio, su cagarse encima, su curro de mierda y su visionar constantemente cine basura no deja de ser cada uno de nosotros, espectadores y fanes de este tipo de cine. Con la diferencia de que Martin es un retrasado con iniciativa que decide llevar a la realidad las cosas que ve en las pelis.
Escrito por José Sanz Gallego
The Human Centipede (Final Sequence)
El nombre de Tom Six siempre viene asociado a epítetos de belleza sin parangón tales como: degenerado, enfermo o perturbado por citar solo algunos de ellos. Auténtica hiel vertida por todos aquellos que, amén de no saber valorar, la elegancia y clase del director holandés, tiene el cerebro tan cerrado que no pueden ir más allá de la metáfora excremental, quedándose solo con el efluvio de las heces en pantalla.
Y es que Six, como ha ido demostrando paso a paso en cada una de las partes de la trilogía sabe exactamente el qué nos quiere contar y sobre todo el tono a emplear. Desde la frialdad quirúrgica, hasta la pesadilla malsana de una obsesión cinéfila degenerada, el universo Sixiano se desarrolla siempre en función, no de la cantidad de mierda a tragar, digerir y compartir, sino del tono en el que se va a narrar.
Por ello mucho se esperaba, a nivel de salvajismo fecal, de este The Human Centipede 3, más teniendo en cuenta de las promesas que el propio Six anticipaba para dicha entrega. Como siempre, el problema se centra en la poca amplitud de miras de cierta audiencia. The Human Centipede, como trilogía, nunca ha ido de comer mierda, o mejor dicho, el boca-culo no ha sido más que una mera excusa para hablar de otro tema, el que realmente importa a Six, que es, a la manera Bressoniana, llegar a la pureza máxima posible del dispositivo cinematográfico.
Claro que tras ver los aullidos salvajes de Dieter Laser hablar de Bresson puede parecer una boutade; no tanto sin embargo si uno entiende que la forma es algo imprescindible para el objetivo. Un fin que justifica, amplifica y necesita de los medios para llegar a él. Un objetivo que no es otro que obtener el máximo grado de autoparodia cinéfila posible. Al summum de la metareferenciación. Al epítome en definitiva de la autoconsciencia autoral.
The Human Centipede 3, adoptando el formato Grindhouse, tirando de desbarre argumental, de delirio cinéfilo absoluto no duda en poner todas las piezas de este juego en el tablero. Un imposible aparente en la conjugación de la metarealidad con la ficción puro y que sin embargo se asume con toda naturalidad. Lo grotesco y lo bizarro se amplifican como la voz de Laser en el megáfono hasta extremos casi insoportables de vulgaridad. Momentos que contrastan con la delicada pose del propio Six defendiendo su obra desde lo científico y el gesto racional de Laurence R. Harvey al anunciar el Ciempiés como obra de ingeniería, cástigo y reinserción necesaria (y única en efectividad) para obtener una paz social (y ahorrar en gastos que nunca va mal).
Sí, los personajes se invierten, el frío científico es aquí un demente sin control, el obsesivo y violento obeso traumatizado, se convierte en un exquisito y educado (y también obeso, que tampoco hablamos de cambios a lo Christian Bale) contable y el ciempiés… el ciempiés pasa de experimento, de obsesión enfermiza a solución radical, a emblema futuro de los Estados Unidos y ya de paso una puya monumental contra los planes de austeridad neoliberales. Cierto, hay política, o mejor dicho un ataque devastador y ciníco, contra la política y sus empleados, contra esas medidas anti crisis que en el fondo han hecho de la ciudadanía una máquina de engullir mierda y propaganda y aceptarla como buena. Un boca-culo en toda regla.
Pero si algo significa The Human Centipede 3 es la sublimación de la metáfora absoluta en lo cinematográfico. Su tono, inversión en los roles no son más que la última pieza del Cienpiés a tres originario. El culo definitivo de la trilogía, el zurullo redigerido en dos estómagos que acaba en la boca definitiva con su estremecedor sabor y olor, con sus efluvios pestilentes de corrupción y decadencia, la diarrea que hace horroizar y reir al mismo tiempo por su podredumbre y nauseabundez. Sí, The Human Centipe 3 es el inmundo punto final a la capilla TomSixtina que representa esta trilogía. Y Dieter Laser, vociferando triunfante desde la torre de vigilancia, es la figura de Dios señalando con el dedo el origen de la creación, de lo perfecto, lo sublime.
Escrito por Alex P. Lascort