Este viernes pasado se estrenó en nuestras carteleras la enésima versión de Atracción fatal (Fatal Attraction, Adrian Lyne, 1987) en esta ocasión interpretada por la hermosa Jennifer López, con el poco apetecible título de Obsesión (The Boy Next Door, Rob Cohen, 2015), con un “buenorro” acosador por el que la protagonista siente una mezcla de atracción y repulsión. Como alternativa ofrecemos en esta ocasión un desconocido film de serie B norteamericano, El diabólico señor Benton (Julie, Andrew L. Stone, 1956), una de las muchas películas de tensión y suspense que protagonizo una Doris Day, empeñada en demostrar que no sólo podía encarnar a mujeres cursis o reprimidas, rol que le hizo célebre sobre todo en la famosa y aplaudida trilogía de comedias rosas junto a Rock Hudson: Confidencias a medianoche (Pillow Talk, Michael Gordon, 1959), Pijama para dos (Lover Come Back, Delbert Mann, 1961) y No me mandes flores (Send me no Flowers, Norman Jewinson, 1964).
Andrew L. Stone, realizador del film, es un discreto director de musicales y thrillers de serie B que sin embargo merecería una mayor atención a juzgar por la solvencia y el buen hacer que demuestra en este drama policiaco que me mantuvo absolutamente absorbido de principio a fin. Junto a una más que competente Doris Day, nos encontramos con un Louis Jourdan, soberbio en su rol de marido enfermizamente celoso que pronto se manifiesta además como un psicópata asesino; una interpretación sobria y convincente que consigue momentos verdaderamente impactantes y sobrecogedores. Su personaje se mueve entre luces y sombras, agazapado como un sigiloso lobo dispuesto siempre a sorprender y atrapar a su presa. Al dúo protagonista se une un eficaz Barry Sullivan, como amigo de Julie, el personaje interpretado por Day, quien sospecha que su celoso marido fue quién asesinó a su primer esposo, fingiendo su suicidio.
Aunque el planteamiento inicial podríamos hacernos pensar que la trama podría transcurrir por territorios tópicos y ya conocidos, lo cierto es que la posible intriga sobre si Jourdan fue el asesino del primer marido de la señora Benton o no se descubre pronto, por lo que la narración se centra en el acoso al que éste somete a su esposa con objeto de acabar con ella. Conseguir que una trama de este calibre aparezca ante nuestros ojos como original y atractiva no resultaba tarea fácil. Sin embargo, Stone lo consigue gracias a una realización sin grandes subrayados, que narra con eficacia y solvencia cada uno de los conflictos en los que se ve envuelto Julie/Doris Day, trasmitiendo en todo momento la emoción y el suspense necesario para no abandonar la visión del film a los primeros minutos.
Además de un inteligente uso del blanco y negro, lo que se traduce en la creación de atmosferas desasosegantes y asfixiantes a través de las que Julie se mueve e intenta sobrevivir, destaca la magistral utilización o ausencia de música, decisión que no obedece al mero capricho. Por ejemplo, al comienzo del film el personaje de Jourdan se cuela en el auto que conduce su esposa y, víctima de los celos, le pisa el pie que ésta tiene en el acelerador. La secuencia en la que Julie intenta inútilmente dominar el coche y no provocar un accidente está contada sin el apoyo de más banda sonora que el chirrido de los neumáticos sobre la calzada. Esto sucede con bastante frecuencia a lo largo de la película. Sin embargo, la atormentada melodía que interpreta al piano el psicópata esposo de Julie se convertirá a lo largo del film en uno de los métodos de acoso y tortura que éste utiliza en contra de su mujer. Además, en los pocos momentos en que la banda sonora apoya alguna escena lo hace de manera poca estruendosa, sin que ésta sobresalga o destaque demasiado sobre lo que se nos está contando.
De igual modo, los giros de guión, que posee algunos, no resultan fuera de lugar o no se nos manifiestan como mal hilvanados sino que muy por el contrario todo fluye con ritmo y agilidad, sin dar respiro al espectador. El principal desvío argumental se produce en el último segmento de la trama en la que el loco Jourdan se cuela en el avión en el que vuela su esposa. La maestría como narrador se demuestra no sólo en la secuencia en la que los policías intentan dar con el apartamento de Julie mientras ella marcha para el aeropuerto, [Spoiler] sino sobre todo en toda la peripecia que se desarrolla en el avión —esa Doris Day avanzando por el corredor para comprobar si su marido se encuentra entre los pasajeros— y sobre todo los últimos minutos en los que Julie debe aterrizar un avión sin pilotos, un precedente de la Karen Black de Aeropuerto 75 (Airport 1975, Jack Smight, 1977), [/spoiler] contado de nuevo sin más apoyo que la excelente interpretación de la actriz.