La paloma. Esa ave libre moradora tanto de hábitats rurales como urbanos empleada desde la antigüedad como improvisado transportador de inquietantes mensajes en infinidad de conflictos bélicos, pero también por contra galardonada con el título de símbolo de la paz en equipo junto al ramo de olivo. Sin duda un animal misterioso de talante libre que convive en latente anarquía en nuestras ciudades con esos viandantes y ciudadanos que la observan como un parásito transmisor de enfermedades y suciedad y que por tanto ansían exterminar su serena existencia por considerarla un molesto ente infecto. Más bien creo que ese deseo de aniquilación viene dado porque envidiamos la autonomía e independencia de un pájaro capaz de adaptarse a cualquier entorno por muy hostil que éste sea y del mismo modo igualmente nos disgusta contemplar a un ser carente de esas mordazas e indignidad presentes en esta vida moderna.
Y es que la paloma es el símbolo en el que se apoya esta auténtica joya oculta del cine checoslovaco de los sesenta titulada A Song About the Gray Pigeon para forjar uno de los más bellos poemas versados sobre la irracionalidad y el sinsentido de la guerra combinando esta apuesta con esa especial grafía que supone otorgar el protagonismo de una película de trasfondo bélico a otros seres colmados de inocencia, libertad y derecho a disfrutar del libre albedrío como son los niños. Tres niños compañeros de juegos y escuela llamados Vinco, Rudko y Martin que serán nuestros ojos así como esa correa transmisora de sentimientos protagonizando los cinco pequeños episodios vitales en los que se estructura la propuesta narrativa planteada por el eslovaco Stanislav Barabas. Así, a través de una sencilla postura narrativa contemplaremos la caída a los infiernos, las miserias y la demolición humana inherente en la guerra mediante los hechos acontecidos en el espacio situado en un pequeño pueblo eslovaco ocupado por el ejército nazi en continua confrontación con las partidas de partisanos comunistas que atacan las guarniciones alemanas desde el monte orillado en las afueras del pueblo, abarcando la epopeya un ámbito temporal que se desarrollará desde el final del verano de 1944 hasta llegar a la liberación y por tanto el fin de la guerra en la primavera del año 1945.
De este modo, la cinta arranca con un bello plano del cielo eslovaco mientras una paloma (símbolo absoluto de la paz y la guerra durante todo el metraje del film) vuela en total armonía con el ambiente. Seguidamente la cámara nos presentará a los tres niños protagonistas del film inmersos en una excursión escolar dirigida por un siniestro y dogmático maestro colaboracionista nazi. Percibiremos que Vinco (el mayor de los infantes) ostenta un temperamento rebelde, patriótico y beligerante motivado por el odio que profesa a los nazis y por tanto también a su desleal profesor. Sin duda Vinco ha sido picado por el veneno de la guerra, deseando demostrar que la puntería adquirida con su vetusto tirachinas podría servir a los partisanos para liberar su patria si le diesen la oportunidad de pelear con un fusil. En cambio, Rudko (el más pequeño de los tres chavales) es un niño conquistado por el universo infantil y de la inocencia. A pesar que su padre fue hecho prisionero por los nazis y que por ello vive como un huérfano de cariño paterno junto a su sacrificada madre, en la limpia mente del pequeño Rudko no existe espacio para el odio, puesto que la guerra es el único ambiente que ha conocido prácticamente desde que nació su pensamiento consciente. Finalmente Martin se muestra como el más reservado de los tres amigos. Sin duda un niño tímido, pero que igualmente representa a esa rebelión latente que basa su aportación a la guerra en la inteligencia y la planificación mostrando pues una firme convicción nacionalista que emerge desde las entrañas de la bestia bélica.
En este primer capítulo observaremos la belleza del paisaje eslovaco durante el trayecto festivo recorrido por los niños y su infiel profesor en ese día de excursión, sucediendo un hecho crítico para el desarrollo de la metáfora trazada por Stanislav Barabas. Y es que en medio de los juegos infantiles, Vinco abatirá de un certero tiro de tirachinas a la confiada paloma que aparecía en los primeros minutos del film. De este modo se plasmará que la paz que exhala la presencia juvenil en estos primeros instantes era un espejismo derrotado por los cándidos e ingenuos niños. Sin embargo Rutko decidirá cuidar y restablecer al animal herido animado por los consejos de un soldado partisano que igualmente le informará que su padre logró huir del campo de concentración en el que se hallaba afinado para unirse al ejército rebelde de liberación, dedicando pues sus esfuerzos a reparar la herida de esa paz humillada por la inocencia. Sin duda en este primer episodio resultará impactante la escena de castigo infringido por el malévolo profesor a Rutko cuando éste no obedece su orden de abrir el puño donde esconde una moneda de cuña soviética para no delatar la presencia de partisanos en la zona. Esta simbólica escena recoge en su maravillosa ejecución toda la crudeza y el salvajismo innato presente en un dictador que condena a su pueblo a una total carencia de libertad.
El segundo capítulo se abre con una bella escena bucólica durante la celebración de una procesión religiosa oficiada en el pueblo. Sin embargo, de nuevo la paz se romperá con la llegada de un camión de partisanos camuflados con uniformes del enemigo con la intención de transportar armamento a una patrulla escondida en la montaña. Durante esta treta Rutko montará en un camión partisano que le llevará hasta los brazos de su padre. Este segundo episodio versará sobre las apariencias y los falsos héroes a través de la historia de un niño recién llegado al pueblo junto con su padre —un héroe de guerra eslovaco por su demostrado heroísmo en el campo de batalla— que establecerá una sincera amistad con los tres héroes protagonistas. Sin embargo, durante un viaje emprendido en coche por los niños junto con el padre de su nuevo camarada se destapará que la gallardía no siempre es una virtud agregada a la personalidad del héroe.
