Rico es un niño infradotado, tal y como él mismo se califica. Vive con Tanja su madre, que trabaja en un club nocturno. Ello no le impide atender a su hijo en todo lo que pueda, mimándole y dándole consejos sobre la vida. Porque Rico necesita que le expliquen cada palabra, que le señalicen el camino allá donde vaya, lo que le reporta comentarios insultantes por parte de la mayoría de la gente con la que se cruza en el portal o por la calle. Su personalidad contrasta con la de Oskar, un niño superdotado con el que casualmente se tropieza un día. Éste no posee la vivacidad de Rico, más bien al contrario, ya que controla al máximo todo lo que sucede a su alrededor y ello le impide disfrutar plenamente de la vida, tal y como le recuerda su nuevo amigo en una escena. Pero ambos deben tener cuidado, ya que un personaje llamado Don 2.000 (por la cantidad de euros que pide como recompensa) está secuestrando niños a lo largo de la ciudad.
Ésa sería más o menos un resumen acorde a lo que depara Rico, Oskar y las sombras profundas (Rico, Oskar und die Tieferschatten), película basada en el popular cuento homónimo (aunque en otros países se ha llamado The Pasta Detectives) de Andreas Steinhöfel. Se encarga de la adaptación la cineasta germana Neele Leana Vollmar, poco conocida en los circuitos europeos aunque allá por 2004 con su cortometraje Meine Eltern ganó muchos premios en varios festivales continentales (como el Cinema Jove de Valencia).
Desde el principio queda claro que el target principal de la obra es la audiencia más joven. Hay que tener cuidado con esta afirmación, ya que muchas veces parece llevar implícito un desprecio, cuando realmente suele ser justo lo contrario: resulta complicado ajustar una película a los parámetros de la infancia sin que el producto final redunde en algo falto de gracia o incluso burdo. En los primeros minutos no parece claro que éste vaya a ser el destino de Rico, Oskar y las sombras profundas, ya que Vollmar sabe condensar el espíritu del protagonista en pocos minutos, de tal manera que logra que el público entienda su personalidad al combinar el propio drama del personaje (niño con problemas para entender el mundo, la gente se burla de él) con mucho humor, lo cual evita caer en algo más profundo que sería más propio de otras edades. Quizá en estas primeras escenas haya algún rastro del estilo de Jean-Pierre Jeunet, más concretamente de su última película El extraordinario viaje de T.S. Spivet, por la abundancia de primeros planos, una marcada preferencia por el color y, obviamente, el papel preponderante del niño sobre todo lo demás.
Como decimos, Vollmar se adecua a lo que busca su audiencia sin menospreciar la capacidad de ésta. Es algo que se nota a la perfección con el personaje de Tanja, de la que no pocas veces se hacen insinuaciones de índole sexual pero que la directora tapa perfectamente para evitar sobrepasar los límites del respeto a la infancia. En general, es algo que sucede con todos los personajes secundarios; pese a estar caricaturizados, dicha exageración logra alcanzar un punto medio entre la vacuidad y la grosería. Gracias a esto, se construye algún que otro gag bastante gracioso incluso para un adulto (la escena de la heladería), aunque lógicamente es el público infantil quien tiene las de ganar en este asunto. La mezcla de géneros se hace evidente; además de esta vena cómica, el toque dramático se hace patente cuando los dos protagonistas tienen que hablar acerca de sus respectivos padres, también hay algún ligero destello romántico a través de Tanjia y, más sorprendente, una escena de suspense a la hora de encarar la recta final de película.
Más allá de un par de escenas muy conseguidas y de diversas curiosidades, sobre todo en cuanto a rostros conocidos en el reparto (Karoline Herfurth, David Kross o Ronald Zehrfeld, al que vimos recientemente en Phoenix), un espectador adulto difícilmente quedará atrapado en la dinámica de Rico, Oskar y las sombras profundas, ya que no deja de ser un trabajo construido en base a diversos cánones de las películas de aventuras que cualquiera ya conocerá al dedillo. Pero los infantes, especialmente aquellos situados en la post-niñez o la pre-adolescencia (pongamos que de 10 a 14 años) seguramente consigan entretenerse bastante, ya que el filme está diseñado tanto en forma (apenas 97 minutos) como en fondo para que así ocurra. Veremos si la Fox, productora detrás de esta obra, decide si jugar o no sus bazas a nivel internacional, porque puede tener potencial de cara a la taquilla.