Laurent Cantet estrenaba esta semana Regreso a Ítaca, una buena excusa para hacer un repaso por la trayectoria de un realizador que no destaca por ser un virtuoso del cine, ni el más creativo, pero que, sin embargo, con cada nueva obra demuestra una solidez narrativa, y sobre todo argumental, dignas de reflexión, ya que siempre resulta interesante.
Habiendo visto solamente tres películas de Cantet —Regreso a Ítaca, La clase y El empleo del tiempo—, parece claro que tiene un mayor interés y preferencias por desarrollar historias sociales, crear interrogantes e interesarse por los estamentos que sustentan nuestras vidas; esto es: la política, la educación y el empleo (al menos en sus películas más notables). Decía una canción que la razón para ponerse traje era el amor, el nacimiento y la muerte. Se podría decir que Cantet es un poco así también, hace cine por tres razones, pero siempre sin mojarse demasiado, sin mala baba, bastante inocuo y transparente.
El empleo del tiempo, una de las primeras obras de su filmografía, se engloba en el tercer estamento mencionado en el párrafo anterior, como su propio nombre indica. Un atractivo título, en todos los sentidos, que remite a las dos vertientes en las que se divide y confluye la trama. La importancia de un trabajo es tan grave y se ha vuelto tan necesaria, que le dedicamos —como mínimo— el mismo tiempo que a dormir, lo que nos deja con otras 8 horas libres (¡y eso además si tienes la suerte de trabajar!), libres para volver a casa del trabajo e ir de casa al trabajo —digo obviedades, lo sé—, pero también para ducharte y desayunar con tiempo para no llegar tarde, etc. Por supuesto, por eso Dios creó los fines de semana, para tomarte la vida con calma, dedicarla al ocio y la cultura, para ocupar el tiempo en hacer todo lo que no puedes hacer entre semana por falta de tiempo, como ir a misa, al rastro, o simplemente para salir a la calle y dejarte llevar por tu yo hedonista. Depende de las inquietudes culturales de cada uno.
En El empleo del tiempo no se habla tanto de esto, es algo más sencillo y elocuente. Un hombre es despedido de su trabajo y decide ocultárselo a todos sus familiares y amigos; cómo lo ocultará y en qué ocupará sus horas muertas será lo más llamativo. Este argumento está basado en el caso de Jean-Claude Romand, un suceso acontecido en Francia en el año 1993 y del que no contaré nada más por no destripar detalles de la trama, ni desvelar nada que pueda dar pistas sobre lo que aquí veremos (o no). Pero vaya, en realidad es un tema conocido que ha servido también para otras películas como la española La vida de nadie (Eduard Cortés, 2003) o la también francesa El adversario (Nicole Garcia, 2002), que se basa completamente en el hecho real anteriormente comentado.
En cualquier caso, mientras veía El empleo del tiempo, la cinta que se me venía a la mente era Arcadia (Constantin Costa-Gavras, 2005), un filme con muy mala leche. El inicio de ambas películas es muy similar, sin embargo, a partir de ahí cada una dibuja un camino muy diferente, que termina por volverse a unir al final. Antes de saber del hecho real en el que se basaba El empleo del tiempo, habría dicho que Arcadia era el reverso satírico y tenebroso de esta, ahora pienso que la realidad destruye cualquier reflexión posible que no lleve a pensar que este mundo es una mierda. Sea como sea, Arcadia trataba el tema del desempleo de un cabeza de familia también llevándolo al extremo, en el caso de la de Cantet no se trata de una sátira del sistema, sino de algo más cercano y por tanto más temible. Pero como decía, en lo que se refiere al desarrollo del argumento, tanto el protagonista de Arcadia, como este hombre llamado Vincent, son unos genios —en sus respectivos quehaceres— que hacia el final empiezan a estar desbordados por sus propias acciones, lo que lleva a una conclusión en apariencia igual, pero que en la primera era irónica coherencia y en la segunda complacencia.
En definitiva, El empleo del tiempo es una película con una premisa muy interesante y excelentemente desarrollada, pero a la que le pesa el exceso de metraje. Es bastante llamativo el hecho de que mientras veía la película y me involucraba de lleno en el pasar de los días del personaje protagonista que rehúye la verdad por las convenciones sociales de un mundo cada vez más alienado, se me hacía ajena en algunos momentos. Lo mejor, la cantidad de reflexiones que contiene; qué somos, el trato con la familia, las relaciones con los demás, la evolución del personaje principal, las mentiras (sostenibles o no), sus verdades, la —obvia— importancia del dinero, y por encima de todo, la visión realista de un hecho que nos afecta a todos: ser o no ser, o lo que es lo mismo, tener trabajo o no tener.
Viendo El empleo del tiempo, me vino a la mente una cosa que escribí hace un tiempo sobre Un hombre que duerme (Bernard Queysanne, 1974) y que creo que, en suma, vale para casi todo en esta existencia: «Nuestras vidas están marcadas de antemano por ciertos procesos y factores sociales. Pisamos un camino que antes han pisado otros, pero no todo el mundo tiene metas, y para qué sirve un camino si no hay meta. Es entonces cuando descubres esa indiferencia de la que habla la voz en off de la película, la que te permitiría actuar como el protagonista, salvo porque a ti te lo impide tu sentido común y la realidad, y el dinero seguramente»… Hazte autónomo y no mientas, ya eres un emprendedor.