La tercera historia refleja la vergüenza de la guerra. Así Vinco partirá hacia el frente junto con un actor partisano que protagonizaba una representación burlesca sobre Hitler. durante una emboscada perpetrada por el ejército nazi contra la guardia en la que se encuentra Vinco, éste será testigo de la crueldad de la guerra contemplando la muerte y destrucción que la misma supone. Pero igualmente se sumergirá en su fragor, cambiando por fin su tirachinas por un fusil aniquilador de soldados enemigos, si bien en el momento de la verdad Vinco sentirá los remordimientos de haber disparado contra un oficial nazi.
El penúltimo episodio versará sobre la piedad presente en la guerra. Así, con un tono de clara inspiración cristiana, la historia se sitúa en la navidad de 1944 exponiendo el duro viaje iniciado por una pareja comunista cuya mujer está a punto de dar a luz en medio de una tormenta de nieve acompañados en su odisea por una miliciana soviética. El matrimonio encontrará refugio en un pequeño establo donde se hallan jugando nuestros héroes. Éstos, sobre todo gracias a la curiosidad de Rutko, tratarán de ocultar a la miliciana y a la primeriza madre de una patrulla nazi que igualmente aterriza en el establo. Así los niños por medio de juegos y canciones entretendrán a los soldados nazis, pero los gritos de dolor de la parturienta en el momento del nacimiento de su retoño alertará al adversario de la presencia enemiga. El nacimiento de una nueva vida parece apiadar el corazón de un soldado nazi, pero el deber y la mezquindad de la guerra provocará que los soldados capturen a la miliciana comunista con destino a un funesto pelotón de ejecución. La guerra es una aberración demasiado indecente como para que la piedad pueda asomar su luz desde la oscuridad más absoluta.
Finalmente la cinta culminará en la primavera de 1945 con la derrota nazi y por tanto la liberación del pueblo. La paz ha llegado al igual que la total curación de la paloma herida de guerra al principio del film. Rutko es feliz con la llegada de su padre aunque su casa haya sido totalmente destruida. Todo son risas y celebración. Rutko decidirá soltar a su entrañable mascota para celebrar así la llegada de la paz. La paloma vuela libre por los cielos despejados del humo de las bombas y de esos atronadores ruidos de los motores de los bombarderos. El vuelo de la paloma en libertad simboliza esa paz que por fin ha llegado tras seis años de intenso conflicto armado. Pero… el ser humano está condenado a no poder vivir jamás en paz consigo mismo. Somos un animal beligerante. La paz solo es un espejismo que habita durante pequeños lapsos temporales en nuestra alma. Y como animales destructores de todo símbolo e paz, un hecho nos despertará de nuestro plácido sueño para avisarnos que jamás podremos conocer vivir en concordia y armonía.
Sin duda A Song About the Gray Pigeon es una de las películas más demoledoras, escalofriantes y sugerentes de la historia del cine, poseedora de una mirada humanista sin parangón concebida a través de unas maravillosas metáforas que no tienen ningún desperdicio. Su poder aterrador se fundamenta en la belleza de sus imágenes exhibidas mediante una fotografía de una elegancia supina de credenciales paisajistas cuyo poder de hipnosis será derrocado por la crueldad de la puesta en escena bélica. La cinta ostenta un flujo narrativo moderno y arriesgado, huyendo de la linealidad propia de una historia sin meandros ni agujeros temporales para desafiar al espectador desarrollando una especie de epopeya de historias cruzadas derivada a través del recurso de estilo de la elipsis, estimulando el sentimiento más profundo al equiparar la inmundicia de la guerra con la bondad de los ojos no contaminados por el odio de los niños protagonistas.
Uno de los puntos más fascinantes del film es sin duda su destreza técnica así como su atmósfera onírica, hecho que provoca que el espectador contemple la fábula descrita como una especie de cuento infantil cruel y devastador desde su más profunda realidad, pero en el que existen esquinas torcidas que permiten inyectar ciertas gotas de fantasía e irrealidad que logran sin duda su objetivo de hechizar el alma. Inolvidables para un servidor son las escenas bélicas y sobre todo ese impacto final que deja helado el corazón, pero también resultan imborrables las secuencias más distendidas como esos juegos de patinaje disfrutados por unos niños ajenos a los ruidos de metralla y la muerte revelada en la triste realidad exterior en el silencio interior de la iglesia, o la maravillosa escena de los cantos y bailes en la nieve ejecutados por los héroes protagonistas ante la presencia de los soldados nazis con la intención de ayudar a la desconocida que está a punto de dar a luz en ese episodio de manifiesto simbolismo cristiano o, por poner un último ejemplo, el descubrimiento de la madurez y la muerte por parte de Vinco en el momento en el que el niño abre fuego contra un soldado nazi y su posterior arrepentimiento por haber atravesado antes de tiempo el umbral de la madurez.
Sobran las palabras para describir una obra única y especial, bella y aterradora, esperanzadora y cruel, realista y fantasiosa. Una obra maestra triste y emocionante de indelebles efectos en el corazón de todo aquel cinéfilo conquistado por esos ojos esperanzados de Rutko cuya nueva vida en paz y armonía quedará grabada en nuestra memoria hasta los últimos días de nuestra existencia.
Todo modo de amor al cine.